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El ilógico pensamiento de Pedro Sánchez

Amadeo Palliser Cifuentes
Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

El pensamiento puede seguir una estrategia inductiva, basada en premisas y casos particulares, para extrapolarlos a la generalidad; o la estrategia deductiva, que parte de los principios generales, para complementarlos con premisas menores, para llegar a la conclusión.

Un ejemplo de pensamiento inductivo es: todos los cuervos observados hasta el momento han sido negros; por lo tanto, todos los cuervos son negros.

Y un ejemplo de pensamiento deductivo es: todos los seres humanos morirán; X es un ser humano, así que en algún momento morirá.

También puede observarse el pensamiento intrusivo, que es el producto involuntario que irrumpe en la actividad normal, mostrando un cierto malestar, y se deben al imperativo ‘tengo que’, o condicionados por el entorno; pensamientos que nos alejan de la zona de confort.

Independientemente de la estrategia utilizada: deductiva o inductiva, el pensamiento puede ser, asimismo, lógico o ilógico.

Se considera que un pensamiento es lógico, si la elaboración propia está relacionada con los objetos, con el que se establecen relaciones racionales entre elementos concretos y abstractos, que permiten extraer conclusiones a partir de las premisas de base.

Mientras que el pensamiento ilógico contiene contradicciones internas o que conduce a conclusiones erróneas, dadas las premisas iniciales. Son pensamientos que no son reflexivos, ni juiciosos, y carecen del sentido común.

Pues bien, ayer, sábado, vimos a Pedro Sánchez en un acto del PSOE en Valladolid, con los candidatos de las capitales de la comunidad de Castilla y León, con unos pocos centenares de asistentes; y en ese mitin, Sánchez comparó las manifestaciones de los independentistas catalanes, con la de los asistentes a la convocatoria de la derecha en Madrid, tal como ya comenté ayer.

Y en mi escrito ya expresé que esta comparación, en sí misma, es una muestra de rencor, ya que Pedro Sánchez no acepta críticas, de ningún tipo. Su propia debilidad le impide asumirlas.

Obviando la ‘mala milk’ de esa comparación, ya que es inaceptable comparar una manifestación que reclama democracia, con una que proclama la vuelta al pasado franquista; seguidamente vemos que la estrategia mental de Sánchez, en este caso, ha sido inductiva e ilógica, ya que tomar los 30.000 asistentes independentistas (o los que fuéramos los asistentes) con la totalidad del independentismo, pensando que los no asistentes, ya no son independentistas, lógicamente, es un error de principiante.

Pedro Sánchez, dijo que, entre los asistentes a las dos manifestaciones contrapuestas, se encuentra la gran mayoría de la población española, demócrata e inclusiva, positiva y constructiva, en definitiva: los nacionalistas españolistas, los unionistas.

Decir eso, sin datos, ya ni es un pensamiento, es una diarrea mental. Nadie se puede asumir la representatividad de la totalidad. Y si Pedro Sánchez fuera coherente con su propia estrategia mental, ¿cómo puede presumir de nada, si apenas acudieron unos centenares de personas a su acto? Pero claro, en su prepotencia ciega, eso no le priva para asumir la generalidad de la población, que considera la centralidad. Eso sí que es supremacismo mental del PSOE más españolista. Y se siente orgulloso y encantado de oírse, y eso ya es patológico, claro.

Un cuento oriental de hace dos mil años, narra la siguiente historia:

‘El rey poderoso y el sacerdote sabio:

En el reino de un tiránico y poderoso monarca, había un sacerdote sabio y bondadoso.

El sacerdote planeó con unos discípulos, una trampa para el monarca, pero varios de ellos se afanaron para denunciarlos pidiendo que el rey les condenase a ser decapitados.

El rey se sorprendió de esta decisión suicida masiva y mandó investigar, hasta que descubrió en las sagradas escrituras que tenía el sacerdote, un texto que aseguraba que quien sea muerto a manos de un verdugo el primer día después de la luna llena, renacerá y será inmortal.

El rey, que lo único a lo que temía era a la muerte, decidió pedirle a su verdugo que le cortase la cabeza en la mañana del día señalado.

Eso fue lo que sucedió y, por supuesto, al fin el pueblo se liberó del tirano.

Los discípulos preguntaron a su maestro, el sacerdote sabio y bondadoso ¿cómo pudo este hombre que oprimió a nuestro pueblo, astuto como un chacal, haberse creído algo tan infantil como la idea de seguir viviendo eternamente después que el verdugo cortara su cabeza?

Y el maestro contestó: Aquí hay algo que aprender … nadie es más vulnerable a creerse algo falso que aquel que desea que la mentira sea cierta’.

(https://damitapaty.wordpress)

Y en estas estamos, confiando que la estrategia de Pedro Sánchez acabe con él, políticamente, pues vemos que, poco a poco, con sus mentiras y argucias inconsistentes, que no se casa con nadie, pues, al mismo tiempo puede engañar y pactar con ERC, y, a la vez, clavarle una puñalada trasera, sin contemplaciones; y con este proceder, va anudándose el propio nudo, pero no el de la corbata.

Un personaje sin escrúpulos, sin principios, que sólo busca su permanencia para potenciar su ego narcisista, más pronto que tarde acabará sucumbiendo a sus mentiras, ya que ‘se puede engañar a todo el mundo algún tiempo, pero no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo’, como se atribuye que dijo Abraham Lincoln (1809-1865)

Pero hasta entonces, los independentistas no podemos seguir en el sofá de casa, ya que nuestra larga experiencia histórica nos demuestra que después de Sánchez, vendrá otro igual o peor, ya que todos tienen un mínimo común múltiple, su anticatalanismo.

Y los independentistas sabemos que estamos solo, que nadie nos mira, somos minúsculos e irrelevantes internacionalmente. No nos engañemos más. Y, como expresó Clara Ponsatí en su libro ‘Molts i ningú’ (muchos y nadie) (editorial La Campana, Barcelona, 2022), es una compleja paradoja.

Realmente, podemos manifestarnos muchos, pero estamos solos y no somos nadie ni podemos contar con el apoyo de nadie. Y así es muy difícil independizarse. Y menos mediante un ‘diálogo’, eso ya es de chiste sólo pensarlo.

Por eso, sólo nos queda una, manifestarnos, pero no de forma pasiva como venimos haciendo, si no de forma estratégica, buscando los talones de Aquiles del estado, para, pacífica y democráticamente, ser su ‘mosca cojonera’, hasta que les sea insoportable seguir más tiempo. Con esa fuerza popular masiva, podríamos conseguir que, finalmente, el estado se sentara a negociar, de igual a igual, sin líneas rojas y con observadores internacionales, para que todo sea diáfano y transparente.

Solo nos queda ese camino.