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11 de septiembre

Hoy en Catalunya recordamos la derrota de 1714 ante las fuerzas de Felipe V, el primer Borbón español; y ese mismo día 11 de setiembre de 1973, en Chile, el golpe de estado de Pinochet comportó la muerte del presidente legítimo Salvador Allende Gossens (1908-1973), en el Palacio de la Moneda en Santiago de Chile, comenzando una época sangrienta; y también ese mismo día, pero del año 2001 mediante un acto terrorista, de Al Qaeda que estrelló dos aviones contra las Torres Gemelas en New York, causando casi 3000 muertos; por citar sólo tres efemérides notables internacionalmente, de ese día.

Tres fechas que recuerdan actos muy dolorosos y cruentos, que NUNCA olvidaremos y que nuestros nietos deberían recordar también.

A los catalanes que conmemoramos esta fecha (Diada Nacional de Catalunya), seamos independentistas o no, pues esta efeméride es muy transversal (con excepción de los unionistas, claro), se nos dice que ‘celebramos una derrota’, cuando la realidad es que recordamos solemnemente la caída de Barcelona. La ciudad de Cardona fue la última plaza en caer ante las tropas borbónicas, unos días después, el 18 de ese mismo mes y año (setiembre 1714) 

Al no ser laborable ese día en Catalunya, muchos catalanes pudimos seguir en directo, por TV3, el atentado de las Torres Gemelas, y nos quedamos clavados toda la tarde y noche, estupefactos ante la tele y la radio.

En este escrito me centro en Catalunya, pero me ha parecido importante recordar, también, las tragedias mencionadas, por su gran relevancia.

Hasta hace una década, en Barcelona nos limitábamos a seguir los ‘pasos del viacrucis’ pertinente: visitar la estatua de Rafael Casanova Comes (1660-1743), último ‘conseller en cap de Barcelona’ (máximo dirigente de la ciudad) y después el Fossar de les Moreres, memorial de guerra por los muertos en el Sitio de Barcelona (1713-1714), en la guerra de secesión española.

Pero en esta última década, hemos realizado manifestaciones populares masivas, generalmente centradas en Barcelona, si bien también, efectuamos actuaciones a lo largo de todo nuestro país, por ejemplo, la Vía Catalana, una cadena humana ocupando, de norte a sur, una gran línea de manifestantes. Este año, por la pandemia, las manifestaciones organizadas, con gran éxito, por la Assemblea Nacional de Catalunya (ANC) y Òmnium Cultural.

“Es preciso recordar que las primeras conmemoraciones se efectuaron a finales del siglo XIX; la primera ceremonia de conmemoración fue una misa en la iglesia de Santa María del Mar de Barcelona (11/9/1886), misa sin sermón, ya que las autoridades lo habían prohibido.

Pero ese acto ya comportó divisiones, pues los republicanos no estuvieron de acuerdo con un acto religioso, que lo criticaron, ya que querían un acto laico. A partir de ese año, se fueron generalizando conmemoraciones por todo el país, si bien con un carácter cultural (conferencias, discursos, etc.); y a medida que se fue haciendo de forma masiva, surgieron las represiones, por ejemplo, en 1896 fue secuestrado el periódico Lo Regionalista, que dedicaba una edición especial a la Diada; y en la ofrenda de 1901 ante el monumento a Rafael Casanova hubo 30 detenidos a raíz de los enfrentamientos con los lerrouxistas, lo que comportó que unos días después, el 15 de setiembre, se hizo una gran manifestación de protesta por las detenciones, que reunió unas 12.000 personas y que cambió la naturaleza de la conmemoración hacia la reivindicación política. La de 1935 estuvo afectada por el encarcelamiento del gobierno de Lluís Companys y la suspensión de la autonomía catalana.

El franquismo llevó la conmemoración de la Diada a la clandestinidad, dado que las manifestaciones fueron prohibidas, y el monumento a Rafael de Casanova, retirado.

La primera celebración legal, después de la dictadura, fue en 1976. En 1980 fue proclamado como Día Nacional de Catalunya.

Desde 2012, las manifestaciones han sido multitudinarias”.

(fuente web.gencat.cat)

Centrándome en el citado Lluís Companys Jover (1882-1940), 123 president de la Generalitat de Catalunya (1934 y 1936-1940), es preciso recordar que:

fue encarcelado diversas veces (en 1909, tras la represión posterior a la Semana Trágica; en 1920 fue nuevamente encarcelado junto con los obreristas Salvador Seguí y Martí Barrera y otros sindicalistas y deportado a la Mola de Maó (Menorca); en 1930 fue detenido de nuevo por denunciar el maltrato que se daba a Francesc Macià Llussà (1859-1933), president de la Generalitat (1923-1933), exiliado por la dictadura; en 1034 fue detenido junto con todo su gobierno de la Generalitat, en el buque-prisión Uruguay y después trasladado a la prisión de Cádiz, fondeado en el puerto de Barcelona; finalmente exiliado a Francia en 1939 y entregado por la Gestapo a Franco, fue fusilado en el castillo de Montjuïc, en 1940).

