Siguiendo con la metáfora utilizada en mi escrito de ayer, en el que comparé el gobierno de la Generalitat con la orquesta (Wallace Hartley Band) del transatlántico RMS Titánic, que naufragó en su viaje inaugural la noche del 14 de abril de 1912; en el presente ampliaré un poco la comparación de esa metáfora, utilizando, para ello, un gran angular.
Es sabido que de los icebergs emerge solo una octava parte de su volumen total. Y, precisamente, los independentistas catalanes hemos podido constatar que el estado español muestra esa octava parte, mientras que el estado profundo (alegal) ocupa el resto, siete octavas partes. Y así nos va, claro.
Y un estado así, al ver peligrar su integridad, moviliza sus cloacas para realizar todo tipo de actuaciones ilícitas y antidemocráticas, como hemos sufrido desde 1714. Y, claro, desde el referéndum del 1 de octubre del 2017, esas fuerzas ocultas se desmadraron.
Unas fuerzas judiciales, policiales, militares, políticas, económico-financieras y de los principales medios de comunicación, que nos recuerdan los peores años del franquismo, como veremos por la frase mítica que comento a continuación:
El 12 de diciembre de 1946, la 59ª. reunión de la Asamblea General de la ONU aprobó la resolución 39.1 ‘sobre la cuestión española’, señalando:
‘En origen (…) el régimen de Franco es de carácter fascista (…) establecido gracias a la ayuda de la Alemania nazi de Hitler y de la Italia fascista de Mussolini (…) Existen pruebas incontrovertibles que demuestran que Franco fue, con Hitler y Mussolini, parte culpable en la conspiración de guerra contra aquellos países que finalmente en el transcurso de la guerra mundial formaron el conjunto de las Naciones Unidas.
(…)
La Asamblea General, convencida de que el Gobierno fascista en España fue impuesto al pueblo español (…) y está haciendo imposible la participación en asuntos internacionales del pueblo español con los pueblos de las Naciones Unidas, recomienda que se excluya el Gobierno de Franco como miembro de los organismos internacionales establecidos por Naciones Unidas o que tengan nexos (…) hasta que se instaure un gobierno nuevo y aceptable.’
El franquismo respondió al bloqueo internacional con una manifestación patriótica en la Plaza de Oriente, donde apareció una pancarta mítica del franquismo:
‘Si ellos tienen ONU nosotros tenemos dos’.
Una frase tragicómica, máxime cuando, según muchos historiadores, precisamente el asesino y dictador Francisco Franco tenía sólo un testículo. Pero así era y es la España carpetovetónica.
Y si el franquismo puro y duro se reflejó con esa frase, el tardo franquismo actual se reflejó en el:
‘A por ellos’
Potenciado y motivado por el infausto Felipe VI, ‘nieto’ político de Franco; ya que Juan Carlos I, fue considerado y se consideraba ‘hijo político’ del dictador.
En el Titánic, los avistamientos de icebergs fueron ignorados o no tomados muy en cuenta; en Catalunya, los primeros avisos también fueron desconsiderados; y, evidentemente, después ya fue tarde.
El iceberg impactó en el Titánic a las 23.40 h., y los daños iniciales no parecieron preocupantes; pero a las 00.10 h, efectuaron la primera llamada de socorro; siendo socorrido por el RMS Carpathia, que se encontraba a 58 millas (93 Km).
En Catalunya, el impacto fue el 1 de octubre citado, pero las imágenes de la violencia policial no motivaron ningún tipo de socorro, ningún estado, ni la UE, nos apoyaron. No tuvimos ni un estado con la moralidad y nivel democrático que emulara al Carpathia.
Haciendo un mal chiste, aquí no tuvimos ni un ‘Carpanta’, el personaje de El Pulgarcito, creado en 1947 por José Escobar Saliente (1908-1994). Carpanta era un pobre que en la postguerra buscaba comida.
