Cada vez es más frecuente que en la conformación de los gabinetes estatales y municipales aparezcan, como parte de los nombramientos, políticos de todos los colores. A los que encabezan las administraciones, sean del oficialismo o de la oposición, dejó de importarles el origen de sus operadores y curiosamente se acomodan en aquello de tener la telaraña tendida hacia todas direcciones.
Los gobiernos que, de dientes para afuera, abogan por el discurso de su línea ideológica, por dentro, son como botes de tamales con el enemigo incrustado en esferas de poder avaladas por la complacencia del jefe o la jefa en turno. Tener cerca a los contrarios se volvió una especie de seguro de cabildeo, por si se requiere, presumen.
Para las administraciones locales que no son de MORENA la estrategia pareciera estar justificada por un tema presupuestal. ¡Qué mejor que tener a los emisarios y recaderos del régimen en la nómina!, tal vez fue el consejo de los humeantes war rooms que les hablan al oído a los gobernadores y alcaldes.
Lo cierto es que esta costumbre por demás perversa ha permitido la supervivencia de los malqueridos, ya sea para dar oxígeno extra a los viejos liderazgos estatales o a los neo morenistas que aún no se han visto beneficiados por el “pueblo bueno” en sus respectivas entidades.
¿Acaso hay algo peor que tener gobernantes tibios? Porque lo que inunda al actual sistema de partidos es la tibieza. Falta de compromiso y de definición, tan grave en una realidad donde las certezas languidecen y las mentiras pululan.
¿Cuántas veces no se ha escuchado hablar de aquellos servidores que se “lograron acomodar”, que pese a haber perdido poder se mantienen a flote y cobran del erario escondidos en una maleza de puestos medios o de bajo perfil, desde donde se ocultan esperando a que llegue una nueva oportunidad de salir a la palestra?
¡Hay tamales para todos!, incluso para los gobernadores salientes, quienes ni tardos ni perezosos se dejan seducir por el sueño de habitar embajadas en tierras lejanas. La nueva política alienta aquello de “por si las dudas” y, de paso, la conformación de Frankensteins en los gabinetes locales, en donde se busca la máxima de Maquiavelo.
La cuestión aquí es la forma en que debemos plantear la instauración de gobiernos de coalición, ¿cómo abordar este importante tema cuando, para no variar, en México ya se instauró en la práctica una versión tropicalizada y malsana?
Imaginen tan sólo la lucha de poder, previa a las elecciones, que se desatará al interior de esas administraciones convertidas en botes de tamales (dulce, verde, rojo… Azul, naranja). El resultado atroz de una estrategia perversa instaurada por los tibios, mujeres y hombres que con esas actitudes, de entrada, dejaron de representar a muchos de los que en las urnas votaron por ellos.