Todos sabemos que la mentira es un mecanismo habitual en nuestro comportamiento, como defensa o como ataque, para hacernos valer o para desmerecer al opositor, etc.; y esa estrategia es independiente del nivel social o cultural; es transversal a lo largo de toda la historia.
Últimamente, con ese afán de querer aparentar una ultra modernidad, a la mentira se le ha llamado posverdad (post-verdad), expresando que lo que queda atrás, es decir, la verdad, la objetividad, la realidad, ya no interesan, son irrelevantes. En la actividad política, la posverdad busca las emociones, que ‘algo que aparente ser verdad, pase a ser más importante que la propia verdad’.
Aquí, en el reino de España, siguiendo la épica quijotesca, una de las muestras de esa estrategia, la tenemos con la llamada ‘geometría variable’, superando, de ese modo, la geometría euclidiana, así es el ‘made in Spain’ (aunque no sea exclusivo).
Mediante la citada geometría variable, los partidos políticos pactan diferentes leyes o proyectos, con un partido, y otras leyes o proyectos, con otro partido, aunque sea su opositor a nivel general. Ese mecanismo de pactos variables, que nos pretenden vender como una virtud estratégica, no deja de ser más que una burda estafa del programa electoral, obviamente, pues es un abandono de determinada línea política, por meros platos de lentejas puntuales.
Y haciendo un cóctel explosivo, juntando las mentiras con la geometría variable, tenemos un producto mucho más dañino que el ideado por Viatxeslav Mikhàilovitx Mólotov (1890-1986). Y esos daños mayúsculos los vemos, por ejemplo, en los pactos de gobierno, es decir, tras las elecciones, en el momento de conformar un gobierno minoritario.
Pedro Sánchez, en noviembre del 2019, se comprometió con Pablo Iglesias, de Podemos, así como con ERC, EH Bildu, etc., para conformar un gobierno de coalición y un programa de actuación; igualmente, Pere Aragonès, en mayo del 2021, pactó con Junts y la Cup. Pero, ambos, una vez confirmados en sus respectivos puestos de presidentes, poco a poco se fueron olvidando de los pactos que les llevaron al poder. Siempre encuentran argumentos para justificarse. Y en eso los políticos tienen ‘la mano rota’, son maestros de decir blanco, después negro, y al final, nuevamente blanco, si les conviene. Recordemos que Pedro Sánchez había dicho, durante la campaña electoral, que él no podría dormir tranquilo teniendo un gobierno de coalición con los de Podemos, y después se tragó sus palabras, olvidándolas, y tan tranquilo. Igualmente pasó con el acuerdo con ERC sobre la mesa de diálogo, que ha ido diluyendo con el tiempo, según sus propios intereses electorales.
La mayoría de políticos, con honrosas excepciones, siguen el ideario de Groucho Marx: ‘Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros’.
Asimismo, todos sabemos, también, qué, como dijo el poeta Jean Cocteau (1889-1963): ‘Un vaso medio vacío de vino es también uno medio lleno, pero una mentira a medias, de ningún modo es una media verdad’.
En ese sentido, es preciso señalar el siguiente ejemplo:
Hoy, en el congreso de diputados, Pedro Sánchez presenta su decreto energético; pero tan sobrado va, que se ha permitido estar ausente, para efectuar una gira por diferentes países latinoamericanos para hacer el ‘machito’.
Pues bien, ese decreto que, según Sánchez, es tan importante para cumplir con las líneas marcadas por la UE, en lugar de prepararlo y negociarlo previamente con los diferentes partidos, ha esperado al consejo de ministros de esta semana, a pocos días de la entrada en vigor fijada (1 de setiembre), y, lo que es más grave, lo ha convertido en una macedonia, como le dijo Miriam Nogueras (portavoz de Junts), pues además de incluir las preceptivas referencias a los topes de los termostatos, de la iluminación de los comercios, de la bonificación del transporte público, becas a estudiantes, bonificación a transportistas, etc., incluyó dos aspectos, que nunca deberían haberse incluido en ese gran paquete y, en todo caso, ser tratados de forma específica e individualizada.
