Para concluir las elucubraciones planteadas en mi anterior escrito, seguidamente traslado las siguientes, sin pretender un debate filosófico entre el materialismo y el idealismo, aspiro a mucho menos, a repensar problemas cotidianos que nos tienen atenazados:
Los independentistas catalanes estamos en un momento, cuanto menos, desconcertante, ya que nuestros dirigentes están por el pragmatismo, con una visión acomodaticia a las ‘exigencias’ que estiman relevantes, a remolque del estado español (únicamente interesado por la unidad y el vasallaje, pues siguen manteniendo el carácter de los conquistadores castellanos de siglos atrás).
Por nuestra parte, buena parte de la base seguimos con nuestro deseo de independencia, pero, mientras unos lo ven como si se tratara de un sueño que pertenece al ‘realismo mágico’ (el rey emérito lo consideró una ‘quimera’), otros queremos seguir viéndolo como realizable, conseguible, si bien, con el consiguiente coste.
Soñar es crear, mentalmente, un futuro nuevo; y en todo acto creativo, previsualizar el futuro, es necesario para configurarlo.
Es evidente que limitarse a soñar, no es efectivo; mientras que limitarse a la ‘conllevancia’ orteguiana con la realidad, no deja de ser una clara forma de conformismo, de conservadurismo (el miedo y las dudas comportan inacción). Y ni soñar, sin más, ni conformarse con la situación actual, no son aceptados ni por unos ni por otros, pues prefieren etiquetas más vendibles a sus respectivas parroquias.
En un artículo de Mónica García, titulado ‘¿Realista o Soñador?’ (El factor humano, Burgos, 2012), entre otras cosas interesantes se puede leer:
‘Los sueños nos ayudan a visualizar proyectos que queremos realizar, situaciones que nos gustarían fueran de una forma específica, etc. De alguna forma, a los que nos ayudan es a vivir esa situación o proyecto dentro de un mundo imaginario, a sentirlos como si fueran realidad.
Mientras hacemos esto, nuestro ser se emociona y se llena de entusiasmo y pasión, ingredientes básicos para obtener la energía y el valor suficientes para enfrentarnos a algo nuevo.
Por otro lado, una vez que el sueño ya nos ha aclarado el objetivo y la dirección hacia donde nos queremos dirigir, el poner los pies en la tierra, el ser realista, nos ayuda a definir una estrategia, a planificar y a actuar.
(…) Y es que para que creemos un cambio o un proyecto nuevo en nuestras vidas hace falta SOÑARLO, QUERERLO Y CREER QUE ES POSIBLE. Una vez que estos tres componentes existen es cuando es el momento de llamar a nuestra parte realista para que nos ayude a llevarlo a cabo.
Una buena forma de mantener nuestras dudas y miedos bajo control es ser íntegros con nosotros mismos. Así, cuando decimos que vamos a hacer algo, debemos hacer todo lo que esté a nuestro alcance para hacerlo y cultivar nuestra confianza en nosotros mismos.
También ayuda que nos rodeemos de gente que crea en nuestros sueños. Recordemos que las utopías no son más que sueños que decidimos que no son posibles. Si alguien cree que tu sueño no es posible, eso sólo te informa de la incapacidad de esa persona por visualizar tu sueño, nada que ver con la posibilidad o imposibilidad de éste. Lo que tienes que valorar es si ese sueño es importante para ti (…).’
Después de esta larga transcripción, me parece que es interesante discernir, de forma clara, entre los que consideran que la situación española nunca consentirá la independencia de Catalunya, pero mágicamente esperan (unos, en su poltrona bien remunerada, otros, en el sofá de casa) pero ambos esperando que un día la coyuntura astral nos ponga la alfombra roja para ello. Y por eso consideran utópicos o quiméricos nuestros sueños.
Por nuestra parte, debemos evitar quedarnos en el sueño, pues tenemos claramente previsualizado nuestro futuro, y lo que nos hace falta es trabajar para hacerlo posible, como detallé en mi escrito anterior, es decir, mediante pequeños actos de insurrección (democráticos y legales), pues no somos unos héroes ni queremos sacrificarnos para serlo (muchos ya tenemos una cierta edad).
Que muchos ‘independentistas’ crean ahora que nuestro sueño es utópico / quimérico, es su problema, pues prefieren seguir con su conformismo / conservadurismo, ya que les va bien con la antigua política convergente, actualizada, y así, siguen con su soberbia, intentando infantilizarnos.
Así que sólo nos queda seguir trabajando, con nuestros pequeños actos, como los que propuse en mi anterior escrito, prescindiendo de los actos meramente folklóricos.
Y para todo ello, es básica la sinceridad que, etimológicamente viene del latín ‘sinceritas’: cualidad de actuar sin fingir. Pero, hay que ser prudentes, ya que el ‘sincericidio’ (valga la expresión) comporta sus riesgos.