Haciendo un símil entre el Titánic y Catalunya, podemos ver que:
El Titánic estaba dirigido por el capitán Edward Smith, un profesional de 62 años, un gran experto y el más respetado de su compañía. Igualmente, Catalunya estaba dirigida por un gran político, Carles Puigdemont, respetado por todos los independentistas catalanes.
En el Titánic, el presidente de la empresa operadora White Star Line, J. Bruce Ismay y sus principales ejecutivos y familiares, fueron acusados por su cobardía, al abandonar el barco los primeros, y fueron condenados al ostracismo.
En Catalunya, hemos visto que ERC, en su conjunto, fueron los primeros en abandonar el barco independentista (pactando con el estado la desmovilización y desmotivación), por lo que espero que también sean condenados al ostracismo político.
En el Titánic, apenas había botes salvavidas para 1178 personas, un poco más de la mitad de las que iban a bordo. En total murieron 1513, la mayor parte por hipotermia.
En Catalunya, no hubo salvavidas de ningún tipo, y los líderes, junto a otros 4200 responsables, han sufrido y sufren la represión. Y, la población en general, estamos sufriendo tal hipotermia, que nos tiene a la mayoría hibernados.
Hoy, 20 de noviembre, se cumplen 47 años del fallecimiento, en la cama, del dictador y asesino Francisco Franco; y, como comenté ayer, aún se hacen misas en su ‘memoria’.
Nuestra desgracia es que, tras esos 47 años, aun siga dominando un cierto neofranquismo, pues hemos constatado que ese espíritu carpetovetónico y cavernario, sigue controlando todas las estructuras de poder. La pseudo-democracia, que dicen que ‘nos dimos entre todos’, no deja de ser más que una pantalla del ‘atado y bien atado’ que, desgraciadamente, todos recordamos. Y los diferentes gobiernos del PSOE han sido incapaces o no han tenido interés en desmontar.
Sobre el particular, tanto Felipe González, como José Luis Rodríguez Zapatero, y ahora Pedro Sánchez, se han sentido ‘cómodos’ con el iceberg franquista que sigue flotando.
Y este iceberg es imperturbable al cambio climático; pues, como dice el himno de la falange, sigue ‘impasible el ademán’ (o, como vulgarmente se criticaba: ‘impasible el alemán’).
Es sabido que Democles (siglo IV a.C.) consideraba que el tirano de Siracusa, Dionisio I el Viejo, era feliz gracias a su riqueza, sus lujos excesivos y a su poder absoluto. Un día, el tirano, deseoso de escarmentar a Democles, le invitó a un banquete con toda clase de lujos, placeres y lujuria, pero justo encima del asiento destinado a Democles había colgada una espada sostenida solo por un pelo de crin de caballo, y le invitó a juzgar si aquello era felicidad. La espada representaba el peligro constante al que había de hacer frente el que tenía riquezas y poder. Inmediatamente a Democles se le quitaron las ganas de los apetitosos manjares y de las hermosas mujeres que había pedido, y marchó, diciendo que no quería ser tan afortunado. Este fue el origen de la leyenda de ‘la espada de Democles’.
Los demócratas querríamos que ahora, Pedro Sánchez, dejase de mirarse en su espejo mágico (como todo narcisista) y, en lugar a dedicarse a potenciar su imagen de ‘estadista’ internacional, atendiera responsable y éticamente el conflicto existente entre España y Catalunya. Que sintiera la responsabilidad y viera dicha espada sobre su cabeza.
Asimismo, en esa línea, los independentistas queremos que nuestros representantes políticos también sientan el peso de la responsabilidad ante los votantes.
Nuestro voto es esa espada.
Según el diccionario de la RAE, la ‘espada de Democles’ es una amenaza persistente de peligro. Y si nuestros representantes catalanes, y los españoles, no son justos y responsables, espero que les caiga encima y los parta en dos.