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Niveles de ‘tigreidad’

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

En mi escrito de ayer hice una defensa de la ‘tigreidad’ del movimiento independentista catalán, pero, claro, todo es relativo, y somos realistas, ya que sabemos que no somos como el tigre de bengala, no estamos en la cima de la cadena alimentaria, como si lo está el citado tigre, según el doctor veterinario Andrew Curshing. Y, por eso, nosotros, los independentistas catalanes, y los catalanes en general, estamos rodeados de depredadores que nos ponen en peligro.

Todos, personas, empresas, estados, todos, tenemos depredadores que nos acechan, ya que incluso los EUA tienen sus debilidades.

Pero, a pesar de eso, los independentistas catalanes no nos limitamos a la ‘gatuneidad’, pues, moral e históricamente, tenemos nuestra ‘tigreidad’; mientras que los españolistas tienen su ‘tigreidad’ limitada a su fuerza bruta y a su amoralidad, pero no a su moral, ética, etc.

Ayer, leí que:

‘corre un chiste entre juristas para categorizar las tradiciones jurídicas europeas: para los británicos, todo aquello que no está expresamente prohibido, está permitido; para los alemanes, todo aquello que no está permitido, está prohibido; para los italianos, todo está permitido, especialmente, lo que está prohibido. Finalmente, en España, todo está prohibido, sobre todo, aquello que está permitido’

(Xavier Díez, ‘España es la continuidad del franquismo por otros medios’, El Món, 24 de febrero 2023)

Y efectivamente, es así, pues realizar un referéndum no está penalizado (lo despenalizó el gobierno de Rodríguez Zapatero), pero es igual, ya vimos cómo el tribunal supremo efectuó una lectura imaginativa para volcar todo su rencor patriotero contra nosotros. Y así siguen.

Ellos mismos son los primeros en vulnerar sus propias leyes, leyes que nos exigen cumplir según su antojo e interpretación. Esa es su ley, su ley del embudo. Lo estrecho para nosotros y lo ancho para ellos. Esa es su ley cleptocrática (del griego ‘clepto’, robo y ‘cracia’, poder). Así se saltan el principio de toda justicia, que es la equidad.

Por eso encontramos a faltar una justicia justa, y también personas con altitud de miras, como Solón (638 a-C. – 558 a.C.) y Anacarsis (s. VII a.C. y VI a.C), dos de los Siete Sabios de Grecia que contribuyeron con su filosofía, moralidad y práctica en el progreso común, mediante el buen ejercicio del ágora y las leyes escritas, abiertas, que permitían el intercambio de ideas.

El no disponer de libros sagrados, permitió, a los griegos, el establecimiento de la democracia, y unas leyes imparciales (con sus limitaciones debidas a la cultura del momento, ya que los esclavos, los extranjeros, las mujeres, etc., quedaban marginados)

Por el contrario, aquí, en su reino español, nos encontramos ‘atados y bien atados’ como nos dejó el dictador y asesino Francisco Franco, a su libro sagrado, SU constitución, su biblia laica (es un decir, pues no es aconfesionai, ni eso cumplen).

Y aplican su lectura imaginativa de ese maldito libro, según su ley del embudo, que interpretan como les conviene, pues, por ejemplo:

España es uno de los pocos países que no firmó el tratado contra las armas nucleares (TPAN), bajo el argumento de la seguridad; igual que unos pocos países como Corea del Norte, Rusia, China, etc. Así, España dice estar a favor del desarmamento nuclear, pero, a la vez, no firma el tratado, al considerar que dicho tratado merma la seguridad internacional.

El TPAN, bajo el auspicio de la ONU, exige la eliminación total de las armas nucleares, y fue acordado en el año 2017, y está ratificado por infinidad de estados, como México, Venezuela, Austria, Vietnam, Nueva Zelanda, Irlanda, etc.

España, como sabemos, tiene una política errática, ajustada a intereses puntuales, y no responde a una visión y concepción global.

Eso lo vimos, también en la entrega del Sáhara Occidental a Marruecos, olvidando sus deberes y compromisos con la ONU, respecto a su anterior provincia española, que debía poder efectuar un referéndum de autodeterminación. Pero, está claro, el estado español tiene alergia a la democracia.

Y en la ‘democracia sui géneris’ española, ‘cabe’ tanto esa alergia (con importantes incidencias tanto en el mencionado Sáhara como en Catalunya), como, después, su ‘política de galeria’, ya que Pedro Sánchez tiene previsto realizar una cumbre con los países del sur del Mediterráneo, durante su próxima presidencia rotatoria de la UE.

Así, Pedro Sánchez piensa consolidarse como un líder internacional, cuando, en realidad, no sólo tiene los pies de barro, todo él es de barro. Es decir, que, a pesar de su apariencia de fortaleza amenazante, es débil y vulnerable.

De ese modo, los catalanes (independentistas y españolistas) nos encontramos como en la película ‘Metrópolis’ (1927) de Fritz Lang (Friedrich Christian Anton Lang, 1890-1976), una fábula distópica, que el autor situó en el año 2026 (100 años después de haber sido escrita), donde relata la esclavización por banqueros y empresarios; mientras los obreros son meros ‘muertos vivientes’.

Y así es, los catalanes seguimos esclavizados, nos quieren como esos muertos vivientes, sin el derecho a ser lo que queremos ser.

Efectivamente, el estado español se siente respaldado por la UE, otro gran monstruo con los pies de barro, fuertes con los débiles, como los inmigrantes sirios, norte africanos, y, también con los catalanes, pero débiles y sumisos con los EUA.

Ya sabemos que Pedro Sánchez es capaz de todo por una fotografía con los presidentes Volodimir Zelenski o con Joe Biden. En una democracia transparente, conoceríamos el coste (material o en prebendas) de esas fotografías, pero en este reino español nunca lo llegaremos a saber, como no sabemos el coste efectivo de la casa real, ya que los presupuestos generales únicamente reflejan una parte, la principal está camuflada entre varios departamentos ministeriales.

En definitiva, sabemos que esos monstruos de barro son temibles, su fuera bruta es inmensa, comparada con la nuestra. No olvidamos que los actuales estados, así como su club (UE) consagran los históricos derechos de conquista y de matrimonios de conveniencia, todo a base de sangre y fuego y sin contar con la población. Y, nosotros estamos en otra dimensión, jugamos en una liga inferior, en esos aspectos.

Por eso, debemos contar con nuestra fuerza moral, ética, y justa históricamente. Y, a tal fin, la fuerza somos todos nosotros, pues, manifestándonos masiva y contundentemente, podríamos hacer que esos monstruos de barro caigan, como la arcilla que se lleva el viento.

Todo es cuestión de voluntad.