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Irracionalidad racional

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

Tradicionalmente, el comportamiento humano, a pesar de autoconsiderarnos seres racionales, damos muestras de una falta de lógica y de racionalidad, pues las emociones y los instintos explican buena parte de nuestras decisiones. Así, a nivel social / político, la mayor parte de las respuestas están tomadas sin el previo estudio de los pros y contras, pues prevalece el instinto de conservación, de perduración de las prebendas actuales o previstas / deseadas.

Y la situación política española respecto a Catalunya no escapa de ese patrón general; y, claro, la parroquia catalana también nos movemos siguiendo ese mismo marco.

Evidentemente, en los períodos preelectorales y electorales, la racionalidad desaparece totalmente, pues los políticos actúan instintivamente, y emiten todo tipo de mensajes establecidos a la medida de unos receptores ignorantes e irracionales.

Por eso me parece interesante, en primer lugar, efectuar una aproximación a las tesis del economista norteamericano Bryan Douglas Caplan (n. 1971), autor de los libros ‘El mito del votante racional’ (2007) y ‘Razones egoístas para tener más hijos’ (2011)

‘El concepto conocido como irracionalidad racional fue popularizado por el economista Bryan Caplan en 2001 para conciliar la extendida existencia de comportamiento irracional (particularmente en las esferas de la religión y la política) con el supuesto de racionalidad creado por los economistas ortodoxos y la teoría de juegos. La teoría, junto con sus implicaciones para la democracia, fue expandida en el libro de Caplan ‘El mito del votante racional’.

Caplan diferencia entre:

  • la racionalidad epistémica, que consiste en formar creencias de una forma afín a la verdad, y
  • la racionalidad instrumental, que implica escoger la forma más efectiva para lograr los objetivos propios, dadas las creencias.

La irracionalidad racional describe una situación donde es instrumentalmente racional ser epistemológicamente irracional, y es más probable en situaciones donde:

  • Las personas tienen preferencias sobre creencias, por ejemplo, algunas clases de creencias son más atractivas que otras.
  • El coste marginal para un individuo de sostener la creencia errónea o irracional es bajo.

La irracionalidad racional no es ‘doblepensar’, no declara que el individuo deliberadamente escoge creer algo que él o ella sabe que es falso. Más bien, la teoría es que, cuándo los costes de tener creencias erróneas son bajos, las personas relajan sus estándares intelectuales y son más fácilmente influidos por razonamientos falaces, sesgos cognitivos y apelaciones emocionales. En otras palabras, las personas no buscan intencionalmente creer cosas falsas, sino que paran el esfuerzo intelectual para estar abiertos a evidencias que pueden contradecir sus creencias.

(…)

Caplan cree que la irracionalidad racional de los votantes es una de las razones por las cuales las democracias escogen políticas económicas sub-óptimas (…)

También me parece interesante entrelazar las teorías de Caplan, con las de los economistas James M.  Buchanan (1919 – 2013), premio Nobel por su teoría de la elección pública, y Gordon Tullock (1922 – 2014), autor de la teoría sobre ‘rent-seeking’, según la cual, una empresa o individuo busca obtener ingresos a través de la manipulación política:

La ignorancia racional y teoría de la elección pública:

La teoría más famosa de fallo democrático es la teoría de le elección pública, desarrollada por Buchanan y Tullock, y se basa en la ignorancia racional. Los votantes tienen una probabilidad muy baja de influenciar los resultados políticos, así que no ponen mucho esfuerzo para actualizarse constantemente en estos temas. Esto permite que los grupos de interés manipulen el proceso político y realicen búsqueda de rentas’.

La irracionalidad racional y la ignorancia racional comparten algunas similitudes pero son diferentes en ciertos sentidos. Las similitudes son que ambas teorías rechazan que los votantes son racionales y están bien informados, y que las democracias no funcionan bien. Difieren en que la ignorancia racional no predice ningún sesgo sistémico en las creencias de los votantes, etc.’

(fuente Wikipedia)

Me parece interesante destacar, asimismo, que según Caplan:

  • ‘Dado que las creencias políticas ilusorias o delirantes son gratuitas, el votante las consumirá hasta que llegue a su ‘punto de saciedad’.
  • El ser humano se comporta con altas dosis de sinrazón’.

En general, los políticos nos consideran racionalmente ignorantes, que nos movemos por una racionalidad irracional o por una irracionalidad racional.

