Nota previa: el tribunal constitucional sigue ‘estudiando’ su respuesta a la crisis con los otros dos poderes, el ejecutivo y el legislativo; así que, de momento, sólo se puede elucubrar, por lo que dejo para mañana este tema.

amadeopalliser@gmail.com
El libro del cuál he tomado el presente título, corresponde a unos textos reunidos por la Fundación del Campo Freudiano (Editorial Paidós, 1998); en esa compilación, el psicoanalista lacaniano autor de la editorial, Jacques-Alain Miller señaló:
‘Algo nuevo deseamos, de algo nuevo gozamos, pero ¿cuánto tiempo algo nuevo permanece nuevo? La respuesta la sabemos todos, como hombres contemporáneos: cada día algo nuevo se mantiene nuevo menos tiempo, se vuelve obsoleto cada día más deprisa. La aceleración de la decadencia de toda novedad puebla nuestro mundo cotidiano de objetos obsoletos que hay que tirar deprisa para reemplazarlos por el último modelo. En este punto preciso surge la inquietud del sujeto por no ser tan nuevo, por volverse él mismo obsoleto.
El culto de lo nuevo, de manera inexorable, hace del propio sujeto un objeto obsoleto, un desecho (…) El culto de lo nuevo supone también la conocida valoración de la juventud, un síntoma de la cultura de hoy. (…) Siempre se había aceptado envejecer, volverse viejo, pero hoy, debido a las posibilidades que nos ofrecen los productos de la ciencia, el rechazo a envejecer es claramente un síntoma social.’
(obra citada, pág. 15)
Ese síntoma, es decir: ‘la señal o indicio de algo que está sucediendo o va a suceder’ (RAE), la reflejó claramente el profesor y arqueólogo Eudald Carbonell i Roura en su última clase universitaria: ‘les he dicho a mis alumnos que escuchen muy bien lo que decimos los viejos, pero que no nos hagan caso, pues si se hace demasiado caso a las generaciones pasadas no hay evolución’.
(RAC1, 16 diciembre 2022).
Un viejo como yo (72 años), que no me considero obsoleto (si bien esa opinión deberían darla los jóvenes), creo que el momento actual se caracteriza por la carencia de líderes (políticos, culturales, etc.), y así nos va.
El etólogo Richard Dawkins escribió varias obras, entre ellas ‘El gen egoísta’ (1976) y ‘El relojero ciego’ (*) (1988), de las que he sacado varias ideas, para ‘utilizarlas’, con menos rigor, al aplicarlas, metafóricamente, a nuestro momento actual.
(*) título adoptado de una obra de Willian Paley, publicado en 1802, para demostrar la existencia de Dios (argumento del Diseño).
En la primera obra, señala:
‘Somos máquinas de supervivencia, autómatas programados a ciegas con el fin de perpetuar la existencia de los egoístas genes que albergamos en nuestras células’.
En la segunda obra, señala:
‘Aunque parezca lo contrario, el único relojero que existe en la naturaleza es la fuerza ciega de la física, aunque desplegada de manera especial. Un verdadero relojero tiene una previsión: diseña sus engranajes y muelles, y planifica las conexiones entre sí, con una finalidad in mente. La selección natural, el proceso automático, ciego e inconsciente que descubrió Darwin, y que ahora sabemos que es la explicación de la existencia y forma de todo tipo de vida con un propósito aparente, no tiene ninguna finalidad in mente. No tiene mente ni imaginación. No planifica el futuro. No tiene ninguna visión, ni previsión, ni vista. Si puede decirse que cumple una función de relojero en la naturaleza, ésta es la de relojero ciego’.
Pues bien, en base a todas estas ideas, y repensando su aplicación a nuestro momento presente, me parece que, realmente:
Estamos en un entorno dominado por charlatanes egoístas sin visión de futuro (salvo el suyo propio), sin imaginación ni planificación, es decir, de relojeros ciegos.
Ahora bien, esta percepción personal, a pesar de ser compartida con amigos y compañeros de mi generación, es evidente que no tiene apenas valor; el futuro ya no depende de nosotros. Se lo habrán de labrar y construir nuestros hijos y nietos, como muy bien señaló el mencionado arqueólogo Carbonell: ‘Que escuchen muy bien lo que decimos los viejos, pero que no nos hagan caso, pues si se hace demasiado caso a las generaciones pasadas no hay evolución’, pensamiento que repito, ya que es básico.
Y ese pensamiento me lo debería aplicar a mi mismo, ya que yo soy muy crítico por la falta de participación de la juventud en las manifestaciones de los últimos años. Si miramos cualquiera de las últimas efectuadas: la de la Diada (11 de setiembre) y la de disconformidad con los nuevos delitos de desórdenes públicos (6 de diciembre), por ejemplo, la media de edad de los participantes fue superior a los 60 años.
Obviamente, los jóvenes, las nuevas generaciones, deberán replantearse su futuro y, con toda seguridad, así lo harán en la forma y modo que estimen conveniente, está claro.
Es preciso señalar, asimismo, que no me refiero única y exclusivamente de la vejez cronológica, pues, por ejemplo:
- Pedro Sánchez tiene 50 años, pero ya lleva 29 años afiliado en el PSOE (desde 1993) y 18 años ocupando puestos de relevancia política (desde el 2004, de regidor en el ayuntamiento de Madrid)
- Pere Aragonès tiene 40 años, lleva 24 años afiliado a las juventudes de ERC (desde el 1998), portavoz desde el 2003; y diputado desde el 2006, con períodos intercalados de regidos en Pineda de Mar. En definitiva, 16 años en puestos de relevancia.
son perfectos ejemplos de disfuncionalidad.
A mi modo de ver es disfuncional que se llegue a la política sin tener un bagaje profesional previo y prolongado, que permita una visión de la realidad, de la cotidianidad. Y, asimismo, otro elemento disfuncional, es la práctica de carreras políticas tan prolongadas.
Profesionalmente, los expertos recomiendan cambios de roles que permitan reinventarse, que permitan potenciar la imaginación y la creatividad para desarrollar nuevas habilidades.
Y es sabido que las mayores e importantes aportaciones laborales de todo tipo, incluso las de investigación, suelen darse en los primeros años de ejercicio, pues, con el tiempo, y salvo excepciones, las estructuras acaban domando a todos los sujetos, y éstos acaban perdiendo sus colores variopintos, hasta acabar siendo estrictamente grises.
Y como señalé en un escrito anterior, considero que la política no es, o no debería ser, una profesión definitiva; debería ser transitoria, un honorable servicio a la ciudadanía durante unos años, a lo sumo 10.
Por eso considero que las largas carreras políticas son más bien ocupaciones. Así que, en estos casos, la mera continuidad, aunque sea escalando posiciones, no representa nada positivo en cuanto a creatividad ni imaginación, pues se mueven en un mismo caldo de cultivo basado en la adulación, las puñaladas traseras, los pisotones, etc.
Y creo que los de mi generación debemos seguir, persistir con nuestras ideas y estrategias, sin más. No podemos dejar de ser lo que somos y lo que pensamos. Y, evidentemente, debemos seguir siendo críticos con los ‘personajes’ momificados en las cúspides de todo tipo de poder.
Y obviamente, debemos confiar en la juventud, está claro, ellos harán evolucionar la situación y superarán los escollos que ahora nos frenan. Eso espero y en eso confío, aunque yo ya no lo vea.