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Eterna Venganza Presidencial

Miguel Ángel Sosa
Miguel Ángel Sosa
@Mik3_Sosa

El tipo de prensa que le gusta al presidente López Obrador es el de aquella que cuestiona, investiga y va hasta el fondo de las cosas… Pero no en temas de su gobierno, sino en los que tienen que ver con los enemigos de Palacio Nacional.

Porque lo mismo da que seas Carlos Loret de Mola, Joaquín López-Dóriga o Carmen Aristegui, si no estás con el gobierno entonces estás en contra de él. Esa manía autocrática se repite día tras día, elevando los alcances de censura a niveles que pocos hubieran podido imaginar ver con la autodenominada cuatroté.

¿Qué diferencia hay entre La Casa Blanca de Angélica Rivera y La Mansión del Bienestar del primogénito del actual presidente? ¿Hay mayor o menor corrupción en una más que en la otra? Y, para los que se llenan la boca de moral: ¿esto cómo se califica?

«No somos iguales», ha declarado en innumerables ocasiones el tabasqueño ante cuestionamientos sobre el actuar de algunos de sus cercanos. En contraste, una y otra vez, la realidad revela otros datos: al parecer no son iguales pero sí muy parecidos.

A la par de la afrenta que sufre la libertad de expresión, la violencia reiterada en contra el gremio periodístico ha encendido alertas no sólo a nivel nacional sino también fuera de las fronteras. Organismos internacionales se han pronunciado para exigir al gobierno mexicano que cese con el hostigamiento y vulneración de las y los periodistas.

Los asesinatos de comunicadores se han vuelto pan de cada día en un país donde desde el púlpito y con micrófono en mano se instiga a la gente en contra de la labor que hacen los medios de comunicación. El odio tiene consecuencias y la irresponsabilidad también.

En la lucha del presidente contra la prensa viven rencores mal curados que vienen de antaño y es curioso que esto le suceda a alguien que asegura que su pecho no es bodega. Hasta la fecha, el Ejecutivo acusa que durante las campañas que antecedieron su llegada a la Presidencia, los medios torpedearon sus aspiraciones al invisibilizarlo durante las contiendas.

El peso de la venganza presidencial es algo que comparten políticos, activistas y periodistas por igual. La génesis del odio en contra de quienes, a ojos del poder en turno, buscan descarrilar el proyecto obradorista está en las derrotas que sufrió en el pasado López Obrador.

El presidente no perdona y, la verdad, tampoco hay razones para suponer que lo hará. Incluso, el discurso de confrontación le sirve para elevar la fidelidad de su voto duro y, al mismo tiempo, atiza la polarización con la que, por conveniencia, está fragmentando aún más a la oposición.