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España, cleptocrática y cacocrática

Etimológicamente:

  • la cleptocracia, término formado por ‘clepto’ (robo) y 
  • la cacocracia ‘kakos’ (mal, malo),

y ambos, con kratos (poder, gobierno), expresan:

  • el primero, los sistemas de gobierno formados por ladrones, por la institucionalización de la corrupción con sus derivados como el nepotismo, el clientelismo político, etc.;
  • y el segundo, el gobierno donde mandan los delincuentes, los malos.
Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

Este mediodía, (18 de mayo), el Comité de los Derechos Humanos de la ONU ha emitido un informe (Dictamen aprobado por el Comité a tenor del artículo 5, párrafo 4, del Protocolo Facultativo, respecto de la comunicación núm. 3165/2018), condenando a España por haber violado los derechos políticos del president Carles Puigdemont, cuando se decretó la suspensión como diputado en 2018, sin motivos ‘razonables ni objetivos’ afirmando que España va contra ‘la esencia de un gobierno democrático’.

Ese informe recuerda que ‘la suspensión excepcional de funciones públicas impuesta antes de una condena judicial, ha de cumplir unas exigencias más estrictas que las aplicadas con posterioridad de la condena’.

Ahora, el citado Comité da un término de 180 días para que el estado tome las medidas necesarias y haga difusión de la condena. ‘El estado tiene la obligación de adoptar las medidas necesarias que sean precisas para evitar que se cometan violaciones arecidas en el futuro’.

Según el dictamen, ‘el estado español violó el artículo 25 del Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos, es decir, el derecho de presentarse y de ser elegido en unas elecciones y de ejercer como representante público, que es la esencia de todo gobierno democrático’; y añade que ‘todos los ciudadanos tienen el derecho de participar directamente en la dirección de los asuntos políticos, o por medio de representantes elegidos libremente’.

Sabemos que el estado español (y muy español, como dijo M. Rajoy), no hará nada al respecto, pues siguen con su ADN basado en la unidad, en el mantenimiento de una monarquía corrupta, para defender la ‘unidad de destino en lo universal’ (falangista).

Así, harán oídos sordos, y su prensa y medios pensionados, ni mencionarán ese dictamen; y, mucho menos, se cuestionarán nada, pues todas las medidas adoptadas contra el independentismo, les parecían y parecen ‘agua de mayo’ (aunque este año sea escasa.

Por lo tanto, a mi modo de ver, ahora se plantean diferentes temas:

Con un carácter previo, en primer lugar, la destitución de todo el gobierno y de la presidenta del Parlament, por la aplicación del artículo 155 de la constitución española. Una aplicación irregular, ilegal, pues el estado español se pasó por el arco del triunfo diferentes derechos y leyes, atribuyéndose potestades que no le correspondían.

En segundo lugar, el seguidismo servil, vasallo y acrítico que tuvo en 2018 el president del Parlament, Roger Torrent (ERC), aceptando, de entrada, el veto a la nominación de Puigdemont como president de la Generalitat. Ahora, tras el citado dictamen de la ONU, ese lastimoso, interesado y cobarde papel de ERC, ha quedado en evidencia, por su falta de ética, moral y firmeza de convicciones.

En tercer lugar, la campaña desinformadora de los medios de comunicación unionistas, como ya he citado, para implantar en el colectivo social, la tesis del ‘a por ellos’ dictada por el infame reyezuelo Felipe VI, que quiso emular a su ta-tatarabuelo Felipe V.

En diferentes escritos anteriores, he manifestado mi opinión sobre el particular, es decir, que los políticos que en su momento se consideraban independentistas, deberían hacer un paso al lado, para reestablecer la situación existente antes del mencionado 155; esa sería la única opción para mostrar su dignidad.

Y, claro, tras ese dictamen de la ONU, Pere Aragonès debería hacer ese paso, y facilitar que Puigdemont accediese a la presidencia de la Generalitat; por más ‘atípica’ que pudiera ser la fórmula a seguir, y por más impedimentos que pudieran plantear los leguleyos del Parlament. A situaciones excepcionales, soluciones excepcionales. Y, obviamente, desoyendo a la judicatura española y al tribunal constitucional, no hay otra; si bien eso requeriría la valentía y honorabilidad que los actuales políticos carecen, como nos han mostrado reiterativamente.

Esa sería la fórmula para restablecer la actual anormalidad e ilegalidad.

Otro aspecto a destacar, como he indicado, es la campaña torticera y manipuladora del estado español, basado en su ‘todo por la patria’, propia de gobiernos cleptocráticos y cacocráticos.

El economista libanés, Moisés Naím (n. 1952), en un artículo titulado ‘Cleptocracias y cacocracias’ (El País, 3 de junio del 2018), dijo que:

‘Las cacocracias (los gobiernos de los malos) proliferan en sistemas políticos degradados y caóticos que repelen a los talentosos y le abren paso a los peores ciudadanos, o a los menos preparados’.

