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Los independentistas catalanes y la fábula de los camellos

Amadeo Palliser Cifuentes
Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

El infame y franquista José M. Aznar, en Sevilla, el 5 de julio del 2017, unos meses antes de nuestro referéndum de independencia, en una conferencia compartida con el también mafioso Felipe González y con el ‘bambi sin sustancia’ José Luis Rodríguez Zapatero, entre otras ‘lindezas’ de todos ellos, Aznar dijo que ‘antes que España, se romperá Catalunya’.

Catalunya no se ha roto. Es verdad que se ha evidenciado la existencia de muchos unionistas, que hasta ese año estaban callados, acomplejados. Pero que después del ‘a por ellos’ lanzado por Felipe VI el 3 de octubre, se envalentonaron.

Y una buena prueba de ello la tuvimos el pasado 18, de negrísima memoria, ya que mientras pasábamos los semáforos (en verde) de la avenida Meridiana, con la ‘estelada’ (la bandera independentista catalana), varios de los que se cruzaron, nos gritaron ‘viva Franco’, sin saber (o sabiendo) que eso sí que es un delito de exaltación del terrorismo. En otros países, por ejemplo, Alemania, gritar a favor de Hitler, es merecedor de cárcel. Pero aquí, en su reino de España, todo eso sale gratis, y lo saben y por eso abusan.

Pero, volviendo a la fractura, lo que sí que se ha roto es el movimiento independentista catalán. Ahora, los diferentes partidos sólo piensan en las poltronas que están en juego en las elecciones municipales del próximo año. Y no sólo en las butacas de los alcaldes y regidores, si no en los muchísimos puestos de ‘confianza’, de asesores, de empresarios afines, etc., que se benefician. Es decir, está mucho dinero en juego, y eso les hace olvidar, momentáneamente, o cuanto menos posponer, las acciones ‘revolucionarias’ para materializar la independencia. Y eso es una vergüenza más.

Ya he repetido varias veces que no confío en la supuesta mesa del diálogo acordada entre el PSOE y ERC.

Una verdadera mesa de diálogo debería tener observadores internacionales, debería estar abierta a todos los partidos independentistas, sin censuras, y debería carecer de líneas rojas.

Sabemos, también, que el PSOE y su filial el PSC, igual que los de Podemos / Comunes, propugnan una mesa de diálogo entre los catalanes (partidos independentistas y unionistas). Pero eso está fuera de lugar. Los independentistas ganamos el 52% de los escaños del Parlament, y lo que queremos, es negociar la independencia. No se trata de negociar la gestión diaria o de medio plazo. Ni se trata de dar carta de naturaleza al lema repetido por Pedro Sánchez, de que se trata de un problema de convivencia entre lo catalanes. Eso sólo lo pueden decir los que no viven la realidad de nuestro país, los que tienen mala ‘milk’, o los que son unos descerebrados.

Pero, volviendo a la división entre los partidos independentistas, tenemos la figura del president en el exilio, Carles Puigdemont, que bien podría actuar de árbitro, máxime ahora que ha abandonado la dirección de Junts, para limitarse a la función de ‘president del Consell per la República’.

Si ERC y la Cup tuvieran realmente el objetivo de la independencia, por encima de todo, lo aceptarían para que pudiera efectuar el papel del sabio de la siguiente fábula:

‘La fábula de los 17 camellos:

Según una antigua fábula árabe, un hombre dispuso en su testamento que sus camellos debían repartirse entre sus hijos de modo que el primogénito se quedara con la mitad, el segundo con un tercio, y el tercer hijo con la novena parte del total de los camellos.

Pues bien, a su muerte, el hombre tenía en su patrimonio diecisiete camellos, número que evidentemente, no es divisible entre dos, tres ni nueve.

Sus hijos pasaron una luna negociando y discutiendo cómo repartirse los animales sin despedazar ninguno en el proceso, ni quebrantar los exactos deseos de su querido padre. Las negociaciones siempre empezaban amistosamente, pero el transcurso del tiempo y la sensación del estancamiento, pronto provocaron encendidos enfrentamientos entre los hijos, que empezaron a socavar el amor que siempre se habían profesado entre sí.

Finalmente, decidieron acudir a un ‘hombre sabio’ para que les ayudara a resolver tan ‘jorobado’ problema.

El hombre sabio les pidió dos días de reflexión.

Al tercer día, les convocó y les dijo lo siguiente: ‘Le he dado muchas vueltas al reparto de vuestra herencia, pero no tengo una solución para vosotros. Lo que sí tengo es este camello’. Y se lo dio, con una sonrisa cómplice.

Con el nuevo mamífero, los tres hermanos tenían ahora un total de dieciocho animales.

El primero tomo la mitad, es decir, nueve.

El segundo tomó un tercio de los camellos, es decir, seis.

Y el tercero tomó la novena parte, es decir, dos.

Es decir 17 camellos, sobrándoles por tanto el último camello, que los tres hermanos devolvieron al hombre sabio, deshaciéndose en elogios y prometiéndole eterna gratitud por haber hecho desaparecer, con su generosidad, el problema que tan imposible les parecía resolver.

(https://enmediomediacionycoaching.es)

Ya sé que las fábulas no son la realidad, ni se ajustan plenamente a ella, pero si todos los responsables de los partidos independentistas hicieran un ejercicio de ‘generosidad’ y fueran empáticos con los votantes, podrían aceptar que Puigdemont intentase hacer de hombre sabio, neutral, para desencallar el actual problema entre los tres partidos independentistas (los tres hijos de la fábula).

Y sé que el principal obstáculo, hoy y siempre, ha sido Oriol Junqueras y sus colaboradores más afines; como lo son también algunos miembros de otros partidos independentistas, que deberían hacer un paso atrás, como, por ejemplo, Francesc de Dalmases, diputado de Junts, que ha evidenciado sus mínimas capacidades para cualquier función pública, tras discutir con una periodista que, en TV3 (la televisión pública catalana), se ‘atrevió’ a hacer preguntas incisivas a la presidenta del Parlament, Laura Borràs.

Ese sacrificio sería muy bien visto por la mayoría independentista, y también por las asociaciones cívicas: ANC y Òmnium.