Con la excusa de la invasión de Ucrania, la presente cumbre de la OTAN, un grupo guerrero formado por ‘machos alfa’ blancos (y escasa presencia femenina), ha acabado con el pensamiento socialdemócrata y ha enterrado la ética y, asimismo, ha mostrado la falta de un liderazgo opositor al de los EUA, el único vencedor de la cumbre (sus beneficios por la venta de gas licuado y armamento serán enormes, y les ayudará a superar su crisis económica).
Que el compromiso fundamental sea armarse, en lugar de potenciar la diplomacia basada en la mejora de las condiciones humanitarias, no da ninguna cabida a la esperanza de un mundo mejor.
Obviamente, no se puede esperar otra cosa de un club de guerreros. Por su parte, la ONU, con sus vetos, como cité, muestra su inoperancia para solventar los problemas humanitarios.
Y en ese río revuelto, también hay otros que sacan tajada, como Erdogan, el presidente turco, que ha conseguido que se le levantara el veto a la compra de armas, que Suecia y Finlandia dejasen desprotegidos a los refugiados kurdos, y otras cosas que no sabemos.
El compromiso de dedicar el 2% del PIB de cada país a la defensa, en detrimento de las necesidades reales de las respectivas poblaciones, pues todas tenemos gran cantidad de personas que malviven o sobreviven bajo los lindares de la pobreza (alimentaria, energética, sanitaria, educativa, etc.), es una pésima noticia, que ha sido celebrada alegremente por los líderes participantes.
Esta situación me recuerda la alegría y aplausos de todos los diputados de la derecha, cuando el expresidente José María Aznar, en 2003, expuso su plan de apoyar la guerra contra Irak, en contra de la opinión mayoritaria de la ciudadanía. Y aplaudir y celebrar una guerra, no es cinismo, es amoralidad o inmoralidad.
Y claro, después todo se vende o se intenta vender, con las mejores sonrisas, pero no nos dejemos engañar, actualmente hay unas 60 guerras en el mundo, y sólo se fijan en la invasión rusa, ya que, como he dicho, a los EUA les interesa la definición de tres bloques: la OTAN, Rusia y China.
Una nota curiosa, pero no menos interesante, fue poner la bandera española boca abajo, en la mesa de Pedro Sánchez. Y eso es un símbolo de rendición. Obviamente, fue un error logístico, pero si lo tratásemos como un lapsus freudiano, podríamos sacar algunas ligeras conclusiones sobre cómo nos ven: lacayos vendidos y entregados al gran guerrero blanco.
Pedro Sánchez, en la posterior rueda de prensa, con su mejor sonrisa de vendedor de dentífricos, de pisos o de coches, nos ha tratado como si fuéramos menores de edad, o discapacitados intelectuales; si bien, a mi modo de ver, el verdadero tonto útil a los poderosos es él, ya que ha actuado como en el siguiente chiste:
‘Uno de los habitantes más tontos del país de los tontos vio un día un precioso pez color naranja en un lago al que solía ir a pasear. El hombre se lanzó al agua, lo atrapó como buenamente pudo y lo puso en la rama más alta del árbol más próximo. Lo hizo, dijo más tarde, para que el pez no se ahogara.
Moraleja: dan más miedo siempre los tontos que los malos. Por eso decía Mawlânâ Rûmî, lejos de toda arrogancia: ‘No seáis humildes jamás con los estúpidos’’
(http://instituto-sufi.blogspot.com)
Y ante situaciones como esa, la población debemos actuar como el anciano del siguiente cuento:
‘El burro en casa
Un anciano estaba harto de que su vecino le pidiera cosas que después nunca devolvía, por eso, cuando al día siguiente fue a su casa a pedirle el burro…
Vecino, ¿podrías dejarme tu burro durante el día de hoy, es que tengo que realizar unas compras y así me ayudará a traer la carga.
Lo siento, dijo el anciano, pero hoy lo he prestado.
Vaya, que mala suerte, dijo el vecino.
Pero, justo cuando ya se iba, escuchó el rebuznar del burro, que venía de la parte posterior de la casa del anciano.
Pero … si puedo oír el burro ahí atrás, ¿no me acabas de decir que lo has prestado?
Y el anciano respondió: vete, vete de aquí. Un hombre que cree más en la palabra de un burro que en la mía, no merece seguir en mi casa’
(https://m.facxebook.com)
Tenemos que ser y actuar como ciudadanos morales, y erradicar de la vida pública a los personajes que actúan como Pedro Sánchez y los demás líderes de la OTAN, y a todos sus seguidores cómplices, que actúan como el discípulo del siguiente diálogo zen:
‘Maestro, ¿como puedo transformarme en un hombre santo y sabio?
