CIUDAD DE MÉXICO (AP) — El gobierno mexicano invocó poderes especiales para resguardar la seguridad nacional con tal de seguir adelante con un tren para turistas a lo largo de la Riviera Maya, que amenaza cuevas en las que se han hallado algunos de los restos humanos más antiguos de América del Norte.
El presidente Andrés Manuel López Obrador se afana por completar el Tren Maya en los dos años que le quedan a su mandato, en contra de las objeciones de ambientalistas, arqueólogos y las personas que bucean en los cenotes.
El gobierno dispuso una pausa en el proyecto este año, luego de que un tribunal fallase a favor de activistas que cuestionaban la ruta, porque cruza la selva sin que se haya presentado un informe sobre el impacto en el medio ambiente.
Pero el lunes invocó poderes asociados con la seguridad nacional para reanudar las obras. López Obrador dijo el martes que la pausa había sido muy costosa y que el decreto impedirá que los intereses de unos pocos priven sobre los del bien común.
En noviembre, su gobierno había emitido otro decreto que conminaba a los organismos del estado a que aprobasen automáticamente toda obra pública que el gobierno considerase “de interés nacional” o que afectase “la seguridad nacional”.
“No sabía que vivíamos en un país donde se pueda hacer lo que el presidente diga”, declaró José Urbina Bravo, un buzo que fue uno de los que llevó el caso a los tribunales.
Los activistas dicen que el proyecto, con sus pesadas vías para un tren de alta velocidad, fragmentará la selva costera y pasará por sobre los frágiles techos de piedra caliza de las cuevas conocidas como cenotes que, por estar llenas de agua y ser sinuosas, y a menudo muy estrechas, puede tomar décadas explorar.
Dentro de los cenotes hay tesoros arqueológicos que no han sido tocados por milenios.
La red de cuevas y cenotes ha sido explorada mayormente por voluntarios que recorren cientos de metros explorando las cuevas subterráneas. Se han encontrado tesoros como Naia, el esqueleto casi completo de una joven mujer que falleció hace unos 13.000 años. Fue hallado en el 2007 por buceadores y aficionados a los cenotes que exploraban las cuevas al norte de Tulum, por donde pasará el Tren Maya.
“Nada más en esta sección de 60 kilómetros (36 millas de vías) hay 1.650 kilómetros de cuevas llenas de agua cristalina pura”, declaró Octavio del Río, un buceador y arqueólogo que lleva tres décadas explorando la región. En el 2004 participó en el descubrimiento y la clasificación de la Mujer de Naharon, quien habría fallecido en la misma época que Naia, si no antes.
“No sé qué puede ser más importante que esto”, dijo del Río. “Estamos hablando de los restos más viejos del continente”.
El Tren Maya recorrerá 1.500 kilómetros (950 millas) de la península del Yucatán, conectando balnearios, playas y sitios arqueológicos.
El Instituto Nacional de Antropología e Historia, un organismo oficial, está a cargo de la protección de las reliquias en la ruta del tren, pero sus expertos dicen que no están en condiciones de explorar las profundas cuevas inundadas. Incluso cerca de la superficie, donde se han hecho la mayoría de los trabajos arqueológicos del gobierno, se han encontrado tesoros arqueológicos sorprendentes a lo largo de recorrido que tendrá el tren.
El arqueólogo del gobierno Manuel Pérez admitió el hallazgo de un pequeño templo maya muy bien conservado, incluso con un techo de madera, en una cueva cerca de la ruta del tren. Propuso que se cambiase el recorrido, pero su jefe, Diego Prieto, director del instituto, pareció descartar la idea. Los trabajadores ya han abierto una faja de 50 metros de ancho en la selva a lo largo de decenas de kilómetros. Prieto planteó que se pueden trasladar a otro sitio las reliquias en los meses que quedan antes de que se instalen las vías.
“El problema no es el trazado. Si se cambia el trazado, igual va a haber muchos hallazgos”, dijo Prieto. “El problema es el acompañamiento arqueológico para poder recuperar el material que se va encontrando y para conservar las estructuras que deben permanecer en el sitio”.
