Es habitual que, en todas las campañas electorales, todos los políticos mientan más de lo que es su habitual, que prometan actuaciones que saben que no cumplirán, aunque ganen las elecciones, pues muchas de esas promesas ni dependen del ámbito de sus responsabilidades directas.
Si los políticos tratasen a la ciudadanía como personas adultas, efectuarían sus propuestas acompañadas por los pertinentes presupuestos y con las medidas de financiación correspondientes, y, en paralelo, los servicios que decaerían, ya que los presupuestos son finitos.
Son conocidas las ‘promesas’ de Alejandro Lerroux García (1864 – 1949), un político republicano populista que ejerció la presidencia del consejo de ministros en varias ocasiones durante la Segunda República española (1931 – 1939). Pues bien, en plena campaña, Lerroux visitó varios pueblos de Catalunya:
- En un pueblo, al visitar un colegio, y ver que sobre la mesa del maestro había un pequeño globo terráqueo, prometió que, si él ganaba, les regalaría ‘un globo terráqueo de tamaño natural’.
- En otro pueblo, tras reunir a muchos habitantes en el casino, prometió que, ‘si ganaba, les construiría un puente’. Uno de los asistentes le dijo ‘que no tenían río’, y él les contestó: ‘pues también les pondré un río’.
No sé si esas promesas se ajustan a la realidad, pero pasaron a formar parte de la ‘cultura popular’ sobre ese personaje, que era un bocazas populista (de ahí el término ‘lerrouxismo’), que, al declararse la subversión militar (que no, guerra civil ni incivil) se refugió en Portugal, desde donde mostró su adhesión al asesino Francisco Franco, olvidándose de su ‘ideología’ republicana radical y anticlerical, que había dejado bien claras con anterioridad, ya que, en 1909, durante la Semana Trágica de Barcelona, se hizo famosa su siguiente soflama:
‘Jóvenes bárbaros de hoy, entrad a saco en la civilización decadente y miserable de este país sin ventura, destruid sus templos, acabad con sus dioses, alzad el velo de las novicias y elevadlas a la categoría de madres para civilizar la especie, penetrad en los registros de la propiedad y haced hogueras con sus papeles para que el fuego purifique la infame organización social, entrad en los hogares humildes y levantad legiones de proletarios para que l mundo tiemble ante sus jóvenes dispuestos … Seguid, seguid … no os detengáis ni ante los sepulcros ni ante los altares…’
(Cruz, Rafael, ‘Repertorios. La política de enfrentamiento en el siglo XX. Madrid, 2008, pág. 259)
Ese político demagógico, ‘el emperador del Paralelo de Barcelona’, como se le conocía, por su habitual participación en la vida festiva nocturna de esa avenida, se vio involucrado por su participación en el ‘caso estraperlo’ (octubre de 1935); estraperlo (de los nombres de sus creadores Strauss, Perle y Lowmann) era una ruleta que ocultaba un dispositivo eléctrico que permitía la manipulación y pingües beneficios para la banca del casino.
Así era ese personaje, que acabó dejando para la historia popular el término ‘lerrouxismo’.
Y ese proceder no es único en la historia, pues todos recordamos que, en el año 2003, George W. Bush y sus monaguillos tontos útiles, como Toni Blair y José M. Aznar, hicieron creer a población mundial, que en Irak tenían armas de destrucción masiva, en contra tanto de la opinión del Organismo Internacional de Energía Atómica, como en contra de la propia ONU. Pero la opinión de los poderosos siempre se impone, y así, Saddam Hussein (1937 – 2006) acabó pagando la venganza buscada por el asesino Bush y sus compinches citados.
Muchos estamos cansados, hastiados, de tanta insolencia y desprecio, que busca, única y exclusivamente, el beneficio particular y partidista de los políticos al uso, pues, salvo pocas y honrosas excepciones, todos son populistas, mentirosos compulsivos, en definitiva: lerrouxistas.
Y ante tanta desfachatez, todos deberíamos tener la prudencia que tuvo Ulises (Odiseo), según narra la Odisea de Homero (c. s. IX – s. VIII), en su canto XII, pues, según la leyenda, una vez finalizada la guerra de Troya (narrada en la Ilíada), en el viaje de regreso a su hogar en la isla de Ítaca, para encontrarse con su esposa Penélope y su hijo Telémaco, los dioses le habían preparado un largo y accidentado viaje, lleno de aventuras, que duró 10 años; una de esas aventuras fue su encuentro con las sirenas:
Para evitar su influjo, Ulises siguió el consejo de la diosa Circe, que le había dicho:
‘Tendréis que pasar cerca de las sirenas que encantan a cuantos hombres se les acercan. ¡Loco será quién se detenga a escuchar sus cánticos pues nunca festejarán su mujer y sus hijos su regreso al hogar!
Las sirenas les encantarán con sus frescas voces.
Pasa sin detenerte, después de taponar con blanca cera las orejas de tus compañeros, ¡que ni uno solo las oiga!
