Todos conocemos personas que se desenvuelven con gran arrogancia, exageración en las formas despóticas y narcisistas, prepotencia y una aparente máxima confianza en sí mismos (nunca tienen la culpa de nada), y que, consecuentemente, menosprecian a los demás,
Psicológicamente, como describió Alfred Adler (1870 – 1937) en su obra ‘El carácter neurótico’ (1912), a nivel general, esa aparente superioridad, esconde un complejo de inferioridad mal resuelto, un sentimiento de inferioridad por el cual el individuo intenta compensar, con mayor o menor éxito, su deficiencia.
En grados extremos, cuando el sujeto presenta el ‘complejo de Dios’, el ‘complejo de Mesías’, etc., podría estar asociado a la esquizofrenia. Pero no es adecuada la habitual denominación de complejo o síndrome de superioridad, como categoría, en sí misma.
En el terreno político profesionalizado, como el que desgraciadamente tenemos, es fácil observar una abundancia de ese tipo de personalidades con rasgos o síntomas como los definidos.
Asimismo, en esa jungla política, es fácilmente observable que todas esas personas cumplen las tesis de Charles Robert Darwin (1809 – 1882), descritas en su obra ‘El origen de las especies’ (1859) en cuanto hace referencia a la selección natural, como base de la evolución, pues, en especial se ajustan al siguiente pensamiento del darwinismo social:
‘No es el más fuerte de las especies el que sobrevive, tampoco es el más inteligente el que sobrevive. Es aquel que es más adaptable al cambio’,
y por eso, Darwin consideró que:
‘Sin duda no hay progreso’
Así vemos que, por ejemplo, Pedro Sánchez (n. 1972), se estrenó como regidor del ayuntamiento de Madrid en el año 2004, y Pere Aragonès (n. 1982), en el año 2006 se estrenó como diputado, así que prácticamente ambos llevan casi 20 años en puestos de relevancia política, sin contar que antes de esos cargos ya ostentaron otros, por ejemplo, Aragonès en el 2003 ya era portavoz nacional de la juventud republicana.
Así, esos prototipos (nada ejemplares) han hecho de la política su profesión; y claro, para mantenerse en esa jungla, han debido irse adaptando, esa es su cualidad máxima (no su inteligencia, como señaló Darwin). Por eso, podemos ratificar su tesis de que ‘Sin duda no hay progreso’.
Todos esos ‘líderes’ se han debido ir adaptando, comulgando con ruedas de molino y tragando los pertinentes sapos. Todos ellos presentan, asimismo, esa aparente superioridad mencionada, como mecanismo de defensa de su efectiva inferioridad; y, a la vez, en paralelo, todos ellos presentan, asimismo, el que se puede considerar como ‘complejo de samurái’, es decir, como la perfecta guardia pretoriana del líder de turno correspondiente; y esa dualidad transitoria, con sus contradicciones conflictivas a nivel psicosocial, se refleja fácilmente en sus declaraciones.
Obviamente, todos ellos no sólo tienen el ansia del poder, además presentan, asimismo, un sentimiento avaricioso, el de conseguir las mayores recompensas económicas, claro. Recompensas que siempre les parecen mínimas, escasas, no adecuadas a su autoproclamada ‘magnificencia’ (cuando, en realidad, en la empresa privada no conseguirían puestos de esa relevancia y de esas prebendas; pues, en muchos casos, más que samuráis, son meros bufones).
Ahora bien, esta fotografía no sólo se da en el mundo político, obviamente, pues esos ‘tiburones’ (como describí en mi escrito de ayer) son observables en todos los campos de actividad.
A modo de ejemplo vergonzante, seguidamente reproduzco un artículo de Ignacio Vidal-Folch:
‘La Gestapo de lo ‘intolerapla’ y de lo ‘inacceptapla’
Alguien, no recuerdo quién, pero alguien dotado de instinto periodístico, ha bautizado como ‘Gestapo lingüística’ a los colectivos e instituciones empeñados en perseguir en patios de colegio, tiendas y restaurantes, o desahogos de TikTok, a los usuarios de la lengua castellana y cualquier síntoma de ofensa o minusvaloración de la lengua catalana que -esto ya lo digo yo- en esta sociedad laica se ha convertido en el sustituto de Dios Todopoderoso: el Cat.Al’lá. Una idolatría.
Pocas bromas con el Cat.Al’l’a Akbar, que la menor falta de respeto contra la dogmática religión está severamente penada con toda clase de fatwas.
En nombre del amor a la lengua y del imperativo de salvarla de su inminente extinción (especie ésta que el clero difunde con el objetivo de reclamar más dinerito), un Ejército de chivatos, confidentes, inquisidores y fanáticos por cuenta propia, alentados y recompensados por el poder político, dedican la vida a predicar en qué idioma tiene que expresarse la plebe, y a denunciarla cuando no cumpla la norma. Salvo -claro está- en los casos en que esos réprobos tengan bula, como luego veremos.
Para no ser políticamente incorrecto metiéndome con el Islam (religión amorosa y respetable), también yo llamaré a esa tropa La Gestapo Lingüística.
