Los independentistas catalanes hemos tenido suficientes muestras de que la UE no quiere problemas con sus estados miembros y, por encima de la democracia y los derechos humanos, sobreponen las respectivas unidades e intereses estatales, por lo que consideran como ‘problemas internos’, temas relevantes, como el de la pretendida independencia de la mayoría de los catalanes.
Por eso desconfiamos de la UE política (limitada a temas económicos, quedando como un club de mercaderes; y ‘valiente con países como Hungría y Polonia, pero de forma testimonial), pero SÍ que confiamos en los tribunales de justicia internacionales.
En España, asimismo, siguen con el eslogan que el ministro franquista Manuel Fraga Iribarne (1922-2012), promulgó en 1960: ‘Spain is different’, ‘Ni mejor ni peor, Spain era un destino exótico’, (campaña dedicada a los turistas, para contrarrestar el tradicional lema de que ‘África empieza en los Pirineos’.
Es preciso recordar que la criminal ‘colonización’ de América Latina; la guerra contra Flandes (1568-1648) que representó la independencia de los Países Bajos; la inquisición; las guerras coloniales del Norte de África, durante los siglos precedentes, que ha tenido el colofón (de momento), con la traición de Pedro Sánchez al pueblo saharaui, vendiéndolo al reino de Marruecos; etc. Asimismo, la guerra ‘incivil’ española (1936-1939) y la ‘neutralidad’ de España en la Segunda Guerra Mundial, son otras muestras que nos alejan del modelo de los países europeos.
La ‘cultura’ castellana tiene asimiladas expresiones como: ‘poner una pica en Flandes’, ‘irse a la porra’, ‘no dar un palo al agua’, ‘dejar en la estacada’, ‘me importa un pito’, ‘meterse en camisa de once varas’, ‘se armó la de San Quintín’, ‘hacer las cuentas del Gran Capitán’, ‘medrar’. ‘despojo’, bicoca’, ‘no hay moros en la costa’, ‘disparar con pólvora del rey’, ‘chaquetero’, etc., con claras referencias / etimologías militares.
Y ese ADN lo reflejó claramente Josep Borrell, en una entrevista el 27 de noviembre de 2018, siendo, en ese momento ministro de asuntos exteriores de España, diciendo ‘que EUA alcanzó la independencia prácticamente sin historia y que lo único que habían hecho era matar a cuatro indios’. Y, una ‘inteligencia / ética / moral / empática’ como la de ese personaje, no fue óbice para que la UE lo ascendiera a Alto representante para asuntos exteriores y política de seguridad’.
Es evidente que todos los imperios fueron violentos y expoliadores, pero está claro que, en España, la doctrina oficial ha impuesto durante siglos, y sigue imponiendo, una visión castellano-céntrica, utilizando a la jerarquía católica como un tercio más, de los poderes del estado: la evangelización de los salvajes, la cruzada española contra los rojos, etc.
El Santo Oficio, la Inquisición, fue creada en 1478 por los Reyes Católicos, con antecedentes en otros países, pero que en España duró hasta el 15 de julio de 1834.
Y su espíritu inquisitorial, impregnado por Tomás de Torquemada (1420-1498), el primer gran inquisidor, vemos que sigue imperando en el actual poder judicial, especialmente contra todo lo que les huele a Catalunya. Y sus estrategias siguen siendo las mismas, como vemos estas últimas semanas con el espionaje mediante el sistema Pegasus.
Y eso sin pudor alguno y, consecuentemente, sin interés de asumir responsabilidades, pues, para el estado y los partidos sistémicos, la unidad de la sacrosanta unidad de España y la figura del rey, son los objetivos más elevados e intocables en su pretendido ‘paraíso terrenal’ (para los apellidos de siempre), defendidos por los torquemadas y grandes capitanes de cada momento.
Por todo esto, los independentistas catalanes lo tenemos realmente difícil, ya que, si bien, hasta el momento de nuestro referéndum de independencia unilateral, que ganamos el 1 de octubre del 2017, confiábamos en la democracia y valores de la UE, se nos cayó la venda de los ojos, al ver su inoperancia.