(fuente Wikipedia)

pues bien, Companys, que ocupó diferentes cargos políticos, en Catalunya (regidor, diputado, gobernador civil, president de la Generalitat, etc.) y en el estado español (ministro de marina en 1933), en 1922 escribió un artículo, publicado en l’Intransigent el 13/9/1922, que ayer reprodujo el Ara, y, asimismo, reproduzco seguidamente, por parecerme de la mayor actualidad:

“Catalunya! (1922)

El 11 de setiembre de 1714, a las cuatro y media de la tarde, comenzó el asalto de Barcelona por el ejército intruso. La gran ciudad fue ganada por los enemigos. Pocos días más tarde capitulaba Cardona. En Catalunya entraba otra dominación. La nacionalidad catalana fue deshecha. Murió una organización política, pero no murió un pueblo. Catalunya ha seguido siempre, desde entonces, con más o menos imperio, reclamando la liberación. Puede ser que Catalunya no haya puesto en esta exigencia toda la varonil energía de la raza. Ha habido mucha literatura floral, demasiadas luchas de diplomacia y oportunismos políticos y poca vibración ardiente, llena de carácter y de fortaleza. A última hora los hombres dirigentes de la decisión nacionalista hasta han querido tomar un aire de modernidad borbónica. Pero sobre todas estas pequeñas cosas y pequeños hombres hay un pueblo con un exquisito sentimiento de amor a la tierra, firme voluntad de liberar y sublime deseo de que sea Catalunya la que lleve al mundo el tesoro más valioso de cultura, de serenidad y de humanismo.

Un hecho de guerra tiene a Catalunya oprimida entre el peso de una organización política que repudia y su clamor ha de ser, clamor de voluntad y de libertad. La misma palabra centralismo no es otra cosa que un disfraz de la palabra despotismo.

Tenemos plena confianza en el triunfo de los ideales de libertad. La tiranía no puede destruir un pueblo. El único que lo puede destruir es la invasión de una cultura superior. Por lo tanto, trabajar para la cultura, que es progreso, que es ciencia y democracia, es trabajar por la causa nacional de Catalunya.

Lluís Companys, 1922”

Como se puede ver, este artículo no ha perdido vigencia, ya que podría haber sido escrito hoy, cien años después. Y eso es por no haber avanzado, pues si bien tenemos autonomía, sabemos, por experiencia, que es teórica, pues cuando le interesa a los poderes del estado español, nos la quitan totalmente (aplicando el artículo 155 de la constitución), o parcialmente, centralizando funciones traspasadas (para centralizarlas con la excusa de la pandemia).

Companys señala que en 1714 “Murió una organización política, pero no murió un pueblo”, y es cierto, pero también somos conscientes que nuestro interés lo manifestamos puntualmente, como si estuviéramos dormidos, y otra mitad, como apuntaba Companys, “A última hora los hombres dirigentes de la decisión nacionalista hasta han querido tomar un aire de modernidad borbónica”, y eso es así, ya que muchos dirigentes y partidos se han hecho unionistas o filo-unionistas. Y la ciudadanía, por lo que sabemos, estamos divididos casi al 50%.

Companys resaltaba “La misma palabra centralismo no es otra cosa que un disfraz de la palabra despotismo”, y esto, evidentemente, sigue igual, sin ningún tipo de variación, como lo muestran un sinfín de actuaciones del estado español, radial, y con Madrid como gran agujero negro.

Con todo, y a pesar de los contratiempos y tormentas, seguimos considerando, como Companys, pues su confianza sigue siendo plenamente actual, quizás es lo único que se ha mantenido a lo largo de los siglos, pues “Tenemos plena confianza en el triunfo de los ideales de libertad. La tiranía no puede destruir un pueblo”.

En definitiva, como ha recordado hoy Quim Torra, president de la Generalitat, en su discurso institucional por la Diada, citando a Pompeu Fabra Poch (1868-1948) gran filólogo catalán, que murió exiliado, en Prada de Conflent (Francia): “Sólo tendremos lo que nosotros sepamos ganar”.

Y buscando esa cita completa:

“Sólo tendremos lo que nosotros sepamos ganar. Es preciso reconocer todos nuestros recursos y estudiar sus posibilidades. No tenemos un nacionalismo estrecho. Vivimos de cara al mundo y si queremos la plena soberanía para nuestro pueblo, es para mejorar la calidad de vida de nuestros conciudadanos y para conseguir que Catalunya, inmensamente civilizada, pueda ofrecer una efectiva colaboración en la obra de mejora y progreso de la humanidad”

(Durante el acto inaugural de la Palestra, en el Palau de la Música Catalana – 1930)

Y, para acabar, incluyo otra cita de Fabra, del mismo acto mencionado:

“Queremos que la juventud sea patriótica, bien catalana, de una manera reflexiva y consciente, humana y nada chovinista. La Patria es la Tierra y el Pueblo, y todo aquello que el pueblo puede hacer encima de esta tierra, tanto la lengua, como la economía, como la historia, como todas las manifestaciones de la tierra y del espíritu catalanes, son materia de patriotismo”.

Amadeo Palliser Cifuentes

amadeopalliser@gmail.com