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Bolcheviques y Mencheviques en el independentismo catalán

Amadeo Palliser Cifuentes
Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

Me parece preciso aclarar que, para este escrito, utilizo los términos de las fracciones del partido obrero socialdemócrata de Rusia (POSDR) de principios del siglo XX y algunas de sus características, para hacer un mínimo paralelismo de ambos movimientos políticos con la situación del independentismo catalán actual, sabiendo que, efectivamente, la distancia histórica y criminal por parte de todos en aquellas décadas de primeros del siglo pasado, por fortuna, para nosotros, es muy diferente. Aún así, me parece que puede ser ilustrativo el ejercicio del paralelismo en cuestión, ya que hay elementos psicosociales invariables.

Y antes de efectuar el paralelismo, seguidamente hago una breve síntesis histórica, a modo de recordatorio, basándome, para ello, en diferentes entradas de la Wikipedia:

En el segundo congreso del citado partido obrero socialdemócrata (POSDR), celebrado entre Bruselas y Londres, en 1903, se evidenció la existencia de dos fracciones diferenciadas ideológica y estratégicamente:

  • Mencheviques (menshevikí) que significa miembro de la minoría del citado POSDR,
  • Bolcheviques (bol’shinstvo), que significa miembro de la mayoría de ese mismo partido.

Esos motes provienen del resultado de la elección del comité central y del comité de redacción del periódico Iskra que, sin embargo, poco después del congreso quedó en manos de los mencheviques.

Esas dos fracciones ‘convivieron’ entre 1903-1918.

El líder de los bolcheviques fue Vladímir Ilich Uliánov (Lenin), que, en el citado congreso, presentó las siguientes propuestas:

  • la lucha por la dictadura del proletariado,
  • la alianza de la clase obrera con el campesinado contra la burguesía,
  • liquidación de latifundios,
  • reconocimiento del derecho de autodeterminación de las naciones oprimidas por Rusia,
  • etc. 

Por parte de los mencheviques, sus líderes fueron Yuli Mártov y Pável Axelrod. Esta fracción nunca llegó a formar un movimiento cohesionado en ideología y organización. Sus dirigentes a menudo disentían entre sí, y se hallaban en ocasiones más cerca de los bolcheviques, principales rivales por el respaldo de la clase obrera, que de otros mencheviques y variaron su postura sobre asuntos fundamentales en diversas ocasiones.

Muy activos en la organización de los sóviets, especialmente del Sóviet de San Petersburgo, durante la Revolución de 1905, tras el fracaso de ésta, abandonaron la idea de la lucha armada, se centraron en tratar de formar un partido legal y abogaron por una liquidación progresiva del zarismo mediante una revolución burguesa, en la que el tercer estado compartiera el poder.

(…) Convencidos de la imposibilidad de que el proletariado ruso tomase el poder en solitario y de que una revolución socialista prematura conduciría a la guerra civil y a su derrota, cooperaron con el nuevo Gobierno provisional y trataron de moderar las exigencias de la población. Ingresaron en el segundo gabinete y trataron en vano de evitar la polarización social. Incapaces de conjugar lo que consideraban intereses del estado con las reformas anheladas por sus seguidores (…) el partido cayó en la parálisis.

(…) Tras la revolución de Octubre, y hasta la disolución forzosa de la asamblea constituyente por los bolcheviques, los mencheviques trataron de mediar y de llegar a un acuerdo pacífico, pretendiendo elecciones que les devolviesen la influencia perdida en 1917.

(…) Como reacción a las victorias electorales de la oposición, el gobierno bolchevique produjo una gran represión, clausuró la prensa de la oposición, arrestaron a sus dirigentes y expulsaron a los mencheviques del comité ejecutivo central ‘pan-ruso’. (…) el partido menchevique fue prohibido en 1921.