Tu solo podrás oírlas si quieres, pero con los pies y las manos atados y en pie sobre la carlinga, hazte amarrar al mástil para saborear el placer de oír su canción.
Al acercarse a la Isla de las Sirenas y su florido prado, obedeciendo el consejo de la diosa, ordenó que sus compañeros le atasen de pies y manos al firme mástil, y, seguidamente hizo que sus compañeros se untasen sus oídos con cera recién derretida.
Al notar las Sirenas la presencia de la embarcación, entonaron su sonoro canto, con sus tentadoras palabras: ‘detén tu nave y ven a escuchar nuestras voces. Después de deleitarse con ellas quienes las escucharon se van alegres, conociendo muchas cosas que ignoraban … sabemos cuanto sucede sobre la tierra fecunda’.
Es el propio Ulises, en su relato a Alcínoo, quien habla de cómo fue el encuentro, ‘entonces, mi corazón deseó escucharlas y ordené a mis compañeros que me soltaran haciéndoles señas con mis cejas, pero ellos se echaron hacia adelante y remaban, y luego se levantaron Perimedes y Euríloco y me ataron con más cuerdas, apretándome todavía más’.
Otro ejemplo de seducción, lo narró Calímaco de Cirene (310 a.C. – 240 a.C.), que Cleómbroto de Ambracia, ‘sin haber visto ningún mal digno por lo que morir’, después de leer una única obra, ‘Fedón’, el diálogo platónico sobre el alma, se arrojó desde las altas murallas al Hades, tras gritar: ‘adiós, Sol’, ansioso por morir para empezar a vivir en la inmortalidad que Sócrates (470 a.C. – 399 a.C.) prometía a sus amigos, tras desprenderse de todo lo material que dificulta alcanzar el conocimiento puro.
Es evidente que todos necesitamos un cierto ‘confort’, aunque sea momentáneo, falso y emitido por mentirosos profesionales; pues todos tenemos cierto grado de estulticia (‘stultus’, necio), de tontería que, por necesidad o por ignorancia, caracteriza a muchas personas (como reflejó Erasmo de Rotterdam (1466 – 1536) en su obra de 1509 ‘Moriae Encomium, sive Stultitiae Laus’ (Elogio de la locura).
Muchos nos dejamos ilusionar por los cantos de sirenas, de la ‘Diosa Desmedida’, que hace actuar contra el instinto, contra la inteligencia, contra la ley, y que hace que cuando no se espera una respuesta no nos podemos quejar de que la respuesta que nos den no sea la que esperábamos.
Pero, asimismo, muchos otros estamos cansados de los actuales partidos políticos, con unos ‘profesionales’ mediocres, pues todos ellos nos parecen que son como la lúgubre Santa Compaña (Estadea; Compaña o Genti de muerti; la ‘caza salvaje’ del dios nórdico Odín; la historia galesa de los perros de annwn, el inframundo; etc.), cuya aparición, en los siglos XI y XII, era sinónimo de tragedia y aviso de muerte y de malos augurios
Como señalaron los clásicos, debemos tener claro que ‘la corrupción de los ‘mejores’ es la peor de todas’ (‘corruptio optimi péssima’), y ante cualquier acción o promesa, siempre debemos preguntarnos ‘¿a quién beneficia’ (cui prodest? / cui bono?), ya que, siguiendo con los clásicos: ‘cuando el lobo aprende salmos, echa de menos a los corderos’ (‘cum lupus addiscit salmos desiderat agnos’)
Y debemos olvidarnos de todas las promesas que nos hacen siempre, y más, en campaña electoral, pues lo que valen son los ‘hechos, no palabras’ (‘res, non verba’), ‘hechos, no palabras’ (‘Re, non verbis’); y no hacer caso del dicho ‘Roma locuta, causa finita’ (cuando Roma habla, termina la causa), pues tenemos experiencia que todo lo que nos dicen el estado y los políticos en general, en absoluto es inapelable, al revés, todo es discutible y debe ser puesto en cuarentena.
Los antiguos relojes europeos solían tener grabada la expresión ‘Vulnerant omnes, ultima necat’ (todas hieren, la última mata), refiriéndose a las horas. Y ese refrán podemos aplicarlo, también, a las promesas que nos hacen los políticos, ya que las últimas que nos harán durante esta semana, justo antes de las elecciones del próximo domingo 28, intentarán acabar de ofuscarnos, emboscarnos, para acabar con nosotros como ciudadanos de plenos derechos, ya que nos quieren como dóciles corderitos obedientes.
Por eso, debemos hacer como Ulises, claro, y no hacer caso de los cantos de esas sirenas mediocres.
Curiosamente, un día como hoy, el 23 de mayo, pero de 1934, acabaron con Bonnie Parker (1910 – 1934) y Clyde Barrow (1909 – 1934).
Y ‘ahí lo dejo’, como acaba muchas veces sus comentarios Gonzalo Boye, abogado de Carles Puigdemont.