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La empatía no es infinita

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

Siguiendo con las observaciones de la nota introducida al final de mi escrito de ayer, motivadas por la anunciada dimisión de Nicola Sturgeon como primera ministra de Escocia, me parece de interés reflejar mis ‘elucubraciones’ por si pueden ser de interés:

Sus argumentos fueron personales: ‘es lo que he de hacer, por mi, por mi partido y por mi familia’ (…) ¿vale la pena para mi continuar adelante?, ¿vale la pena para el partido y para el independentismo? He llegado a la difícil conclusión que la respuesta es que no’ y ha añadido el desgaste, la brutalidad y la presión del día a día de la política – sin vida privada – como principales motivos para dimitir. ‘Tampoco espero que suenen violines, pero soy un ser humano, además de una política’ (…) el peso de la responsabilidad era inmenso’.

Según recuerdan los analistas, estos argumentos son similares a los que expuso Jacinda Arden, la primera ministra de Nueva Zelanda, que el pasado 19 de enero expresó que dejaba el cargo, señalando que ‘tengo el depósito vacío para afrontar la dureza del día a día’.

En una primera instancia, nada que objetar, solo faltaría, al revés, agradecerles el buen servicio prestado. Y también agradecerles el ejemplo que dan a los ‘machos’ que nunca dimiten. Pues está claro que nadie es imprescindible ni insustituible.

En esa línea, la expresidenta del Parlament, Carme Forcadell, ahora que está habilitada para volver a la política de primera fila, ha comentado: ‘ahora tengo otros intereses, de momento no tengo ganas de volver a las instituciones, además, entiendo que se puede hacer política desde otros puestos, transformar el país y trabajar para mejorar la vida de la gente se puede hacer desde las instituciones, pero también desde las entidades sociales’.

También, el exconseller Joaquim Forn, ahora igualmente habilitado por el ‘funcionario / Torquemada’ Marchena, ‘confirma que no formará parte de la candidatura de Xavier Trías a la alcaldía de Barcelona, prefiere volver a la vida profesional, alejada de la política. Ha reconocido que no sabe qué pasará en el futuro, pero que, a corto plazo, no volverá a las instituciones ni se presentará a las elecciones municipales.

Por su parte, Josep Rull, en idéntica situación que Forn, ha dicho ‘que sería una frivolidad hablar y no ha precisado si tiene in mente volver a participar en la política institucional, pero, ‘lo importante no es qué podamos hacer cada uno de nosotros, sino lo que hacemos juntos. Delante de la gravedad de la interlocutoria de ayer (de Marchena), hablar de posiciones personales sería frívolo (…) no será un tribunal español el que decida si unas personas comprometidas continúen haciendo política y continúen sirviendo una idea noble, el de la libertad de este pueblo’.

También es preciso recordar que Jordi Cuixart, exlíder de Òmnium, que no era un político profesional, ya que era un activista; en el juicio farsa de Marchena comentó que ‘lo volveremos a hacer’, pero, a la primera de cambio, una vez libre, se fue a vivir a Suiza, argumentando motivos profesionales.

Como he dicho en repetidos escritos, intento ser empático, y entiendo todas las situaciones personales, incluso la del pirata Barbaroja (Khair ed-Din-Barba-roja) (1466-1546), el almirante otomano que lideró el corsarismo en el Mediterráneo durante el siglo XVI.

Cualquier argumento personal y sincero, es ético y moral. Y, por lo tanto, respetable.

Lo que no entiendo ni quiero entender, son posiciones amorales, como, por ejemplo, argumentos como los siguientes:

‘La intervención de Oriol Junqueras en Catalunya Radio, el pasado viernes, no dejó indiferente a nadie. Además de echar en cara a Artur Mas el cambio de estrategia respecto al 9-N, el líder de ERC lloró en antena pidiendo a la Generalitat la celebración del referéndum: ‘Necesitamos hechos. Por el amor de Dios, esto es lo que quiere la gente de este país’, aseguró entre llantos. Pues bien, las lágrimas de Junqueras no han sido las únicas derramadas en la dirección de ERC por el cambio del 9-N. Marta Rovira, secretaria general de ERC, ha confesado a sus íntimos que el lunes de la semana pasada estuvo ‘toda la noche llorando’ por la ruptura del llamado ‘pacto por el derecho a decidir’ entre los partidos pro-consulta’.

(www.elconfidencialdigital.com, 22 de octubre del 2014)

Posiciones que, en la actualidad han abandonado, y se han vuelto ‘dialogantes’ con el estado opresor.