Y eso mismo lo observamos en el funcionamiento de los partidos políticos; y así nos va.

Que esas características sean propias de los partidos unionistas, reflejo de su estado corrupto, es congruente; ahora bien, que los partidos teóricamente independentistas se mimeticen con esa forma de proceder, es vergonzoso; ya que deberían ser todo lo contrario: transparentes, democráticos, éticos y morales. No queremos más de lo mismo; queremos ser totalmente diferentes a ese deformado y deformante sistema político.

Como comenté en mis escritos de estos últimos días, estamos inmersos en una política de provocaciones, con una potente campaña de propagación de la propaganda ‘oficial’, con el fin de inculcar en la ciudadanía sus expectativas, por más irracionales que nos puedan parecer. Esa irracionalidad la detestaría Robert Lucas, ya que este premio Nobel defendía justo lo contrario, las expectativas racionales, basadas en unos mínimos datos objetivos.

Seguidamente reproduzco un fragmento, en el que podemos observar, claramente, el poder de la propaganda oficial, basado en sus expectativas irracionales, pero que, tristemente, hemos comprado todos de forma acrítica:

Vicent Partal, comentó la decepcionante campaña electoral, en la que la derecha y ultraderecha española impone el mensaje sobre ETA, como eje central de sus discursos, se plantea un tema central:

‘Llamar ‘guerra civil’ a lo que pasó entre el 1936 y el 1939, es la gran victoria política del franquismo y una de las bases más sólidas de su pervivencia, todavía hoy día.

Lo que pasó entre el 1936 y el 1939 no fue ninguna guerra civil -una pelea entre dos donde todos tienen parte de culpa-, fue una insurrección militar contra la legalidad democrática, con el soporte de la Alemania nazi y la Italia fascista, como parte, ya, del inicio de la Segunda Guerra Mundial.

(…) De hecho, el franquismo, cuando inició la insurrección armada, no hizo servir nunca la expresión ‘guerra civil’, si no la de ‘cruzada de liberación nacional’.

‘Guerra civil’ fue una invención de los anglosajones para intentar justificar, más tarde, su política de no-intervención, que contribuyó de manera decisiva en la derrota de la república.

Asimismo, el franquismo entendió perfectamente que le convenía hablar de ‘guerra civil’ y, en el momento que el eje fue derrotado, cambió de lenguaje para poner en la cabeza de la gente esta falsa idea sobre cómo y por qué llegaron al poder. Falsa idea que les sirvió para hacer una transición a medida y todavía hoy, para legitimar su existencia.

A propósito de eso, también es interesantísima la posición del joven historiador Jorge Marco, que ha demostrado en diversos trabajos, que la guerra de Franco no fue del 1936 al 1939, si no del 1936 al 1952, pues en esos trece años la guerrilla y el maquis continuaron luchando, de una manera que en cualquier otro país se consideraría una guerra.

(…) (La postura oficial) facilitó el blanqueamiento de la transición; (que no hubiera sido factible) si los demócratas hubiesen sido implacables en el momento de denunciar el golpe de estado, en lugar de aceptar el falso relato de la ‘guerra civil’.

Fueron oportunidades perdidas, que se perdieron en buena parte porque la colonización mental del nacionalismo español se impuso no únicamente entre los suyos, si no también entre los que habrían de ser sus enemigos (…)’

(Vilaweb, editorial del pasado día 16)

Yo soy uno que, acríticamente, había aceptado el término de ‘guerra civil’, si bien lo matizaba siempre como ‘guerra incivil’; pero, claro, aún así, había ‘comprado’ inconscientemente, el mensaje oficial; así que, en lo sucesivo, intentaré no volver a cometer el mencionado error.

Este ejemplo viene perfectamente a cuento con la situación actual, la de Carles Puigdemont, ya que ahora oiremos múltiples mensajes, como: que ya no se puede hacer marcha atrás; que las leyes y reglamentos no permiten restablecer la situación pretérita; que hay que mirar hacia el futuro; que la situación política actual es diferente; que ha habido otra elección autonómica que ha dado lugar a otras legitimidades; etc.

Y claro, a mi modo de ver, eso no deja de ser otro ejemplo de comprar, de forma interesada, el mensaje ‘oficial’ del enemigo, el del estado español, con todas sus consecuencias.

Y esa forma de seguidismo, lo que hace es favorecer la teoría de la profecía autocumplida, es decir, la profecía del estado español, de su deep state, su estado profundo, con su brazo armado de su lawfare, su corrupto poder judicial, todos ellos trabajando a ‘mayor gloria de su Alfonso ‘v palito’, el ‘prepaparo’, pero ‘preparao’ para defender su negocio familiar apoyado por la extrema derecha.

Por todo esto, si realmente queremos conseguir una República Catalana, ética y democrática, sólo tenemos un camino: Restituir a Carles Puigdemont, ya. En caso contrario, mostrarán su servilismo a dicha monarquía corrupta, y seguirán siendo tan cleptocráticos y cacocráticos, como ellos, que es lo que me temo.