Como se puede ver, siendo osados, podemos hacer algunos paralelismos con el movimiento independentista catalán:

El origen de las dos fracciones rusas, se iniciaron en el congreso realizado en 1903 en un almacén de Bruselas, donde se reunieron 43 delegados del partido socialdemócrata, para controlar el periódico Iskra, órgano de expresión del partido marxista clandestino.

El propio Lenin, en su crónica de los hechos reflejada en ‘Un paso adelante, dos atrás’ (1904), escribió: ‘Hemos escuchado cascadas de ardientes y enardecidos discursos, calentones hasta el punto de la irresponsabilidad (…) habladurías y cotilleos en todos los bandos (…) Para mí resulta indecente y reprobable ir por ahí difundiendo cotilleos fuera del Congreso sobre las cualidades personales y las acciones de los miembros…’

Me parece ilustrativa la lucha por el control del citado Iskra, ya que, en la actualidad, el control de los medios de comunicación (TV3, la televisión catalana) y los medios subvencionados, asumido ahora por ERC, es determinante, pues dirigir el relato, es más interesante que el propio relato en sí mismo.

El exdiputado Álvaro Dante Fachín, uno de los periodistas censurados ahora en TV3, lo ha expresado de una forma muy clara.

Que los 43 delegados se centraran, prioritariamente, en el control de los órganos del partido, refleja el interés partidista, por encima del interés generalizado de la población que, así, queda en segundo lugar. Y esto en la actualidad, también lo estamos viendo, y el próximo año 2023, con las elecciones municipales en mayo, y las generales a final de año, aún se potenciarán. Y todo esto no deja de ser una gran merma, un fallo democrático, que deberíamos superar. No es moral despolitizar los medios de comunicación (por el pan y circo), y menos sabiendo que todos los medios de comunicación española están tremendamente politizados contra todo lo que es catalán.

Los chismes y cotilleos para filtrar de forma interesada y manipulada lo tratado en ese congreso, también es una moneda de uso corriente, como sabemos y sufrimos todos.

El dictamen de los acuerdos, según Lenin: ‘Un paso adelante y dos atrás’, es, también, el pan nuestro de cada día, como consecuencia de no tener una hoja de ruta clara.

La aparición de dos agrupaciones políticas y sociales de importancia (bolcheviques y mencheviques), de forma clara, salvando las enormes distancias ideológicas citadas, pero tomadas como fenómeno sociopolítico, pueden ‘asimilarse’ a nuestros principales partidos independentistas (ERC y Junts).

Los citados partidos rusos, de filiación marxista, eran opuestos al gobierno del Zar Nicolás II; aquí también, nuestros partidos mencionados, son de filiación independentista, y opuestos al gobierno central español.

Los bolcheviques representaron la fracción radicalizada, mientras que los mencheviques la moderada. En nuestro caso, en este momento (pues todo cambia), ERC se asimilaría (en este ejercicio trapecista) a los mencheviques y Junts a los bolcheviques.

Lenin quería ser, y fue, el gran ideólogo del comunismo soviético (a pesar de que no existía la unión militante de los bolcheviques, sino una disparidad de posturas, diferencias y debates), en contra de otras alternativas moderadas, como la del menchevique Lev Trotski, inicialmente bolchevique, (por cierto, asesinado en 1940, en México, por el catalán Ramón Mercader, espía estalinista – bolchevique-).

Esa dispersión dentro de los bolcheviques, contrapuesta a la relativa mayor cohesión en los mencheviques (debido al apoyo de la burguesía), me parecen elementos que confirman la asignación mencionada con Junts y ERC, que he citado.

Los mencheviques tenían como ideal, alcanzar la socialdemocracia primero, que modernizara la Rusia agraria y potenciara la industrialización y después, instaurar el socialismo (tesis más cercana a las teorías de Karl Marx). Por su parte, los bolcheviques eran partidarios de una oposición radical ante el zarismo imperial y la democracia burguesa, lanzándose de cabeza a la instauración del régimen socialista.