Sabemos que las dificultades son muchas, pero debemos huir de la parálisis por el análisis. Y sabemos también, los riesgos siguientes:
‘En el Majjhima Nikaya, una colección de textos atribuidos a Buda, que forman parte del Canon Pali, se cuenta la que ha sido llamada ‘la parábola de la flecha envenenada’.
La historia es contada por Gautama Buda, aparentemente después de que un discípulo estuviera impaciente de escuchar del maestro las respuestas a las ’14 preguntas sin respuesta’, las cuales tenían que ver con cuestiones altamente metafísicas (como la eternidad del mundo, la vida después de la muerte, etc.)
Hubo una vez un hombre que fue herido por una flecha envenenada. Sus familiares y amigos le querían procurar un médico, pero el hombre enfermo se negaba, diciendo que antes quería saber el nombre del hombre que lo había herido, la casta a la que pertenecía y su lugar de origen. Quería saber también, si ese hombre era alto, fuerte, tenía la tez clara u oscura y también requería saber con qué tipo de arco le había disparado, y si la cuerda del arco estaba hecha de bambú, de cáñamo o de seda.
Decía que quería saber si la pluma de la flecha provenía de un halcón, de un buitre o de un pavo real … Y preguntándose si el arco que había sido usado para dispararle era un arco común, uno curvo o uno de adelfa y todo tipo de información similar, el hombre murió sin saber las respuestas’.
(https:rinconpsicologia.com)
Sabemos que el estado español, el superficial y el profundo (con sus cloacas) así como muchos independentistas, se pierden y nos pierden, como el herido por la flecha de la anterior fábula, pues:
Planteando la necesidad de ampliar las bases, su gran mantra, y su verdadera utopía, ya que nunca, nunca, se dará esa situación. Los independentistas, no pasaremos a ser unionistas, ni al revés, ya que influyen los sentimientos, la razón, etc., y, como mucho, el proceso será a tender hacia el abstencionismo, no a pasar de bando.
Y ese mantra es una falsa argumentación, y lo saben sus ‘patrocinadores’. La democracia va de ganar la mitad más uno. Y punto.
Por eso, la única forma de convencer a los unionistas es demostrarles que una Catalunya independiente, será viable y mucho mejor. Otra cosa será, obviamente, que, tras una hipotética victoria independentista, entonces, muchos se apuntarán al bando vencedor, y dirán ser independentistas desde la Edad de Piedra. Todos sabemos que los arribistas funcionan así.
Y, mientras tanto, los partidos independentistas, batallando por demostrar quién es el más ‘audaz’ para cumplir el mandato judicial del 25 % de castellano en los colegios, pero haciéndolo de forma sibilina. Es decir, siguiendo la pauta del Decreto de Nueva Planta de 1716: ‘Para que se consiga el efecto sin que se note el cuidado’ (más de 300 años, y los borbones siguen persiguiendo la lengua catalana).
Y, a la par, discutiendo sobre unas posibles olimpiadas españolas, por la ampliación de un aeropuerto gestionado por el estado, etc.
Es decir, el estado nos tiene donde quiere, reprimidos, espiados, expoliados, y, encima, enfrentados por sus trampas imperialistas, como en la fabula de los ‘perros galgos o podencos’ de Esopo (s. VI a.C.), en la que dos conejos discutían mientras les perseguían unos perros, y un conejo decía que eran galgos, mientras que el otro decía que eran podencos, y así, discutieron hasta ser cazados. La moraleja es que las pequeñas cosas no deben distraernos de lo verdaderamente importante.
Eso lo tuvo muy claro el rey Juan Carlos I, en su primer mensaje en la web de la casa real (18 de setiembre de 2012): ‘(…) Es un momento decisivo para asegurar o arruinar el bienestar (…) En estas circunstancias, lo peor que podemos hacer es dividir fuerzas, alentar disensiones, perseguir quimeras, ahondar heridas. No son estos tiempos buenos para escudriñar en las esencias ni para debatir si son galgos o podencos quienes amenazan nuestro modelo de convivencia’
Y siempre pasa igual, el poder, cuando se siente ‘amenazado’, aprieta filas, olvida diferencias, y va a por todas; esto lo hemos visto claramente, cuando ven que el régimen del 78 puede peligrar, los partidos sistémicos, van al unísono. Por contra, como estamos viendo, los independentistas caemos en las más pequeña de las trampas que nos ponen. Por eso, nos pasa como al herido por la flecha, o como a los conejos.
Por eso, considero que sería útil y necesario hacer un examen de lo que realmente pensamos y queremos y actuar en consecuencia.
Amadeo Palliser Cifuentes