Muy simple, hijo mío: déjate crecer el pelo y la barba, usa ropa oscura y larga y de estilo siglo de las luces, calza sandalias franciscanas, fija la vista en el infinito como si buscaras un ovni, habla con voz ronca y profunda y apenas audible, y di algo así como ‘se me quemaron los tallarines’. Verás que no faltará el que interprete tu profunda reflexión como parte de las verdades cósmicas del universo’
(https://4grandesverdades.wordpress.com)
Como se puede ver, estamos en una situación muy compleja, dominada por la desinformación, y así nos dividen, subdividen y desmovilizan, pues saben que es igual decir hoy alfa y mañana beta, aunque sean contrarias. Saben que compraremos sus discursos acríticamente, pues lo que queremos es la comodidad.
El filósofo y tertuliano Bernat Dedéu, en un artículo titulado ‘Los negros de Melilla’ publicado ayer 29, en elnacional.cat, hacía especial énfasis en nuestro racismo y en nuestra indiferencia activa, y decía:
‘dejémonos de mandangas y, si queremos tener un poco de respeto a los muertos, al menos no hagamos tanta pornografía barata. Catalunya, como España, es un país de fronteras opacas (…) La inmensa mayoría de nosotros solo tenemos amigos de color claro. En estas páginas o en las de cualquier otra publicación del país no encontrarás ninguno de piel que no sea caucásica. Tampoco en la televisión pública, ni en los galardonados de la mayoría de los insufribles premios literarios que llenan la nación, ni en las orquestas sinfónicas. En el Parlament de Catalunya, los recién llegados de origen marroquí son una anécdota como una peca aislada en el cuerpo de una ballena blanca (…) queremos a los marroquís encastados en los límites de nuestra propia jaula, a los chinos sirviendo pollo de cuarta categoría en sus restaurantes nauseabundos, y a los paquistaneses les decimos solo ‘hola’ y adiós’ solo cuando nos falta ‘coca cola zero’ y es tarde.
(…) Nuestro racismo, y el de la mayoría de las naciones del mundo, es constitucional y existencial. A los negros solo los celebramos cuando toca hacer aquella performance espantosa de la cabalgata de los reyes magos y vamos cortos de betún. (…) Hemos abierto los brazos masivamente a los refugiados de ucrania, porque tienen la piel blanca.
(…) ¿Tienes un, y cuando digo un quiero decir uno, amigo negro?, todavía te diré más ¿has tocado alguna vez una piel negra? No ¿verdad? Pues menos lágrimas y más silencio (…)’
Como decía, todo es muy complejo, y estoy convencido que la solución no es armarse más, alegrarse por fabricar y vender más sangre. Así se acabará deshumanizando lo poco que queda ético en este planeta.
El pensamiento basado en el ‘si vis pacem, para bellum’ (si quieres la paz, prepara la guerra), atribuida a Julio César (100 a.C. – 44 a. C.), es propia de guerreros, no de pacifistas. Ya lo dijo Tucídides (460 a. C. – 400 a. C.), y popularizado por el politólogo estadounidense Graham T. Allison en 2012 con la expresión ‘la trampa de Tucídides’.
El historiador Tucídides, en su obra ‘La guerra del Peloponeso’ postuló ‘que fue el ascenso de Atenas y el temor que esto infundió en Esparta, lo que hizo inevitable la guerra. Allison empleó el término para describir una tendencia hacia la guerra cuando una potencia emergente desafía el estatus de una potencia dominante’ (Wikipedia)
Es decir, que los poderosos no quieren sombras, no quieren ver emerger alguien que les pueda poner en peligro. Por eso, machacan toda posibilidad que les desagrade.
Y, como muy bien explicó Dedéu, somos racistas, y lo hemos visto en la desgraciada cumbre de la OTAN, formada por guerreros blancos, que han despreciado a los que no son como ellos. Y eufóricamente han aplicado la política del miedo, a modo de la nueva pandemia, para tenernos quietos y callados.
Por todo ello, debemos ser conscientes de la compleja realidad, autoanalizarnos, y definirnos qué y cómo queremos ser, y qué mundo queremos dejar.
Y no caer en las trampas que nos pongan. Los guerreros saben que se han de unir. Por lo tanto, los pacifistas no podemos debilitarnos dividiéndonos; debemos unirnos y apoyarnos.
Un ejemplo lo vemos en nuestro colectivo de Meridiana Resisteix que, para los políticos catalanes representamos a un grupúsculo de ‘descamisados’, mientras que los grupos que tienen detrás organizaciones sociales (ANC / Òmnium), tienen más eco social. Y eso es comprensible, pero no debemos caer en el complejo de inferioridad, ni nos deben ‘ningunear’. Todos sumamos.