Efectivamente, entiendo, también, las consecuencias de estar en prisión y en el exilio, también entiendo el posible ‘síndrome de Estocolmo’, el miedo, el temor a volver a perder la libertad o a no poder regresar a Catalunya, lo entiendo o quiero entender todo. O casi todo.

Sé que en nuestro pequeño país no tenemos, ni hemos de tener, figuras como Mohandas Gandhi (1869 – 1948), Martin Luther King (1929 – 1968), ni como Nelson Rolihlahla Mandela (1918 – 2013), ni tampoco como Abraham Lincoln (1809 – 1865); todos ellos excepcionales, y, excepto Mandela, todos asesinados; y salvo Lincoln, los otros tres con períodos en prisión.

Tampoco necesitamos ni serían aceptables, en pleno siglo XXI, figuras como Simón Bolívar (Simón José Antonio de la santísima Trinidad Bolívar Ponte y Palacios Blanco) (1783 – 1830), Pancho Villa (José Doroteo Arango Arámbula) (1878 – 1923) ni Emiliano Zapata (Emiliano Zapata Salazar) (1879 – 1919), etc.

Afortunadamente, en Occidente, de forma mayoritaria, la ciudadanía es pacifista y contraria a todo tipo de violencia.

Pero todos sabemos que los actuales estados, casi de forma general, se formaron mediante guerras de conquista, sangre, fuego y violencia en grado extremo, o en matrimonios de conveniencia militar y económica. Y así, han preservado y preservan, el derecho de la fuerza, que ejercen, eso sí, sin el menor pudor, contra el que consideran su enemigo. Y por eso, en sus constituciones o cartas magnas, se reconocen el derecho máximo del ejercicio del poder en toda su extensión y amplitud.

El reino español, por ejemplo, es un ‘rara avis’, ya que los reinos de la península ibérica estuvieron sometidos por los reinos musulmanes del norte de África, durante el largo período de ocho siglos, desde el año 711 (conquista Omeya) hasta 1492, con la reconquista de Granada por parte de los Reyes Católicos. Pero, la única ‘invasión’ del reino español, fue durante un breve período ‘excepcional’ de la invasión francesa (1808 – 1814).

Por el contrario, la característica dominante del reino español, fue su período ‘imperial’, con su triste y lastimosa política de represión y explotación colonial. Y así les fue la descolonización.

Y nunca reconocerán que Catalunya seguimos siendo un reino conquistado por las armas de Felipe V, el primer Borbón; y que, por lo tanto, seguimos oprimidos y colonizados, a pesar de lo que digan sus leyes. No podemos decidir nuestro futuro, estamos sujetos a los grilletes de su constitución, irreformable por parte de las minorías nacionales.

Así, el reino español sigue y seguirá ejerciendo todo el poder, legal, ilegal, alegal, etc., como hemos visto, para mantener su estatus quo. Saben que cualquier reivindicación nuestra es una disquisición desigual, ellos tienen todo el poder, y abusan de nuestro pacifismo.

Y la UE les da la razón, pues es un club de mercaderes con tintes mafiosos, que velan, única y exclusivamente, por el mantenimiento de sus actuales privilegios y prebendas.

Por eso, y volviendo a nuestros ‘líderes’ mencionados, me parece preciso comentar que los que en su momento estuvieron implicados en el referéndum para la consecución de la independencia:

  • Efectivamente, pueden haber cambiado de idea y de prioridades, pueden haberse rendido, pueden haberse cerciorado de que no hay nada que hacer, de que no tienen ni idea ni una hoja de ruta, etc.
  • Y eso deberían reconocerlo, eso sería lo ético y lo responsable con los electores y con los que, en su momento, confiamos con ellos. No me parece moral, que ahora se justifiquen de mil maneras, para no afrontar los puestos que ‘no quieren’ reocupar.
  • Y, a mi modo de ver, tampoco pueden seguir en primera, ni segunda fila, deben irse completamente a la vida y profesión privada, evitando todo tipo de prerrogativas ni ascendencia moral. Yo les agradezco infinitamente lo que hicieron, pero me parece que ahora pueden destruir su biografía, y dificultar nuestro proceso.

Ante esta situación, a los independentistas catalanes sólo nos cabe:

  • asumir nuestra derrota, asumir que no podemos hacer nada para liberarnos de la bota del reino español, aceptar que, dentro de todo no estamos tan mal y que podríamos estar mucho peor, si seguimos con nuestros sueños. Así, en esa línea, aceptar el actual statu quo respecto a los ‘líderes’ actuales, ya sean los independentistas dialogantes o los de confrontación descafeinada y carentes de ideas;
  • o, en caso contrario, buscar, activamente, a nuevos líderes, con las ideas más claras y con menos cadenas mentales, y que quieran ‘sacrificarse’. Pero, claro, a mi modo de ver, ese no es un camino con posibilidades de éxito. Si realmente queremos ser independientes, debemos pensar en plantearnos la revolución gandhiana, la resistencia pasiva y la desobediencia civil pacífica, de confrontación total, por parte de las bases. Ese es el único camino, como demostró también Luther King, con sus marchas y boicots.

