El pasado lunes día 15 falleció Robert Lucas, historiador y economista, nacido en EUA en 1937, Premio Nobel en 1995.
Este autor aportó diferentes líneas novedosas en el campo del estudio de la economía, como, por ejemplo, la precisa atención a los fundamentos microeconómicos; pero, su principal aportación, fue la de incorporar en el estudio económico las expectativas racionales, por la cual fue galardonado con el Premio del Banco de Suecia de Ciencias Económicas en memoria de Alfred Nobel.
El economista Xavier Sala i Martín, ayer, en programa de RAC1, explicó de forma muy didáctica la citada idea de las ‘expectativas racionales’, poniendo varios ejemplos:
- Si la ciudadanía cree que se producirá una crisis económica de forma inminente, esa creencia, a pesar de basarse en información sesgada, acabará comportando la crisis en cuestión, por más que desde el gobierno se diga lo contrario.
- Los tradicionales mensajes que los gobiernos hacen de los brotes verdes, para animar el consumo por parte de la ciudadanía, a pesar de que ni el gobierno vea ni atisbe los citados brotes verdes; pero, en este caso, por más esfuerzo publicitario, difícilmente podrán contrarrestar la opinión popular.
Pues bien, me parece que esta teoría nos viene como anillo al dedo, aplicándola al problema entre el reino español y los independentistas catalanes, ya que, a mi modo de ver, es evidente que la campaña ‘publicitaria’ del gobierno español, diciendo que el independentismo ya ha sido superado (derrotado), que ha pasado a perder la prioridad que tenía con anterioridad, que ahora lo que ‘realmente interesa a la gente’ es convivir y progresar de forma conjunta pacífica.
Asimismo, si por nuestra parte, nos frustramos, nos dividimos y desanimamos, favoreceremos la visión del estado. Y, la expectativa racional del estado se autocumpliría.
Es decir, ese mecanismo funciona como el de las ‘profecías autocumplidas’, que funcionan perfectamente, pues si ante un trabajo cualquiera, estuviéramos convencidos que no lo podríamos hacer, a la ‘objetiva’ dificultad del tema, se añadiría el plus del pesimismo y desánimo, que, efectivamente, facilitarían que no pudiéramos hacer dicho trabajo.
Si en lugar de desánimo, esa dificultad nos estimulase, posiblemente efectuaríamos el trabajo, y la profecía sería autofrustrada.
Es importante señalar que las expectativas han de ser racionales, es decir, basadas en un mínimo de datos objetivos (aunque sean sesgados), pues, en caso contrario, estaríamos ante expectativas irracionales. En nuestro caso, tenemos como fortaleza la ciudadanía independentista; y, como debilidad, los políticos, en general. Así que confiar en nuestras expectativas no es un deseo irracional, es racional (aunque sea difícil).
Un claro ejemplo de expectativa irracional, a mi modo de ver, es esperar que dialogando con el estado se pueda conseguir la independencia. Eso es una falacia, una profecía autofrustrada (por la parte dialogante decisiva, claro)
Me parece evidente que debemos replantearnos muchas cosas, pero, en primer lugar, es prioritario conseguir la independencia, y después, las diferentes corrientes de opinión ya plantearían sus especificidades, como en todos los países. Pero, ahora, deberíamos ir al unísono todos los independentistas. Esa sería la única opción racional y con expectativas de efectividad. Pero vemos que esa opción, ahora por ahora, es una distopía (una contrautopía)
Entre las cosas a replantear, como muy acertadamente me comentó un compañero de manifestación, es la capitalidad de Catalunya, que, según él, debería localizarse en Manresa, es decir, en el centro del país. A mi me parece que sería mejor situarla en Cardona, ya que fue la última localidad en caer en manos de los borbones en 1714, pues su fortaleza le permitió resistir 7 días más que Barcelona. Por eso, simbólicamente, me parecería más adecuado. De todos modos, fuese una localidad u otra, permitiría un giro copernicano a nivel político, ya que se perderían los vicios derivados de la capitalidad que históricamente ha tenido Barcelona, con sus defectos centralizadores; asimismo, permitiría potenciar la Catalunya vaciada, mejorando, necesariamente, todos los medios de comunicación, etc.
