Efectivamente, ahora que estamos cerca del día de los muertos, es el momento apropiado para declarar difuntos los partidos independentistas catalanes y, personalmente, no les deseo que descansen en paz (requiescat in pace), pues no se lo merecen.
Ayer tuvimos la puntilla final, pues:
Desde el 2017 ERC nos defraudó con su giro autonomista, últimamente más descarado y desvergonzado.
Estas últimas semanas, Junts está dando un espectáculo de división, por su decisión de salir del gobierno de la Generalitat, y ahora por el show vergonzante del diputado Francesc de Dalmases, por su abuso de poder ante una periodista y sus posteriores falsedades; y, desgraciadamente, en todo momento apoyado por la presidenta del Parlament cesada, Laura Borràs, que no ha sabido o podido ser objetiva, por lo que su capital político se está evaporando a marchas forzadas.
Y como es habitual en todas las estructuras, cuando un sector muestra sus debilidades, sus oponentes (internos y externos) huelen a sangre y salen raudos todos los vampiros. Y, obviamente, esas luchas cainitas, si no se superan de forma efectiva y clara, se enquistarán y reaparecerán con la menor excusa; y todo apunta que pintan bastos.
La CUP, siempre ambigua, al anteponer las mejoras sociales al independentismo, pero sin comprometerse en nada, también nos dio una muestra clara de su rendición al poder central, con la vuelta de su líder Anna Gabriel y sus declaraciones posteriores.
La actitud del president de la Generalitat, Pere Aragonès que, tras quedarse en minoría parlamentaria (33 diputados de 135), ‘reforzó’ su gobierno en solitario con personajes del PSC/PSOE (Joaquim Nadal), Podemos/Comunes (Gemma Ubasart), Convergéncia i Unió (Carles Campuzano) y una ‘representante’ de los exiliados (Meritxell Serret); todos ellos personajes que apenas se representan a sí mismos, ya que sus respectivos partidos los tenían marginados, o ya habían roto su filiación. Y, algunos de ellos, claramente autonomistas.
Pero Aragonès, de ese modo, pretendía dar una imagen de ampliar las bases de su apoyo; su falso mantra de ampliar las bases, sin reconocer que, con ello, se pierde la propia identidad independentista.
Y ayer, la gota definitiva, el fichaje, por parte de Aragonès, de la ex diputada de la Cup, Mireia Boya, como directora general de calidad y cambio ambiental.
Evidentemente, a nivel personal cada uno es responsable de sus actos. Y, Boya tiene la titulación y conocimientos técnicos precisos, pero, sin haber desarrollado nunca un puesto ejecutivo, entrar, directamente, como directora general, pasando por delante de otros funcionarios de esa dirección que, seguramente tienen similar nivel de formación, a la que suman experiencia en su función, deja mucho que desear. Otra cosa es ‘aterrizar’ en puestos políticos, como conseller o ministro, pero los puestos técnicos, a mi modo de ver, requieren seguir el escalafón.
Pero, aún así, eso no es lo más grave, pues, me supera que una persona como Boya, que, según todos sabemos y la hemeroteca confirma, siempre había sido crítica con la política de ERC, por su dilación autonomista; ahora, ‘caiga’ en la tentación de aceptar un puesto relevante en su estructura de gobierno. Y eso sólo puede entenderse por el deseo de asegurarse un notable sueldo, a pesar de que deje su ética y moral a ras de suelo. Personajes así han perdido su crédito político personal de golpe, así que, en el futuro, ya no podrá dar lecciones de moralidad, y mejor que no se preste a seguir participando como tertuliana en ningún medio.
Está claro que, vista esta situación, Aragonès tendrá un gobierno de cadáveres políticos, que dudo que le sirvan para ampliar sus bases. Y si esa es la estrategia diseñada por su mentor y presidente de ERC, Oriol Junqueras, tela, mejor que se dedique a su materia, a la historia, y, preferiblemente, a la del Vaticano.
Si Junqueras pensaba pasar a la historia como el president Lluis Companys (1882-ejecutado en 1940) del siglo XXI, que se lo haga mirar. En todo caso, podrá equipararse a Marco Junio Bruto (85 a. C.-42 a.C.), el senador hijastro de Gaius Iuluis Caesar (Julio César) (100 a.C.-44 a.C.), que participó en la conspiración y asesinato de su mentor y emperador, en los idus de marzo de 44 a.C.; como, salvando las distancias, ha intentado hacer Junqueras con Puigdemont.