Y este ‘pragmatismo’ es el que podríamos asimilar a ERC, en contraposición a la ‘mayor radicalización’ de Junts. Atendiendo al refrán ‘seny i rauxa’ (cordura y arrebato), en este momento, el primer término sería más aplicable a ERC, mientras que el segundo a Junts.

Mientras que los bolcheviques abrazaron una ofensiva insurreccional armada contra la monarquía y el orden social instituido, los mencheviques se negaron a participar en acciones extremistas y conspirativas, temiendo que eso sólo justificaba la represión del partido y los alejara de las clases medias, que veían como un aliado necesario contra el zarismo.

Prescindiendo de las insurrecciones armadas, pues, afortunadamente, en Catalunya todos somos pacíficos, podemos observar que igual que en ese momento en Rusia, aquí también Junts es más partidario de la acción directa (si bien pacífica), mientras que ERC es partidario de la ‘conllevancia’, del diálogo, para no perder, presuntamente, el apoyo de la burguesía, como los mencheviques, que pretendían una revolución dirigida por los burgueses, y mantener, así, el sistema capitalista. Los mencheviques deseaban que el pueblo ayudara en la realización de la revolución, pero solo eso, pues, más adelante, los programas irían más encaminados a ayudar al sistema burgués.

No debemos engañarnos, todos sabemos que, en realidad, tanto Junts como ERC son partidos de derechas, pues, a mi modo de ver, todos los partidos que se consideran de centro, en realidad son de derechas; por mucho que ERC se esfuerce diciendo que ellos son de izquierdas, y los de Junts de derechas. Sabemos que ERC es partidario de pactar con los socialistas y los comunes, como si eso ya fuera una pátina de izquierdismo, y no es verdad. La verdadera izquierda aquí no existe, en todo caso, lo es la CUP.

Espero que el paciente lector que haya llegado hasta este punto, vea el cierto paralelismo que he pretendido exponer; pero no por un afán meramente de ‘divertimento’ ni de mero entretenimiento, si no, para extraer algunas conclusiones que nos puedan servir pedagógicamente.

Entre ellas, la necesidad de la unión, de superar intereses partidistas, que únicamente sirven para fortalecer los egos de los líderes y potenciar las propias estructuras de sus respectivos partidos, para ‘salvaguardar’ sus intereses personales y partidistas.

Le necesidad de un compromiso con la población independentista, que no aceptamos ‘dar un paso adelante y dos atrás’, más bien ‘un paso atrás, para coger fuerzas, y después dar dos pasos adelante’. Pues, en realidad, todos somos partidarios del derecho de autodeterminación de los pueblos, como fijaron los bolcheviques.

La mencionada unión, responsable, debería evitar todo tipo de descalificaciones, que tanto abundan en estos días, igual que los cotilleos que denunciaba Lenin. Y eso sería muy positivo.

Nadie debería querer imponer SU relato, éste debería ser único y fijado claramente: la independencia, cuanto antes mejor. Y, en este sentido, no me parece de recibo el argumento de Oriol Junqueras (ERC) diciendo que ‘el tiempo es una variable dependiente de la fuerza colectiva’. Todo es dependiente, pues todo es interdependiente. Si se dilata el tiempo una generación, por ejemplo, se perderá la fuerza; no se sumará, se restará.

Pero, lo más importante de todo, es tener las ideas claras; y en este sentido, el encastillamiento en un falso diálogo no ayuda en absoluto.

Todos somos partidarios de solucionar todo tipo de problema mediante el diálogo, pero, como ya he repetido muchas veces, el estado español no permite un verdadero diálogo, pues poner líneas rojas, vetar temas, y dilatar hasta el infinito el diálogo, para no deteriorar su potencial de votos en el resto de la península, no deja de ser una trampa para elefantes.

Por eso, a mi modo de ver, sólo queda el camino de la confrontación directa, democrática y pacífica, siguiendo el esquema que propuse ayer, u otro, ya que hay muchas formas para forzar a Pedro Sánchez y al estado que representa.