En definitiva, me parece que debería prevalecer la sinceridad. Esa premisa debería ser la base sobre la que construir cualquier tipo de movimiento.

No podemos seguir como en la actualidad, haciendo capillitas, dividiéndonos y subdividiéndonos, como parece que pasará en la ANC.

No podemos seguir confiando en ‘líderes’ que ya han pasado o deberían haber pasado a la Historia, en mayúsculas. Al menos yo no puedo confiar en personas que hace cinco años veían urgente la independencia: ‘Presidente ponga las urnas’ (Carme Forcadell), ‘lo volveremos a hacer’ (Jordi Cuixart), o llorar para no perder tiempo; y que ahora, aceptan el gobierno autonomista disminuido y capado que tenemos.

Creo que tengo empatía, pero no es infinita, y por eso no entiendo ni quiero entender, que ‘ahora’ hayan visto la luz de la impotencia y se conformen.

Comprendo perfectamente que la expresidenta de Nueva Zelanda, Jacinda Arden, después de unos años de servicio, se sienta vacía, sin fuerzas, y dimita. Eso es digno de todo elogio, una muestra de madurez, de tener una personalidad equilibrada, no como otros políticos que se aferran a las poltronas, enganchados con el pegamento de su egocentrismo exacerbado y patológico.

Pero no entiendo, en absoluto, la dimisión de Nicola Sturgeon, primera ministra de Escocia, ya que, con esa decisión, perjudica enormemente al movimiento independentista. Sé que ahora saldrán comentarios de todo tipo, sobre su gestión en el SNP, siempre pasa que ‘a árbol caído todos hacen astillas’, eso no deja de ser pura bazofia partidista. Pero, esos posibles árboles no deberían tapar el bosque de la independencia.

Estoy convencido de que deberíamos diferenciar las situaciones, pues, en el caso de Nueva Zelanda, dentro de una línea de ‘normalidad’ institucional, esa dimisión no rompe ni perjudica nada, se trata de una mera dimisión funcional.

Pero en el caso escocés y catalán, inmersos en una ‘anormalidad’ institucional que queremos romper, cualquier dimisión perjudica al movimiento independentista y envalentona al unionismo español.

Vicent Partal, en su editorial de hoy en Vilaweb, señala que el problema que hemos tenido es la total dependencia de los partidos políticos.

Y estoy totalmente de acuerdo, debemos superar esas estructuras de poder ‘institucional’, y, de por sí, ajenas a la democracia, ya que internamente funcionan por fidelidades y amiguismos (y algunas en plan sectario).

Así que la única vía somos las bases, en concreto, los jubilados, (pues los jóvenes tienen obligaciones y problemas económicos y familiares). Pero no tenemos que buscar héroes, ni líderes carismáticos, no queremos sacrificios personales, pues ya sabemos cómo se las gastan los vengativos y verdugos españolistas. Sabemos que hay muchas acciones de confrontación que podríamos hacer de forma pacífica y democrática.

Sabemos que si bien siempre son preferibles las acciones inclusivas, en nuestro caso, no es así (es una quimera querer ampliar las bases). Siempre tendremos conciudadanos (y también familiares y amistades) catalanes que prefieren y preferirán seguir dependiendo de España, por más corrupto, explotador y antidemocrático que sea. Y no buscamos su exclusión, más bien al revés, confío que, en una futura República Catalana, esos demócratas se sentirán cómodos y bien tratados, y acabarán conformándose.

Ahora bien, efectivamente, sabemos que muchos de estos unionistas, no son demócratas y actuarán de quintacolumnistas del estado español, ese es nuestro problema. Y ante eso sólo nos queda demostrar, pedagógicamente, nuestro alto nivel de democracia y pacifismo, sin caer en sus trampas, y respondiendo a cada acción con una reacción pacífica, pero clara y contundente, para que vean que ya no vamos con el lirio en la mano, ni con la son sonrisa en la cara.

Para finalizar, me parece que es imprescindible señalar que tenemos a Carles Puigdemont, y sus compañeros de exilio, que, hoy por hoy, no nos han defraudado, y por eso seguimos confiando que, cuando hayan superado las trabas legales que les va poniendo el nefasto estado español, podrán volver y darnos un gran respaldo, el definitivo.