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Hoy, después de seis meses, el tribunal regional de Przemysl (Polonia) ha alargado tres meses más la prisión preventiva del periodista vasco Pablo González, justificada por ‘una preocupación por un fraude de procedimiento y temor de ocultamiento o de fuga’, y justificaba, asimismo, la posibilidad de una elevada pena en caso de condena, a pesar de la oposición de la fiscalía. Y esa prisión preventiva puede ser prorrogada hasta los dos años.
Desde el 28 de febrero, ni la familia ni su abogado (Gonzalo Boye) saben de qué delitos se le acusa, sólo saben, genéricamente, que se le acusa de espionaje en favor de Rusia.
El periodista tiene pasaporte e identidad española y rusa; nació en Rusia, su padre vive allí, por lo que habla perfectamente ambos idiomas; y su padre le envía regularmente dinero, de unos pisos que la familia tiene alquilados.
Según se explica en la redacción de Vilaweb de hoy:
‘La falta de información, la incomunicación casi absoluta con la familia -solo se pueden comunicar por cartas, que llegan con meses de retraso- y los impedimentos para poder designar una defensa de plena confianza en Polonia, llevaron a la esposa, Oihana Goiriena, a presentar en julio un escrito denunciando la situación al Grupo de Trabajo de Detenciones Arbitrarias del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Y el sábado reclamó al gobierno español que intervenga para que se respeten los derechos de González’.
En una entrevista de la esposa, efectuada por Josep Rexach Fumanya el pasado 15 de abril, y publicada también en Vilaweb, explicó que:
‘Pablo nació en Moscú, pues su abuelo materno es uno de los niños de la República española que fueron evacuados a Rusia, al inicio de la guerra civil (a mí me parece que ‘incivil’, es el término más preciso). Su abuelo se casó con una mujer rusa, su madre nació en Rusia y se casó con un ruso. Cuando Pablo tenía 9 años, sus padres se divorciaron, y su madre decidió venir a vivir a Bilbao, y después a Catalunya. De hecho, creció en Barcelona, estudió filología eslava. Al acabar sus estudios, fue al País Vasco, para visitar a sus abuelos, y allí conoció a Oihana.
Su nombre oficial es Pavel Rubtsov, y siempre le han llamado Pavel, no Pablo. Al venir a Bilbao, su madre, divorciada, ya no tenía el apellido del marido, y le puso sus apellidos, para españolizar el nombre y que todo fuese más fácil, administrativamente. Y así pasó de Pavel a Pablo.
Tiene dos pasaportes, uno ruso y otro español, así como tarjetas de crédito, con cada uno de sus respectivos nombres (Pavel y Pablo),
Previamente, en Ucrania fue detenido e interrogado en febrero, por haber efectuado una conexión en directo con la televisión española La Sexta, y, por lo visto, habían aparecido unos militares en el fondo de la imagen. Al ponerse en contacto con el cónsul español, éste le dijo que estuviera tranquilo, que no tenían nada contra él, que había sido una confusión, al considerar que era pro-ruso, por creer que las tarjetas que llevaba, de la Caja Laboral y Mondragón Corporación, eran financiadas por Rusia, por sus conexiones con ETA.
La esposa comentó que la visita más surrealista fue la de ocho personas del CNI español, que se presentaron con dos furgonetas, y, después de tomar el control exterior e interior de la casa, la interrogaron, preguntándole por el origen de Pablo, sus viajes, sus padres… aquel momento fue acojonante. Le preguntaron si Pablo, al salir de Ucrania, iría a Polonia. El 24 de febrero se fue a Polonia y cuatro días más tarde fue detenido.
Ucrania se limitó a expulsarlo, pero desde la detención en Polonia siento rabia por los servicios secretos españoles por colaborar con Ucrania y Polonia, sí, rabia e impotencia.
Sabemos que todos los periodistas que se mueven en zonas de conflicto están vigilados, es así. También sabemos que Pablo apareció en una lista financiada por Soros y que aparecía como pro-ruso.
¿Cómo valora el papel de las autoridades españolas?: Pues no muy bien. En primer lugar, porque nos mintieron. El ministro de exteriores, José Manuel Albares, dijo que la abogada de oficio la puso la embajada española. Es mentira. No fue así. La puso el juzgado que lleva el caso. También dijo que Pablo había pedido que se guardase secreto sobre el caso, y es mentira ya que a través del cónsul nos ha hecho saber que quiere que continuemos haciendo ruido, que él es inocente y que no tiene nada que esconder. Me parece que el gobierno español protege al gobierno polaco y debería proteger a Pablo, que es ciudadano español. Su deber es con Pablo, no con Polonia. No sé que trato tienen porque han dado por buenas las actuaciones de Polonia, que no respeta el derecho a la defensa efectiva, a las comunicaciones directas con la familia y más garantías procesales.
