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Trastorno afectivo estacional

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

Hay personas que presentan esa patología depresiva que, generalmente, empieza en otoño y se profundiza en invierno. Y haciendo una extrapolación acientífica, creo que los independentistas catalanes podemos asemejarnos a esos pacientes, pues nos adaptamos cíclicamente.

Siempre hemos hecho performances espectaculares, nos hemos crecido como nadie, hemos vivido jornadas históricas irrepetibles, modélicas, eufóricas y, después, hemos caído en el pozo depresivo más profundo, como los perfectos ciclotímicos, bipolares, ya que pasamos de la etapa maníaca a la depresiva, sin solución de continuidad. (La ciclotimia es una forma menor del trastorno bipolar)

Así, pasamos de la hipertimia (euforia elevada) a la hipotimia (estado depresivo), apenas sin pasar por la eutimia (estado de ánimo normal). Y, por eso, nuestras acciones y comportamiento viran como la veleta más voluble.

No hace falta rememorar mucho, ya que tenemos ejemplos muy actuales, por ejemplo, al conocer el catalangate, el mayor espionaje alegal e inmoral, mediante el Pegasus, nuestros políticos mostraron su mayor enojo con el gobierno de Pedro Sánchez, considerando que no se podrían tener relaciones con unos personajes que te espían, como era lógico y comprensible; pero, pasadas unas semanas y meses, ese enojo se olvidó rápido, y ya nadie se acuerda ni lo tiene en consideración, incomprensiblemente.

Ahora, ante la cumbre hispano-francesa, que Pedro Sánchez ha decidido efectuar en Barcelona (el próximo día 19), haciendo un gran alarde de prepotencia y de humillación del independentismo, todos los movimientos independentistas se están movilizando, mediante las redes sociales, para efectuar una manifestación ese día, para mostrar nuestro total desacuerdo.

Parece que ni Emmanuel Macron ni Pedro Sánchez se acuerdan ni quieren recordar, el nefasto Pacto de los Pirineos (7 de noviembre de 1659), para poner fin a la Guerra de los Treinta Años; nefasto para los catalanes, claro, pues pasaron a Francia el Rosselló, el Conflent, el Vallespir y una parte de la Cerdanya, en la vertiente septentrional de los Pirineos; y en 1660, por el Tratado de Llívia, pasaron también a soberanía francesa 33 pueblos del valle de Querol y del Capcir y, por su parte, Francia devolvió a Carlos IV el ducado de Lorena.

En el tratado se acordó que en Catalunya Nord se mantendría la vigencia de los ‘Usatges de Barcelona’ y sus instituciones al norte de los Pirineos, con sede en Perpinyà, pero esta parte del compromiso no fue respetada por el rey francés Luis XIV, que prohibió hablar en catalán en el ámbito público y oficial.

Pero no hace falta remontarse tan lejos para tener afrentas de España y Francia, dos estados jacobinos, radicalmente centralistas y centralizadores. Por eso, ante el menor problema independentista, obviamente, esos gobiernos se ponen de acuerdo y cierran sus filas.

Así, no es de extrañar que ambos dirigentes pasen olímpicamente de la historia, pues su nivel cultural no les alcanza para considerar esas ‘nimiedades’.

Y, en esa línea de fanfarrón barriobajero, Pedro Sánchez habla ‘ex cátedra’, y pontifica diciendo que el independentismo es una idea anacrónica, que el futuro está en el universalismo.  Y así, muestra su intolerancia respecto a Kosovo, por ejemplo.

Ante todo eso, ahora, los independentistas catalanes, nos movilizaremos, eso sí, los jubilados, pues el 19 será un jueves, un día laborable. Así, Pedro Sánchez podrá sacar pecho y dirá que los manifestantes habremos sido una minoría; y, en su absurda ilógica, se creerá su propia profecía, creyendo que se autocumple.

Y los independentistas catalanes, habremos estado dos semanas invadiendo todas las redes sociales con mensajes sobre la convocatoria de la manifestación, y soflamas contra los centralistas, y, durante unos días posteriores, estaremos satisfechos, eufóricos, por lo que consideraremos una nueva gran gesta de expresión y ratificación independentista. Y así, hasta que otro tema nos baje la moral, y volvamos a caer en el estado depresivo.

Por todo eso, Pedro Sánchez, en su prepotencia, incultura y fanfarronería, me recuerda la siguiente fábula de Esopo (siglo VI a.C):

‘El fanfarrón

Cuentan que un hombre que era atleta partió de un pueblo para competir en las olimpiadas en una ciudad lejana. Todos le conocían y sabían que era endeble y débil.

Pero cuando este hombre regresó, comenzó a contar a todos sus grandes hazañas:

¡Teníais que haberme visto en Rodas! Di un salto tan grande que todos me ovacionaron con fuerza. Un salto que jamás ningún otro atleta había conseguido dar jamás. Las gradas se pusieron en pie y comenzaron a gritar mi nombre. Fue algo muy emocionante. Me colmaron de felicitaciones.

El hombre añadió, además, que tenía testigos en Rodas, por si alguien los pedía …

Oye, amigo, dejo de pronto uno de los oyentes. Nosotros no necesitamos testigos. Esto es Rodas. Da ese salto aquí y te creeremos’.