Pero, desgraciadamente, los diferentes partidos que antes se consideraban independentistas, ahora están en modo autonomista y, por lo tanto, subordinados al estado opresor. Y claro, a mi modo de ver, su motivo es conservar el poder, las poltronas, los sueldos y las prebendas; y eso es triste y deprimente.
Esta mañana me ha parecido muy acertado un comentario de la periodista Ana Gómez, subdirectora del diario Segre, que ha dicho que no deberíamos seguir el discurso que imponen los partidos de la derecha española, por ejemplo, sobre la idoneidad o no de la candidatura en Bildu de siete ex etarras condenados por asesinato (que hoy han comunicado que, finalmente, no asumirían el cargo, si fuesen votados).
Dado que han cumplido con las penas de cárcel prescritas, legalmente tienen todo el derecho para presentarse. Otro tema es la ética de su candidatura. Pero está claro que la legalidad social prima sobre otras consideraciones personales. Asimismo, es preciso recordar que el PP ha tenido ministros como Fraga Iribarne, Martín Villa, etc., ocupando todo tipo de cargos públicos, sin plantearse ningún dilema al respecto. Incluso el PSOE ha tenido en cargos públicos a miembros imputados por su participación en el GAL.
Ahora bien, el discurso dirigido por la derecha política y judicial pretende imponer su visión, como si se tratara de una perspectiva racional general, cuando, en todo caso, lo es para sus seguidores, y nada más. Por eso no debemos hacer seguidismo de sus intereses, y debemos replantear el debate de nuestros propios temas.
En definitiva, me parece que dado el posicionamiento de los partidos políticos (convertidos en empresas, en máquinas de consecución de privilegios) y los propios políticos profesionalizados (y reconvertidos en autonomistas españolistas, es decir, claramente, en botiflers (*)), los independentistas de base hemos de convenir que realmente tenemos muy difícil avanzar, que nuestras expectativas racionales serán de cumplimiento a largo plazo, pero no por ello debemos desistir, más bien al contrario, debemos persistir manifestándonos y evidenciando nuestro rechazo a todos los actuales políticos.
(*) En un documento titulado ‘Doctrina Cathalana – de un mestre i deixeble’ con un ‘Viva Carlos Tercer’ (hijo de Felipe V) se menciona por primera vez el término ‘Butifler’, como se llamaban a las personas partidarias de Felipe V.
Botifler viene de beauty fleur, los seguidores de la bandera de la flor de lis de los Borbones.
Esta mañana he leído que la diputada más joven del parlamento danés, Aki-Matilda Hoegh-Dam, elegida en Groenlandia, se negó a hablar en danés y se expresó en su lengua inuit, el groenlandés, desobedeciendo las normas de la cámara danesa.
Y, en una entrevista a Vilaweb (*), comentó que tienen pensado efectuar un referéndum de independencia, a pesar de la oposición de la metrópoli.
Comentó, también, que hasta la década de los 70 del siglo pasado, el gobierno danés había efectuado un genocidio, en Groenlandia, esterilizando, de forma ilegal y secreta, a muchas mujeres groenlandesas, y el primer ministro danés, en su momento, había informado que estaba contento por haber reducido la población y así ahorrar mucho dinero.
(*) (Alaaddine Azzouzi, 16 de mayo del 2023)
Es decir, vemos que los deseos de independencia se van multiplicando, pues, además de la citada Groenlandia, sabemos de Escocia, Córcega, y, claro, Catalunya. Y esa tendencia será imparable. Con toda seguridad son unas expectativas racionales, por más que los estados extractivos tengan un gran poder y socios que les apoyen en el club de mercaderes de la UE, pero a pesar de ellos, acabaremos imponiendo nuestros deseos y, los actuales botiflers, con toda seguridad, cambiarán de flor, pues verán que nuestra república será más sana que su actual reino.