Esta Gestapo cuenta con una oficialidad extensa, con Obersleutnant abundantísimos, una clase de tropa también numerosa en jauría de perros ladradores. Su acción represiva tiene la función de compensar, en la medida de lo posible, la frustración, y de paliar la amargura que trajo el fallido golpe de Estado de Puigdemont – Junqueras. Se trata de ampliar el campo del mal rollo. Siendo, por ahora, imposible la independencia, por lo menos se han de celebrar de vez en cuando sacrificios rituales contra tal o cual corderito.
La Gestapo lingüística opera según el hipócrita estilo convergente de toda la vida: se ensaña con los débiles, se achanta con los poderosos. A una camarera se le puede hacer bullying por no hablar en la lengua ‘propia’ del cliente, mientras que si Messi, después de 20 años viviendo en Barcelona, seguía expresándose exclusivamente en lunfardo, oye, no pasaba nada. Al fín y al cabo la camarera sólo es una sirvienta que despacha café, y en cambio, el futbolista está forrado y marca goles trascendentes.
Recordemos dos casos recientes de las maneras de la Gestapo:
1 –
A Begoña Suárez, una joven enfermera un poco despistada -pues el incidente en que se vio envuelta demuestra que no sabía en qué clase de sociedad se hallaba-, que durante ocho horas al día cuidaba enfermos en el hospital del Vall d’Hebron y a quien en un momento de descanso se le ocurrió echarse unas risas, en su cuenta de TikTok y en uso de su libertad de expresión, contra la exigencia administrativa de un determinado nivel de dominio de la lengua ‘propia’, la Gestapo la ha acosado, amenazado y linchado en las redes, la UGT le ha lanzado el anatema, las autoridades le han abierto expediente, y el conseller del ramo, el señor Manel Balcells, ha encontrado ‘intolerapla’ e ‘inacceptapla’ tal blasfemia contra el Cat.Al’lá.
A la manera convergente de toda la vida -ese fariseísmo bien heredado y asumido por los ercos-, el Obersleutnant de turno no ha echado a la réproba de su trabajo: sencillamente su contrato de seis meses se ha extinguido y … no se le ha renovado. No es que la despachen: es que ‘ha perdido el empleo’. Patada en el culo y de vuelta a Andalucia. Caso resuelto.
2 –
El ex jugador del Barça Gerard Piqué monta un buen negocio, una liga paralela llamada ‘Kings League’. Se juega el partido final con gran éxito y afluencia de público en el Camp Nou. Dinero a raudales, todos contentos. Ahora bien … la propaganda y todas las comunicaciones se hacen exclusivamente en lengua castellana …
La portavoz del Govern, Patrícia Plaja, se lo reprocha, tímidamente, de pasada, durante una rueda de prensa, y Piqué le replica que meta la nariz en sus propios asuntos porque él habla, faltaría más, en el idioma que le da la gana… Y ya, asunto zanjado. La Gestapo no pía. ¿Por qué?
Fácil: Begoña, la enfermera del Vall d’Hebron, es una muchacha trabajadora, oriunda de Cádiz, que tenía un contrato precario y carecía de apoyos sociales o políticos. Era tan cándida que creía que podía decir su opinión en su TikTok. O sea, una víctima fácil de los perros de presa de la Gestapo lingüística. Mientras que Piqué es un hombre articulado, rico y famoso, catalán de pura cepa y catalanista confeso, un triunfador que no depende económicamente del Govern, y puede plantarle cara cuando quiera al mindundi uniformado de Obersleutnant que se atreva a enmendarle la plana.
Adiós, Begoña, estoy convencido de que tendrá usted más suerte en su próximo destino: un destino sin Gestapo, sin informadores detrás de cada esquina, sin consellers repugnantes, y donde reine la libertad de expresión también para las jóvenes trabajadoras como usted. Inch cat.Al’lá!
(https://cronicaglobal.elespañol.com, 7 de abril del 2023)
Evidentemente, este nefasto, repugnante e insultante artículo, es propio de un quintacolumnista.
Que un ‘periodista’ de la ‘supuesta’ categoría intelectual de Xavier Vidal-Folch (n. 1952) que trabaja en El País, desde 1982, siendo director adjunto desde 1989, refleje subjetivamente una realidad de forma tan deformada, es impropio de un profesional.
En su momento ya escribí sobre el caso de la enfermera, y contemplé todos los aspectos del caso, como, por ejemplo: emitir el mensaje con su uniforme y desde su lugar de trabajo, criticando la exigencia del ‘puto nivel C’ del catalán, insultando a la lengua catalana y mostrando un supremacismo castellano y, lo que es más grave, despreciando el derecho de los pacientes de ser atendidos en su propia lengua, etc.; por eso no volveré al respecto.
En este escrito me he querido centrar en los personajes políticos, pero también periodistas, enfermeras y deportistas, como es el caso; pues todos estos reflejan rasgos patológicos como los que he detallado al principio; así que la conclusión creo que es única: que pongamos en cuarentena a todos esos prepotentes, que no les hagamos caso; al fin y al cabo, no son nadie, y lo saben, por eso sobreactúan. Son simples camaleones, cuya característica es la de cambiar de color en función del entorno que les ‘alimenta’.