Si bien tras el dictamen del comité de derechos humanos de la ONU, manifestando que nuestros líderes políticos vieron violados sus derechos de representación con anterioridad al juicio, salieron diversas ministras, como ya comenté en un escrito anterior:
- Raquel Sánchez (ministra de transportes): ‘El gobierno respeta escrupulosamente todas las decisiones del comité de derechos humanos de la ONU, si bien, las resoluciones judiciales en España se emiten ajustadas a derecho y ajustadas a ley (…) de todos modos, expresó la disposición del ejecutivo para atender a esa resolución y a mejorar la legislación y que sea equiparable a los estándares de todas las legislaciones más avanzadas en ese sentido’
- Y Yolanda Díaz (vicepresidenta segunda): ‘La apuesta del gobierno por el diálogo y los indultos con el independentismo catalán, es el camino correcto (…) el diálogo es la única salida’
Ayer, viernes, tuvimos la postura oficial del gobierno, pues, según expresó el ministro de la presidencia, Félix Bolaños:
‘El gobierno leerá y estudiará la resolución de la ONU, pese a no ser vinculante, pero lo importante es superar el conflicto desde el diálogo. Lo importante es que se ha abierto una nueva etapa en Catalunya, basada en el acuerdo entre las partes, para hacer política de verdad, útil, que lleve a superar una etapa pésima en la historia del país y que no llevó a ninguna parte’.
Es evidente que el gobierno no piensa hacer caso del dictamen de la ONU, y nos quieren confundir, ya que esa resolución se refiere a la violación del derecho de representación en el congreso de los diputados, por parte de Junqueras, Romeva, Rull y Turull, elegidos el 21 de diciembre del 2017, y que perdieron su condición de parlamentarios, de acuerdo con la ley de enjuiciamiento criminal, en 2018, es decir, por la injusticia española.
Y lo que requiere la ONU al estado español, es que en un plazo de seis meses informe de las medidas correctoras y de resarcimiento establecidas, para respetar el artículo 25 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, que data del 1966, y que España suscribió.
No se trata de ‘mezclar churras con merinas’ (la lana de las ovejas merinas es más preciada que la lana de las ovejas churras), como hace Bolaños, ya que ni el ‘diálogo’ ni la situación actual, no tienen nada que ver con lo que dictaminó la ONU.
Conocemos y estamos cansados de la forma de gobernar de Pedro Sánchez, y éste es un ejemplo más de pervertir la realidad, para acomodarla a su gusto, para intentar quedar bien siempre, utilizando, para ello, todos los medios de comunicación institucionalizados y los que comen del pesebre. Y, de ese modo, Sánchez se mira su ombligo y se gusta:
‘Como hacían unos monjes ortodoxos griegos del siglo IV, que rezaban con la mirada en dirección a su ombligo, ya que creían que era el centro del cuerpo y el nexo de unión con la vida. De ellos se deriva la palabra ‘onfalopsiquista’, que se aplica a quien está obsesionado consigo mismo, aquel que confunde la vuelta de su ombligo con la del universo’.
(Irene Vallejo, ‘Algú va parlar de nosaltres’, pág. 113)
Asimismo, de ese modo, Pedro Sánchez, muestra su complejo de Procusto, al que me referí en un escrito del año anterior, para castigar a los disidentes independentistas:
‘En la mitología griega, Procusto, también conocido como Damastes, cuyo nombre significa el estirador, era un bandido del Ática (península griega), hijo de Poseidón, dios de los mares, de enorme estatura y fuerza’
(Wikipedia)
‘Procusto regentaba un hostal próximo a Atenas, en el que acogía amablemente a los viajeros solitarios. Mientras dormían, entraba en su habitación y los ataba a la cama. Si eran muy altos y sobresalían del colchón, les cortaba los pies; si eran bajos, los estiraba hasta desencajarles los huesos. Sólo el héroe Teseo consiguió vencer a aquel criminal.
(…) La psicología contemporánea utiliza la figura del hotelero asesino como símbolo del rechazo a la diversidad. El síndrome de Procausto define aquellos que fuerzan los hechos para ajustarlos a sus moldes. Padecen este complejo las personas que intentan mantener una ilusoria uniformidad en nombre de la cual las divergencias son mal vistas y castigadas’.
(Irene Vallejo, Ídem, pág. 77)
Así, Pedro Sánchez y todo el estado español, se sienten satisfechos, eliminando a los que no queremos ajustarnos a sus medidas.
Y, evidentemente, haga lo que haga, Pedro Sánchez se considera impune defendiendo las tesis del príncipe escita Anacarsis (s. VII-Vi a. C.), en su respuesta al legislador y poeta Solón (683 c. C.- 558 a. C.), según contó el historiador Plutarco de Queronea, (46-120 d. C.):
‘Las leyes son simples telarañas que atrapan las moscas y dejan pasar a los pájaros. Las leyes enredan un poco, pero el que es grande las rompe y se escapa
(Irene Vallejo, Ídem, pág. 258)
pues sabe, perfectamente, que el estado español tiene una arquitectura legislativa – policial – administrativa, que permite que los pájaros y pajarracos unionistas salgan impunes (lo vimos con todos los falsos y mentirosos testigos del juicio farsa contra nuestros lideres), pero se ceban contra los mosquitos independentistas (unos 4200 en trámites o pendientes de juicio)
Y así, Pedro Sánchez sigue tan tranquilo, mirándose el ombligo (con su onfalopsiquismo, como he comentado), y todo su gobierno, directores generales, y todos sus amigos colocados, por su propio interés personal (más que partidista), siguen la práctica de los citados monjes griegos, y perpetúen el hesicasmo (que viene de la palabra griega Hesychia, que significa ‘sosiego divino’.
Ese movimiento místico bizantino aconsejaba a sus fieles que rezaran mirándose el ombligo, como he dicho. Y, en este caso, el ombligo es Pedro Sánchez, que a su vez se mira el suyo propio.
Y así nos va.
Ellos, con el sosiego divino que les da ser disciplinados y obedientes acríticos de su jefe, y nosotros, los independentistas, perseguidos y ninguneados.
El ónfalo (omphalós), era una piedra religiosa del templo del oráculo de Delfos, para enrollar los pergaminos o como vaso votivo; pero aquí, como sabemos, ese ombligo es la protuberancia de Pedro Sánchez, una cosa tan mundana como las churras y las merinas, por mucho que se crea que es algo único.
Y, más triste todavía, es querer contagiarse, o dejarse contagiar por ese ‘sosiego divino’, como está haciendo ERC; por eso, tenemos mucho trabajo que hacer, los que realmente queremos ver la República Catalana más pronto que tarde.