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amadeopalliser@gmail.com
Todos nos centramos en las grandes corrupciones que, de tanto en tanto, van apareciendo en los medios de comunicación, con gran escándalo, pero después, los propios medios, con su mecánica de invadirnos de noticias, para que una haga olvidar la anterior, nos hacen olvidar los principal. Pues estamos acostumbrados a la urgencia y a la inmediatez. Y el sistema conoce a la perfección esa dinámica, así no llegamos a profundizar en nada interesante, pues la búsqueda en las redes tampoco es fácil, dada la gran maraña de noticias, pseudo-noticias y mentiras.
Y si esto pasa con las grandes corrupciones, ya ni nos fijamos en las corruptelas cotidianas, en los abusos o malas costumbres.
En este escrito me centro en la festividad de ‘Els Tres Tombs’ (las tres vueltas), que anualmente se celebran en gran cantidad de poblaciones catalanas, por la celebración de San Antonio Abad (17 de enero), un personaje que vivió entre los siglos III y IV.
A San Antonio Abad tradicionalmente se le ha considerado el protector de los animales, ya que se decía que los curaba, como hizo con un cerdo, en Barcelona; por eso, esos días se bendicen los animales. Y los caballos, con carros de tiro (de todo tipo de mercancías y de personas), y una muestra de animales domésticos, pasan por el interior de las poblaciones, engalanados con gran cuidado.
Antiguamente se hacía la fiesta ante unas grandes hogueras (‘fogerons’), pero después, con el cristianismo, el centro pasó a ser la iglesia (como no), preferentemente si es la de San Antonio, en caso contrario, cualquier otra vale, sacando la imagen del santo, y dan tres vueltas a un circuito establecido.
El etnólogo y folclorista Joan Amades (1890-1959), en su ‘Costumari Català’ (cinco volúmenes, 1950-1956) encontró las primeras referencias escritas en Barcelona, en 1432, explicando que el Savi Consell de Barcelona hubo de intervenir para mediar entre los tres gremios organizadores: ‘llogaters de mules’ los (alquiladores de mulas), ‘traginers de mar’ (los porteadores y arrieros de mar), y ’bastaixos de capçana’ (cargadores del puerto); Amades también narra la importancia de las banderas y estandartes gremiales, piezas clave en estas fiestas.
El domingo anterior, antes de la fiesta, era concedido el cargo de abanderado al mejor licitador (al más rico, las cosas siempre son igual); el día de la fiesta, la cabalgata salía de su casa, rodeado de tres jinetes, todos engalanados. Y pasaban a visitar a las autoridades, después de ser bendecidos.
Cada una de las tres vueltas tiene un significado particular: la primera era para pedir protección a los animales; la segunda para pedir una buena cosecha, y la tercera para pedir salud a las familias.
Estas celebraciones, en Barcelona, se celebran desde 1826, en lo que pasó a ser el mercado de Sant Antoni; y en otras poblaciones, con diferentes dataciones.
Como pasa en todas las tradiciones, hay colectivos que se oponen, por ejemplo, en este caso, los animalistas, ya que consideran que los animales sufren un estrés, por ser conducidos entre calles llenas de personas, música, etc.
Es preciso señalar que los bidones, cubas, grandes bultos, etc., están vacíos, son atrezo.
Particularmente estoy a favor de estas fiestas, me parece que es pedagógico para los críos, que vean los trabajos que se hacían en otras épocas, no tan lejanas, que vean la utilidad que tenían los animales, vitales para la subsistencia familiar; no en vano la primera vuelta era para pedir la salud de los animales, la segunda, la cosecha, y las personas quedaban para el final.
Es importante que los pequeños vean esas muestras culturales, y que, por un momento, se aparten de las pantallas.
Pero, en este escrito me quiero centrar en las corruptelas:
- ¿Por qué los políticos, de todos los partidos, se han de pasear en carros, y tirar caramelos a la plebe?,
- ¿Por qué han de usurpar el papel originario de los cofrades de las organizaciones?
- ¿No han superado la costumbre del ‘pan y circo romanos’?,
- ¿Por qué se creen superiores?
A todos nos gustaría pasear en uno de esos carros, en lugar de estar de pie, entre la multitud, para verlos pasar. Pero ellos (Collboni, del PSC/PSOE), Maragall y Vilalta (ERC), Munté (Junts), Martín (Cup), etc., tiene n el ‘privilegio’ de pasearse apoltronados, y acompañados de sus familias, hijos (¿así les enseñan que ellos pertenecen a una clase superior?) y amigos. A esos les vi ayer en la festividad de mi barrio, Sant Andreu del Palomar (Barcelona)
Claro, en mayo serán las elecciones municipales, y todos quieren ‘aprovechar’ la ocasión para ‘chupar cámara’. Ayer vi a estos, y no vi a Colau, ni a Trías, pero ellos tampoco se pierden una.
¿Esto no es la malversación que atribuye el juez Llarena a nuestros políticos exiliados, definiendo que, aunque no lo hicieran por un lucro personal, lo hicieron para ganar elecciones (olvidando Llarena el programa y mandato popular)?
Y lo más grave de todo:
- ¿por qué hemos asumido nuestro papel de plebeyos?,
- ¿por qué aceptamos, acríticamente, que se paseen y nos tiren caramelos?
A los críos les encanta recoger caramelos, pero no diferenciarían si los lanzasen responsables de los gremios o sus familiares.
Debemos madurar, ser críticos, y no aceptar todas las prebendas que tienen y se toman los políticos, incluso los de niveles inferiores. No debemos tolerar ni el más pequeño gesto de superioridad de los que deberían trabajar para nosotros, por eso les pagamos.