El primero, es la modificación legal para agilizar el pago del rescate de las autopistas radiales de Madrid. Y el segundo, la compensación de 1360 millones de € al sector eléctrico por la reducción de ingresos derivada de la suspensión del impuesto al valor de la producción eléctrica. El portavoz del PSOE, Patxi López dijo ‘que esas cuestiones colaterales las han incluido, ya que el gobierno ha de pagar lo que debe’.
Así, el gobierno intenta colar ambos temas; y al partido que vote en contra del gran paquete, le acusa de no querer beneficiar a los ciudadanos, o de no querer cumplir las instrucciones europeas. Y, lo triste, es que ese chantaje está funcionado, y dentro de unos días veremos que el proyecto de ley será aprobado.
Esta forma de proceder chantajista, propia de los mafiosos, no es más que el procedimiento de gobernar de Pedro Sánchez: en base a las mentiras. Siempre encuentra grandes excusas para todo, antes, fue la pandemia, ahora, la invasión de Ucrania. Para Sánchez, Putin es el culpable de todo, incluso de la subida de las tarifas eléctricas, si bien todos sabemos que esa carrera alcista empezó en el verano del 2021, y la invasión rusa de Ucrania empezó el 24 de febrero de este año 2022, es decir, 8 meses antes del inicio de la invasión. Es cierto que esa guerra ha encarecido el gas, el trigo, etc. Pero España, como Portugal, es más dependiente del gas argelino (y la traición al pueblo saharaui fue otro de los grandes errores de Sánchez, y dentro de 50 años nuestros nietos sabrán a cambio de qué ha sido esa traición), pero, mientras tanto, estos años pagaremos la consecuencia de esa traición.
Visto todo ese galimatías, esa forma de actuar, vemos que es correcta la definición del citado G. Marx: ‘la política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados’, así que, siguiendo con ese genio: ‘¡Oiga! La próxima vez que lo vea, recuérdeme no saludarlo’.
Si la función y el ejercicio político no fuera una cosa sumamente seria, contrariamente a lo que parece o nos hacen parecer, sería tan cómica como la escena de los hermanos Marx y su diálogo surrealista en ‘Una noche en la ópera’ (1936):
Groucho trata de fichar al tenor Ricardo Baroni (Zeppo), y para ello se entrevista con su representante (Harpo), para discutir el contrato:
‘’Haga el favor de poner atención en la primera cláusula porque es muy importante. Dice que … la parte contratante de la primera parte será considerada como la parte contratante de la primera parte. ¿Qué tal, está muy bien, eh?
No, eso no está bien. Quisiera volver a oírlo.
Dice que … la parte contratante de la primera parte será considerada como la parte contratante de la primera parte.
Esta vez creo que suena mejor.
Si quiere, se lo leo otra vez.
Tan solo la primera parte.
¿Sobre la parte contratante de la primera parte?
No, solo la parte de la parte contratante de la primera parte.
Oiga, ¿por qué hemos de pelearnos por una tontería como ésta? La cortamos.
Si, es demasiado largo. ¿Qué es lo que nos queda ahora?
Dice ahora … la parte contratante de la segunda parte será considerada como la parte contratante de la segunda parte.
Eso sí que no me gusta. Nunca segundas partes fueran buenas. Escuche: ¿Por qué no hacemos que la primera parte de la segunda parte contratante sea la segunda parte de la primera parte?
Efectivamente, siguiendo con G. Marx: ‘Es mejor estar callado y parecer tonto, que hablar y despejar las dudas definitivamente’; pero ese refrán Pedro Sánchez, y muchos otros, no lo saben o no se lo aplican, ya que, imbuidos por su narcisismo, se creen superiores al resto.
Pero en realidad, todos, todos, buscamos la popularidad, y eso, en nosotros, lo consideramos positivo, al menos como no negativo. Pero en los otros, lo consideramos, despectivamente, como populismo, como estrategia demagógica.
Por todo eso, debemos intentar ser coherentes, y actuar de forma moral, ya que, ‘Más vale ser vencido diciendo la verdad, que triunfar por la mentira’ (Mahatma Gandhi, 1869-1948)