(https://tucuentofavorito.com/el-fanfarron)

Pero eso no es nada nuevo, sabemos que el estado español, en su ADN tiene la hidalguía de los conquistadores castellanos, que tanto daño han hecho en todos los pueblos periféricos, y, como no, en todos los pueblos conquistados en su momento. Y buena prueba de ello, es que, a la menor posibilidad, todos los pueblos ‘colonizados’ se independizaron. Cosa que no hemos hecho los catalanes, quizás por faltarnos, metafóricamente, el ‘tercer huevo’.

Y no me refiero a uno de los tres huevos de oro que, según cierto mito, el general romano Marco Aurelio regaló a Cleopatra (69 a.C. – 30 a.C.) el día de su boda, y que, según los historiadores, desapareció al poco tiempo, dentro de un gran misterio. Y tampoco me refiero a los famosos sesenta y nueve huevos de Pascua (de oro, platino y demás materiales preciosos), creados por Carl Fabergé para los zares de Rusia y otras personalidades, fabricados entre 1885 y 1917. De esos 69 huevos, en la actualidad se conservan 61.

Los independentistas sabemos que realmente tenemos muy difícil poder solucionar nuestro conflicto con el reino español, si no tenemos determinación; y eso pasa por manifestarnos de forma constante, contundente y pacíficamente, no unas horas de un día singular, si no de forma continuada.

Debemos de dejar de creer que nos vendrán soluciones mágicas mediante el diálogo; por eso nos sería útil recordar la siguiente narración:

‘La zanahoria, el huevo y el café

Una hija se quejaba a su padre acerca de su vida y de lo difícil que le resultaban las cosas. Estaba desesperada y cansada de luchar. No sabía cómo hacer para seguir adelante, creía que se daría por vencida. Parecía que cuando solucionaban un problema, aparecía otro.

Su padre, que era chef de cocina, la llevó a su lugar de trabajo. Allí llenó tres ollas con agua y las colocó sobre fuego fuerte.

Pronto el agua de las tres ollas empezó a hervir. En una de las tres ollas colocó zanahorias, en otra colocó huevos y en la última granos de café.

Las dejó hervir sin decir palabra. Su hija esperó impacientemente, preguntándose qué estaría haciendo su padre…

A los veinte minutos, el padre apagó el fuego. Sacó las zanahorias y las colocó en un tazón. Sacó los huevos y los colocó en un plato. Finalmente, coló el café y lo puso en un tercer recipiente.

Por fin, se giró hacia ella y mirándole, le dijo: ¿Querida hija, ¿qué ves?

Zanahorias, huevos y café, fue su respuesta.

Le hizo acercarse y le pidió que tocara las zanahorias, para que notaran que estaban blandas. Luego le pidió que tomara un huevo y lo rompiera. Tras quitarle la cáscara, observó el huevo duro. Después le pidió que probara el café. Ella sonrió mientras disfrutaba de su rico aroma.

La hija seguía sin entender nada, y preguntó: ¡Qué significa eso, padre?

Él, entonces le explicó que los tres elementos habían enfrentado la misma adversidad (el agua hirviendo), pero habían reaccionado en forma diferente.

La zanahoria llegó al agua fuerte y dura, pero después de pasar por el agua hirviendo, se había vuelto débil y fácil de deshacer.

El huevo había llegado al agua frágil, su cáscara protegía su interior líquido; pero después de estar en agua hirviendo, su interior se había endurecido.

Los granos de café, sin embargo, eran únicos. Después de estar en el agua hirviendo, habían cambiado el agua.

¿Cuál eres tú? Cuando la adversidad llama a tu puerta, ¿cómo respondes?, le preguntó a su hija:

¿Eres una zanahoria que parece fuerte, pero que cuando la adversidad y el dolor te tocan, te vuelves débil y pierdes tu fortaleza?

¿Eres un huevo, que comienza con un corazón maleable? ¿Poseías un espíritu fluido, pero después de una muerte, una separación, o un despido … te has vuelto duro y rígido? Por fuera te ves igual, pero …¿se han endurecido tu corazón y tu espíritu?

¿O eres como un grano de café? El café cambia el agua hirviente, el elemento que le causa dolor. Cuando el agua llega al punto de ebullición, el café alcanza su mejor sabor. Si eres el grano de café, cuando las cosas se ponen feas, tú reaccionas positivamente y haces que todo a tu alrededor mejore…’

(Anoia Espejo, https://aihopcoaching.com)

Sabemos que fuimos como las fuertes zanahorias hasta el referéndum del 2017, pero después, con la represión, perdimos nuestra fuerza. Y durante estos cinco años, hemos sido como los huevos, nos hemos endurecido y vuelto rígidos, críticos con todo. Y ahora, nos toca asimilarnos a los granos del café, debemos hacer que todo cambie, y eso únicamente lo podemos hacer manifestando nuestra fuerza, la fuerza de las bases, en las calles y plazas. Y, cuanta más presión nos pongan, cuanta más temperatura nos imponga la represión, sabemos que el resultado final será mejor y más aromático.

Así que todo depende de nosotros, si queremos superar el estado ciclotímico. Y sólo hay una fórmula.