Hoy, 10 de diciembre 2023, se cumplen 75 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH), por la Asamblea General de las Naciones Unidas en París (Resolución 217A-III), como ‘un ideal común para todos los pueblos y naciones’. Y según se comenta en el preámbulo, ‘considera que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana’.
Efectivamente, la aprobación de ese acuerdo fue un hito histórico; ahora bien, estos 75 años nos han enseñado que una cosa es predicar y otra dar trigo; y que resulta más fácil aconsejar que practicar lo que se aconseja. Mientras que, en general, nos olvidamos del refrán ‘a Dios rogando y con el mazo dando’, pues eso ya nos implica en exceso, claro.
Y, en general, todos somos muy dados a conmemorar los aniversarios, muchas veces de forma excesiva, pues así, las respectivas autoridades se creen investidas del halo del homenajeado, obteniendo 5’ de gloria (cultural, política, humanitaria, etc., según el caso); y con este 75 aniversario pasa exactamente igual.
Ahora bien, vergonzosamente, vemos que una cosa es aprobar esos acuerdos, y otra, respetarlos, pues tenemos múltiples ejemplos de su incumplimiento, especialmente en todas las guerras: los EUA en Vietnam, China en el Tíbet, los hutus contra los tutsis en Ruanda, Rusia contra Ucrania, Israel en Gaza; y un largo etcétera, (sólo en la actualidad hay más de 50 conflictos armados en nuestro planeta)
Pero los incumplimientos no se limitan a las guerras, pues vemos que en muchos países no se respeta ni el artículo 1 del acuerdo, que dice: ‘todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos (…)’ ni el artículo 2: ‘toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamadas en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición (…)’
Y, claro, sabemos de discriminaciones importantes referidas al sexo, género, religión, economía, raza, cultura, etc. y más etc.; la diferencia de género, en un mundo patriarcal transmitida culturalmente a través de la historia, y que, en algunos países sigue siendo oficial, y, en muchos otros, de forma camuflada.
E incluso sabemos que, en el reino español, la constitución, va en contra de algunos de esos principios, en concreto de los citados artículos, al priorizar al varón en la sucesión a la corona (art. 57) y contra el art. 7 de la DUDH, que dice que ‘todos son iguales ante la ley (…)’, pero la constitución estipula que la figura del rey es inviolable (art. 56.3), a pesar de que la propia constitución dice que los españoles son iguales ante la ley (art. 14); por lo que, atendiendo a estos artículos de la constitución española, sólo cabe deducir, claramente, que el rey no es español, que es un alienígena.
Y ya no señalo los incumplimientos del DUDH (y de la constitución) sobre el derecho a la vivienda, a la libertad de expresión y de manifestación, la educación gratuita, el maltrato a la inmigración (rejas con concertinas, zonas de exclusión, consideración de ‘sin papeles’, etc.), etc.
Y todos somos, en mayor o menor medida racistas, clasistas, sexistas, etc., aunque no lo reconozcamos o lo tengamos muy bien racionalizado (censurado), y todos, de una forma u otra, asumimos el ‘argumento ad baculum’, es decir, la falacia que implica sostener la validez de un argumento basándose en la fuerza, en la amenaza o en el abuso de la posición propia, en definitiva, aceptamos que ‘la fuerza hace el derecho’.
Los ejemplos de guerras mencionadas muestran, claramente, que los mayores incumplidores de la DUDH son, principalmente, los estados más poderosos, y no pasa nada. Eso sí, si los incumplen estados débiles (política o económicamente), entonces sí que son criticados.
Los poderosos (estados, clanes, empresas, familias, personas individuales) siempre se basan en el ‘argumento ad ignorantiam’, que es una falacia informal establecida en la ignorancia, obviando las pruebas contrarias, así, ocultan su propia ignorancia, a la vez que persisten para que ésta sea generalizada. Así, estos poderes, al no basarse en el conocimiento, se rigen en una idea errónea, que ignora que ‘la ausencia de prueba, no es prueba de ausencia’.
Y este es el tablero de juego que tenemos, gobernado por unos poderes que, para perpetuarse, mejorar sus posiciones privilegiadas y acorazarse, establecen las reglas de juego y, entre éstas, efectúan hasta declaraciones como la DUDH que nos ocupa, para, así, intentar salvar su propia cara; igual pasa con las negociaciones sobre el cambio climático COP23. Pero todos estos acuerdos, en realidad, los poderosos no los asumen, simulan hacerlo, para presentarse como ‘personas honorables’.
Y, claro, todo es muy complejo, y encima, cada vez se nos complica más. Un ejemplo: ahora se tiende a divulgar la diferencia de las estaciones, entre meteorológicas y astronómicas:
- Así, el invierno meteorológico, en el hemisferio norte, empieza el 1 de diciembre y dura hasta el 28 de febrero (o 29, si el año es bisiesto), pues son los meses que tienen más similitudes en cuanto a climatología; igualmente pasa con las otras estaciones (primavera, verano y otoño)
- Y el invierno astronómico, empieza con el solsticio de invierno (21 de diciembre) y acaba con el equinoccio de primavera (21 de marzo); así, las estaciones astronómicas comienzan con los equinoccios (primavera y otoño) y los solsticios (verano e invierno)
Ya sé que es un ejemplo intranscendente, que es fácil de comprender y que nos permite un mejor conocimiento; pero me parece evidente que, a nivel general, conseguir que estos cambios lleguen a arraigar en la cultura popular, para ser asimilados, no es tarea fácil. Y si un pequeño cambio como éste, difícilmente será asumido, ¿cuánto más difícil será erradicar el patriarcado, el racismo, etc.?
Por eso me parece muy apropiado un chiste del genial Joaquín Salvador Lavado Tejón (Quino) (1932 – 2020), en el que se ve a Mafalda delante de un globo terráqueo, y la niña le dice al planeta: ‘Y estos derechos a respetarlos ¿eh?, no vaya a pasar como con los Diez Mandamientos’
Y dada la situación en la que nos encontramos, me parecen igualmente afortunadas las siguientes frases de la citada Mafalda:
‘Paren el mundo, que me quiero bajar’
‘Lo malo de la gran familia humana es que todos quieren ser el padre’
‘El problema es que hay más gente interesada que gente interesante’
‘Sí, ya sé, hay más problemólogos que solucionólogos. Pero ¿qué vamos a hacerle?’
‘Algunos me aman por ser como soy, otros me odian por la misma razón, pero yo vine a esta vida a tratar de ser feliz ¡No a complacer a nadie!’
En definitiva, que hoy, los estados celebrarán el 75 aniversario que nos ocupa, con grandes declaraciones y, mañana, será otro día, y esos principios volverán a ser olvidados.
Por nuestra parte, si realmente queremos ser personas dignas, deberíamos asumir esos mandatos durante todo el año, ejercitándolos, aplicándolos, exigiéndolos, y, en el supuesto de que algún día lleguemos a tener la República Catalana, ésta debería ser respetuosa al máximo con ellos, sin tapujos ni excusas.