Las cuevas a lo largo de la costa estaban probablemente secas hace 13.000 años, durante la última edad de hielo. Cuando el nivel del mar subió al final de esa era y se inundaron, actuaron como unas cápsulas de tiempo, muy frágiles. Para sostener los rieles, el gobierno planea hundir vigas y columnas de cemento que penetrarán los techos de las cuevas, lo que probablemente haga que se desmoronen, junto con las reliquias que pueda haber.
Ello sin hablar de los 68 kilómetros (42 millas) de selva que se están despejando para abrir paso al tren, ni de las toneladas de rocas que serán volcadas sobre el terreno para que funcionen como el cimiento de un tren que avanzará a 160 kilómetros (100 millas) por hora.
Urbina Bravo dijo que “tomar decisiones sin el respaldo de la ciencia, sin el respaldo de los conocimientos de los especialistas, nos ha salido muy caro. Seguimos y seguiremos pagando el precio de estos errores”.
López Obrador, no obstante, desestima las críticas de gente como del Río y Urbina, a quienes describe como “pseudoambientalistas” que defienden los intereses de empresas o de sus opositores. El mandatario la emprende contra expertos, activistas y cualquiera que cuestione su súbita decisión, poco planificada, de construir el Tren Maya a través de la selva, que él llama despectivamente “acahual” (una hierba alta).
Fernando Vázquez, vocero del organismo turístico del gobierno a cargo del proyecto del tren, dice que “hay personas que, en esencia, no emprenden necesariamente una lucha o un trabajo en favor del medio ambiente, sino específicamente un activismo en contra del Tren Maya”.
Los activistas afirman que actúan por convicción.
Para encontrar los restos de la Mujer de Naharon, los buzos tuvieron que recorrer un laberinto de casi medio kilómetro de cavernas oscuras y sinuosas. El trabajo les tomó meses.
La arqueóloga del gobierno responsable de asegurarse de que el proyecto no daña esos artefactos, Helena Barba, dijo a medios locales que su equipo catalogará las decenas de sitios arqueológicos en las pocas semanas o meses que quedan antes de que llegue la maquinaria pesada.
Buzos y exploradores de cuevas dicen que eso es absurdo.
“Probablemente no conocen ninguno” de los sitios y “no tienen experiencia en estas cuestiones, como para poder hacer este tipo de sumersiones en cuevas inundadas que son las más extensas del planeta”, declaró del Río.
Tan obsesionado está López Obrador con algunos de sus proyectos preferidos –como una enorme refinería de petróleo sobre el Pacífico, un tren que conecte el Golfo de México y un puerto del Pacífico y el Tren Maya– que emitió un decreto por el cual los proyectos prioritarios del gobierno ya no necesitarán hacer declaraciones de impacto ambiental antes de comenzar las obras. Se pueden iniciar los trabajos, cortar árboles y excavar, presentando posteriormente informes ambientales, cuando el daño está hecho.
Urbina, ambientalistas y buzos acudieron a los tribunales y consiguieron una orden judicial de que se suspendiesen las obras entre Cancún y Tulum a mediados de mayo.
Las autoridades trataron de resolver el asunto presentando una declaración de impacto ambiental hecha a los apurones el 19 de mayo. La secretaría del Medio Ambiente aprobó la declaración un mes después.
La declaración trata las redes de cuevas como un problema de construcción en los pocos párrafos en los que alude a ellas. Si los trabajadores tropiezan con cuevas o cenotes, podrán mitigar los daños, según la declaración ambiental.
Lo que esto quiere decir ya se percibe en la carretera que une Cancún y Tulum, por donde el tren debía usar vías elevadas, según el proyecto original.
López Obrador modificó el plan, después de haber cortado árboles y sentado las bases para el tramo elevado, supuestamente porque los dueños de los hoteles de la zona y los residentes se quejaron de que las obras afectarían el turismo y sus propiedades. El gobierno nunca explicó por qué cambió la ruta de repente ni cuánto costó ese cambio.