Efectivamente, las creencias, las ideas, las decisiones y las conductas derivadas, se ven como irracionales o absurdas, pero tienen su lógica, una lógica que no responde a la razón básica, evidente y contrastable empíricamente, pero sí a otras formas de racionalidad en sentido amplio, una ‘racionalidad’ que incluye aspectos inconscientes.

Es preciso señalar que este nuevo esquema no contradice la tesis analítica pues, según Sigmund Freud (1856 – 1939), el ‘yo’, como el ‘superyó’ están formados por una parte consciente, otra preconsciente y, finalmente, otra parte inconsciente.

Así, la racionalidad entendida de forma amplia, como hace Caplan, contempla aspectos emocionales e instintivos que, a su vez, conforman íntegramente el ‘ello’.

Desde hace décadas se considera que los hombres no somos, específicamente, unos seres racionales (como determinó la Ilustración), más bien somos unos seres emocionales.

El racionalismo, como filosofía: Aristóteles (384 a. C. – 322 a. C.), René Descartes (Renatus Cartesius) (1596 – 1650), Gottfried Wilhelm Leibniz (1646 – 1716), Baruch Spinoza (Benedictus de Spinoza) (1632 – 1677), etc., no contempla el relativismo, la modernidad líquida de Zygmunt Bauman (1925 – 2017), el pensamiento débil de Gianni Vattimo (n. 1936), la postmodernidad de Jean-François Lyotard (1924 – 1998), la post-verdad, etc.

Siguiendo con la línea expuesta, deberíamos superar las clásicas definiciones contrapuestas, dicotómicas, de racional / irracional, de los actuales diccionarios, pues según éstos, lo racional está exento de las emociones; y, lo irracional queda reducido a lo absurdo, a la insensatez, a la locura, etc.

Pues, según hemos visto, la razón, en sentido amplio, no se limita a la facultad de pensar y reflexionar, ni en la lógica como forma de pensamiento basado en argumentos contrastables, verificables.

Y por eso, los políticos, todos, dirigen sus mensajes hacia nuestro ‘lado oscuro’, por llamarle de alguna forma un tanto peliculera, es decir, van dirigidos a nuestras emociones. Así, Pedro Sánchez no para de hacer, día sí y día también, promesas de construcción de viviendas sociales, y Pere Aragonès nos propone el acuerdo de ‘transparencia’ pactado con el estado, por más utópico que sea todo ello, pero, claro, todos apelan a nuestras emociones, pues buscan ‘vendernos’ algo positivo, por más falso que sea, sabiendo que nuestra ignorancia racional, es capaz de comprar cualquier subproducto que nos vendan, ya que nuestra ignorancia racional, junto a nuestra ignorancia irracional, por comodidad, nos llevan a asumir, a consumir, la basura que nos lanzan, obviando toda ética y moral.

Estos días de precampaña electoral, vemos que algunos tertulianos y periodistas, insisten en remarcar la diferencia entre el voto nulo, el voto en blanco o la abstención, pues es evidente que cada opción tiene su incidencia, y en otro escrito me centraré sobre ello, pero sin olvidar las tesis de Caplan, en su obra citada: ‘El mito del votante racional’ (2007)

Finalmente, me parece preciso recordar que:

‘Una persona puede causar mal a otros no solo por sus acciones, sino también por su inacción. En cualquier caso, es justamente responsable ante ellos por el daño’ (John Stuart Mill, 1806 – 1873); y la inacción, la desmovilización, vemos que la buscan nuestros políticos, ya que va contra su propia línea de flotación. Pero, claro, volviendo a nuestra ignorancia racional, mayoritariamente les compran el mensaje, y se quedan en el sofá de sus casas.

Y se quedan pasivamente, pues con sus creencias fundamentan buena parte de sus argumentos, y así corremos muchos riesgos, ya que: ‘El problema con la gente no es que no sepan, sino que saben muchas cosas que no son ciertas’ (Josh Billings)

Por todo esto, espero que más pronto que tarde, la sociedad catalana, en general, llegue al ‘punto de saciedad’, definido por Caplan, y deje de consumir acríticamente, todo lo que nos venden, unos y otros, buscando sus propios intereses personales o partidistas, unos partidos que funcionan como empresas que buscan magnificar sus beneficios al margen de la voluntad de la ciudadanía. Sólo así superaremos, en parte, nuestra ‘sinrazón’.