Por lo menos, cuatro muertes violentas de personas LGBTTTI+ se han registrado durante el último mes en el Estado de México. Ello representa, sin duda alguna, uno de los periodos más peligrosos de los que tengamos noción en la entidad y por el cual, la exigencia de justicia se encuentra más vigente que nunca.
El 20 de octubre, Jessica «Z», una mujer trans, fue asesinada a balazos al interior de su domicilio en Ecatepec. El 10 de noviembre, el cuerpo de Carlos «N» de 18 años y abiertamente gay fue encontrado en Atlacomulco, luego de que se reportara su desaparición en Metepec desde el 5 de noviembre. El 12 de noviembre, Karen «S» de 21 años, mujer trans, activista e integrante Realitrans A.C., fue baleada mientras trabajaba en Toluca. Ese mismo día, Karina «N» de 20 años y abiertamente lesbiana recibió, por lo menos, cinco disparos, después de salir de un centro nocturno en La Paz. A estos casos se suma el asesinato, también con un arma de fuego de una mujer trans en la autopista México – Pachuca en Ecatepec.
A pesar de los avances en el estado, particularmente legislativos, en materia de protección a los derechos humanos de la diversidad sexual y de género, como el reconocimiento a la identidad de género, el matrimonio igualitario, la prohibición de las «terapias de conversión» y la tipificación de crímenes de odio, las personas LGBTTTI+ seguimos siendo discriminadas, excluidas e invisibilizadas. Los asesinatos de las personas LGBTTTI+, por ser quienes somos, representan, sin duda alguna, el extremo de la violencia en nuestra contra.
Jessica, Carlos, Karen y Karina no son un número más. Eran personas con sueños, ilusiones, metas y afectos, pero el odio les arrebató la vida, los prejuicios se interpusieron en su camino. Sus muertes son la consecuencia de los discursos de odio que diariamente escuchamos y de la grave omisión institucional y sistemática por parte del Estado para garantizar que gocemos de una vida digna, sin violencia ni
discriminación.