Ayer leí un artículo muy interesante e ilustrativo de Albert Branchadell, titulado ‘Transnístria i nosaltres’ (Transnítria y nosotros) (Ara, 16 de mayo), en el que explicaba que en 1989, 1990 y 1991, la República Moldava Pridnestroviana (conocida como Transnítria, votaron la separación de Moldavia, y el autor señala: ‘a pesar de estas muestras reiteradas y tan elocuentes de desconexión respecto a la República de Moldavia, la comunidad internacional nunca ha reconocido la independencia de Transnítria; al contrario, ha trabajado bajo la premisa que es preciso respetar la integridad territorial del estado moldavo. Este es el planteamiento de las negociaciones en el formato 5+2 patrocinadas por la OSCE (Organización para la Seguridad y la Cooperación Europea) para resolver el conflicto de Transnítria (Moldavia, Rusia, Transnítria, Ucrania la OSCE + la UE y los EUA).
(…) Si finalmente Moldavia se desmiembra y Transnítria se integra a la Federación Rusa, será una victoria del imperialismo ruso, no de la soberanía transnitriana’.
En ese mismo diario Ara, Salvador Cardús publicó un artículo titulado ‘A Europa, tampoc’ (En Europa tampoco), escribió: ‘Hace años, en una visita a las instituciones de la UE, un muy alto funcionario nos lo dijo sin tapujos: la UE es una organización orientada por encima de todo a la defensa mutua de los estados que forman parte. Confiar que algún estado europeo se mojará a favor de la voluntad democrática de los catalanes, es delirante. Se les puede incomodar, se les puede mirar de avergonzar y hacerlos poner rojos. Pero nunca traicionarán la lealtad recíproca que garantiza su integridad. Lo acabamos de ver con el tema Pegasus: aquello de ‘no podemos intervenir porque son asuntos internos’ esconde justo lo contrario. De hecho, quieren decir: ‘No queremos intervenir porque nos expone a las nuestras propias vergüenzas’. La única manera de ser respectados por la UE es … estar como un estado. Este es el círculo vicioso que sería preciso romper (…)’.
Tenemos, también, el claro ejemplo de Kosovo, que proclamó su independencia unilateral de Serbia en el año 2008, y que España es de los pocos países que no han reconocido ese país, para no sentar un precedente de declaración unilateral de independencia, ya que, como he dicho, la integridad de los estados es consustancial al ADN español.
Por todo ello, a los independentistas catalanes, sólo nos queda una opción, si queremos realmente la independencia: UNIRNOS TODOS, Y DEMOCRÁTICA Y FIRMEMENTE, trabajar para implementar la república que ganamos el 2017.
Y claro, obviar también a la UE, pues hay vida fuera de ese club de mercaderes, si bien, éstos serían los primeros a querernos integrar, ya que somos aportadores netos. Y son mercaderes unionistas (el euro es el euro), pero no son tontos.
Hay estados no reconocidos por la ONU: Kosovo, Osetia del Sur. Nagorno Karabaj, República turca del norte de Chipre, Taiwán, República árabe Saharaui, etc.; y esto son anomalías debidas a los poderosos, que con sus vetos y trabas, acaban imponiéndose.
Nosotros podríamos compararnos con Noruega, Suiza, Andorra e Islandia, que, estando en Europa, no forman parte de la UE, y tampoco les va nada mal, ni mucho menos; al Reino Unido, todavía está por ver, mientras que, a otros países, como Albania, Bielorrusia, Armenia, etc., también es otra incógnita, ya que su cultura democrática, todavía tiene que mejorar mucho.
Es decir, que la no pertenencia inicial a la UE no sería un problema, ya que, a corto plazo nos abrirían las puertas. Nuestro problema es España, está claro, y ante ella, sólo nos caben dos opciones:
- Rendirnos, pensar que ya lo hemos intentado y que es imposible, al menos en esta generación, y seguir esperando, como la población tibetana y la de Transnítria, o
- Volver a tener el ánimo pre-represión, superar a los partidos políticos, pues ya hemos visto que priorizan otros intereses, y unirnos, de verdad, de forma transversal, superando las luchas cainitas (muchas de ellas provocadas intencionadamente por el estado, para dividirnos), y actuar, mediante pequeños actos de ruptura como los que propuse en un escrito anterior. Pues esos actos democráticos, pero firmes (sin heroicidades), creo que serían imbatibles, si fueran masivos y, de ese modo, podríamos acabar de implementar la República Catalana, que ganamos en el referéndum del citado 1 de octubre del 2017. Es decir, actuar como Kosovo, con hechos, y no como Transnítria (3 referéndums, y siguen esperando). Y a tal fin, complementariamente, contamos con nuestros referentes: el President Puigdemont y el Consejo para la República.