(…) ¿De quién ha recibido soporte?: Me ha sorprendido mucho el apoyo de la gente del pueblo. Y cuando voy a Gernika, que es la capital de la comarca, la gente me para por la calle y todos me dan ánimos. Y eso se agradece mucho. Políticamente, hemos recibido soporte de Bildu. Es el único partido que se ha mojado directamente.
¿Y el presidente vasco?: No. Sabemos que se reunió con Pedro Sánchez, y que le preguntó por la situación de Pablo. Nada más’.
Como vemos, la verdad es la primera víctima, y en ese río revuelto se puede ver, asimismo, la incompetencia, la falta de todo tipo de luces intelectuales por parte del gobierno más progresista de la galaxia, y, por lo tanto, la falta de ética y moralidad de su responsable, Pedro Sánchez, que únicamente se limita a mirar por sus intereses ‘profesionales’ internacionales (pensando en su posible recolocación, cuando pierda las próximas elecciones generales ¿las del 2023?). Y hablando de incompetencias, en este caso vemos, asimismo, la del CNI (centro nacional de ¿inteligencia?)
Sabemos que la actividad del periodismo en zonas de conflicto es peligrosa, como hemos visto hoy, también, con el asesinato de Fredid Román (al ser tiroteado en Chilpancingo, la capital de Guerrero); y ya es el decimoquinto periodista asesinado en lo que va de año en México.
Román había publicado horas antes un artículo sobre los 43 estudiantes de Ayotzinada, en su columna ‘La Realidad Escrita’, tratando, desaparecidos la noche del 27 de setiembre del 2017 en Iguala, en el mismo estado de Guerrero.
Según diferentes fuentes, entre el 2000 y el 2012, alrededor de 80 periodista fueron asesinados en México, y, desde 1980, más de 300.
Obviamente, las zonas de conflicto, por sí mismas, son muy peligrosas; pero, eso no exime a los estados para velar por la seguridad de los profesionales que arriesgan su vida para informar de los hechos. Y, por lo tanto, los estados están, o deberían estar, obligados, moralmente, para garantizar el ejercicio de su labor.
Pero ya vemos que no siempre es así.
En el caso de Pablo González, el gobierno de Pedro Sánchez ha mantenido y mantiene un secretismo total, y, claro, los medios de comunicación paniaguados, si tratan el tema, lo hacen de perfil, dedicando unos segundos de forma acrítica, aunque se trate de un compañero, de un colega. Eso sí, en España se informa de casos lejanos, como los mexicanos, o cuando el caso sucede en un país lejano.
Ahora mismo, en el telediario de TV3, la televisión catalana, han dedicado mucho más tiempo al ‘reggaeton’, que a Pablo González. Nos quieren anestesiados. Y, desgraciadamente, lo aceptamos, ya que es más cómodo y agradable no replantearnos nada.
El filósofo Michel Foucault (1926-1984) lo explicó muy bien, especialmente en su obra ‘Vigilar y castigar’, al señalar que las relaciones de poder implican un discurso (sistema de ideas) que debería hacer posible la resistencia, pues, según él, ‘donde hay poder, hay resistencia’; pero sabemos, también, que cuanto más poder, menos resistencia, por miedo, y cuanto más sutil sea la censura, más sensación de confort tenemos. De ahí el ‘pan y circo’.
Foucault señaló: ‘A los que roban se los encarcela; a los que violan se los encarcela; a los que matan, también. ¿De dónde viene esa extraña práctica y el curioso proyecto de encerrar para corregir? (…) Una vieja herencia de las mazmorras de la Edad Media (…) El siglo XIX inventó, sin duda, las libertades; pero les dio un subsuelo profundo y sólido -la sociedad disciplinaria de la que seguimos dependiendo-; (…) la penalidad moderna no se atreve ya a decir que castiga crímenes, pretende readaptar a los delincuentes’ (‘Vigilar y castigar’, Edit. Siglo XXI, Madrid 1975, contraportada)
Y, como sabemos, cuando el supuesto ‘crimen’ es ideológico, como es el atribuido a los independentistas catalanes, a los periodistas mexicanos, a Pablo González (si bien, en este caso, por el oscurantismo, no sabemos si quiera si hay caso), los responsables (o, mejor dicho, los irresponsables) los llevan al subsuelo profundo y sólido, cuando no los puede matar impunemente.
Y en el caso concreto de Pablo González, vemos que Pedro Sánchez sigue con su habitual falta de transparencia, esa es su tónica (ocultar lo que le incomoda o no le interesa que se sepa, especialmente si le impide ponerse una medalla) y, dada su modificación de los secretos oficiales, quizás, dentro de 50 años, prorrogables otros 10, nuestros nietos podrán saber que maniobras sucias ha cometido nuestro Pinocho, y a cambio de qué. Pero, ya no interesará a nadie, claro. Ese es su tramposo juego.
Y ya que hablamos de Pablo González, no olvidemos tampoco que el rapero Pablo Hasél (Pau Rivadulla i Duró), de 34 años, sigue encarcelado por injurias a la corona y enaltecimiento del terrorismo. Otra de las numerosas vergüenzas del reino de España.