Ante esta perspectiva, los independentistas de base nos vemos más que defraudados, traicionados, por todos ellos, que anteponen sus intereses personales a la independencia de Catalunya. Estamos decepcionados por ese permanente idus de marzo, esos días aciagos o fatídicos.
Los idus eran fechas significativas en el calendario romano clásico (lunar), y correspondía con el día 13, excepto los meses de marzo, mayo, julio y octubre, que era el 15. Pero ese vocablo se generalizó con los ‘idus de marzo’, por la fecha del asesinato de César. Cada mes comenzaba con el día de las kalendas (inicio del ciclo lunar), luego venía el día de las Nonas (cuarto creciente exacto), y por fin, el Idus (origen del plenilunio).
El escritor Joan Sales i Vallès (1912-1983) dijo: ‘Desde hace 500 años los catalanes hemos sido unos imbéciles. ¿Se trata, entonces, de dejar de ser catalanes? No, si no de dejar de ser imbéciles’.
Ese escritor también dijo: ‘Prefiero más un hombre bueno sin talento, que uno listo y desalmado. Supongo que como todos’.
Pues bien, los independentistas catalanes de base, cansados de ser imbéciles, decepcionados por unos idus de marzo tan largos e inacabables, que no vemos como origen de plenilunio ni de nada, actualmente, sólo tenemos a Carles Puigdemont y sus compañeros eurodiputados exiliados (Ponsatí y Comín) y con Puig (exiliado, pero no eurodiputado), que, siguen actuando como hombres buenos con talento; estamos muy hartos de los listillos desalmados que nos rodean.
En momentos de mayor pesimismo, me pregunto, personalmente, si tiene algún sentido seguir manifestándonos, con las diferentes modalidades que sigue cada pequeño colectivo irreductible; o si es mejor dejarlo todo, irme a la isla de Tonga, para ver el famoso volcán Hunga Tonga, o cortarme las venas como Séneca (4 a. C.- 65 d.C.), que dijo, entre otras cosas: ‘las obras se tienen medio terminadas cuando se han comenzado bien’, y, ahora vemos que no empezamos bien.
Pero, superado ese relámpago de gran pesimismo, me animo y animan a seguir, a confiar que, aunque parezcan inútiles esas minúsculas e invisibilizadas manifestaciones, tienen su utilidad, como la gota malaya (*), pues, como dijo Séneca: ‘languidece la virtud sin adversario’ y ‘no hay mayor causa de llanto que no poder llorar’.
(*) la llamada gota china o tortura de la gota de agua, erróneamente se confunde con la bota malaya, por su homofonía; la bota malaya era un instrumento de tortura consistente en unas botas de madera o de metal que se van haciendo pequeñas con los pies dentro, rompiendo los huesos.
El citado Séneca también dijo, que ‘no hay viento favorable para el que no sabe adónde va’, ‘no existe ningún gran genio sin un toque de demencia’, ‘quien da pronto, da dos veces’, etc.; y confiamos que más pronto que tarde, la justicia de la UE dé la razón a Puigdemont, y, esa sentencia sea el golpe definitivo al carpetovetónico estado español.
No permitiremos que la profecía del infausto José María Aznar: ‘antes que España, se romperá Catalunya; antes se fracturará Catalunya que se romperá España’ (Sevilla, 5 de julio 2017).
Vemos que las luchas cainitas y personalistas, parecen darle la razón, pero una cosa es la clase política, y otra muy diferente el movimiento independentista de base; y, nosotros no nos peleamos, persistimos, así que, por mucha represión para que esa profecía, tramposa y antidemocráticamente se autocumpla, resistimos y resistiremos.
Sabemos donde queremos llegar y tenemos nuestro toque de demencia, así que seguiremos, pero conscientes de que los partidos actuales ya no nos representan.
Confío que la prometida lista cívica de la ANC, barra, definitivamente, a toda esa casta, y que se vayan a ganarse el pan con su trabajo, como todo el mundo, y que no esperen direcciones generales para ‘redondear’ sus actuales privilegiados ingresos, si no quieren acabar de destrozar su biografía.