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Entrada en el túnel

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

En las elecciones municipales realizadas el domingo pasado, en la ciudad de Barcelona, el 5,7% de los votos fueron a Vox, un partido de extrema derecha.

Es la primera vez que ese partido entra en el ayuntamiento de nuestra ciudad. Y ha entrado obteniendo dos regidores, Gonzalo de Oro-Pulido Plaza y Liberto Senderos Oliva. Este último es fundador de la secta integrista mexicana Yunke en España. (Sobre esa asociación de ultraderecha, ya he escrito en repetidas ocasiones, así que no me volveré a extender al respecto)

Y es grave pensar que 39.937 conciudadanos hayan confiado su voto a un partido racista, machista, unionista, con un discurso de odio, xenófobo, etc.

Pero esa novedad ya la tenemos incrustada en el Parlament de Catalunya, pues tenemos a 10 diputados, liderados por Ignacio Garriga, siendo la cuarta fuerza política del Parlament.

En las elecciones municipales del 2011, Vox obtuvo 67 regidores en el conjunto de Catalunya (absorbiendo el partido de Josep Anglada, Plataforma per Catalunya); y en las pasadas elecciones ha obtenido 124 regidores en el conjunto de Catalunya, ‘gracias’ a los 150.000 votos obtenidos.

Vox, fundamentalmente, tiene tirada en los barrios más pobres, con menor renta per cápita, pero, paradójicamente, también entre los de renta más alta.

En Barcelona ciudad, el barrio de Torre Baró, Vox obtuvo el 16,25% de los votos, con una participación del 41 %; en el de Nou Barris aportó, este domingo pasado, el 8,7% de los votos a Vox; pero, también, en Sarrià-Sant Gervasi, el 7,5% y en las Corts el 6,3%.

En Sant Cugat del Vallès, Vox ha entrado en el ayuntamiento con dos concejales, conseguidos, básicamente, en el barrio de Mira-Sol, uno de los más ricos del municipio, que es uno de los de rentas más elevadas de Catalunya.

No es fácil establecer una relación directa con el porcentaje de inmigración de los municipios, pero, según explica Aleix Moldes, en su artículo ‘Estos son los graneros de votos de la ultraderecha en Catalunya’ (Ara, 4 de junio), el voto de la extrema derecha tiene buena tirada en municipios con mucha inmigración como Salt (4 concejales) y acaba preguntándose que ‘ya han pasado, ahora, la pregunta es si los podremos volver atrás’.

Albert Llimós, en su artículo ‘Por qué voto a Vox?, (el mismo Ara citado), algunos votantes apuntan a la inseguridad y las ocupaciones de viviendas, y por que Vox ‘dice las cosas que quieren oír’; y hay jóvenes que votan a Vox, para protestar contra el feminismo. Otro votante (Moisés, de 78 años, y médico jubilado que llegó a Barcelona desde León), explica que ‘si analizo su programa, se ajusta a mi manera de pensar. No soy de izquierdas ni de derechas, quiero una inmigración ordenada y una política de nación y no de naciones’, y otro (José, de 86 años, vecino de las Corts), dice: ‘somos un barrio de derechas, la gente quiere vivir y ganar dinero, está harta del ridículo de Puigdemont, argumenta’.

Por su parte, Mònica Bernabé, en su artículo ‘Estamos dejados de la mano de Dios’ (mismo ejemplar del Ara), analiza el mencionado barrio de Torre Baró, explica el comentario de una vecina (Inés), que dice: ‘aquí viven personas de origen árabe, latinoamericano y africano, sólo hay cuatro pequeños comercios (tres comercios de alimentos y un bar) y una gran mezquita, y a mi me parece muy bien que recen, pero que no pongan el altavoz de la mezquita por la noche’. El Mohammed, que es de Pakistán y propietario del bar, dice: ‘son sucios y ya me han atracado cuatro veces este año, estamos dejados de la mano de Dios’.

Bernabé comenta, asimismo, que, en el pasado mes de octubre, Vox participó en una manifestación vecinal para protestar por la inseguridad que genera en el distrito, un centro de acogida de personas sin techo; y denunció que la plaza de Sóller se ha convertido en un ‘centro de delincuencia’.

Según el censo del 1 de enero del 2022, la población extranjera en Catalunya asciende a 1.271.810 personas, un 16,32 % del total de la población catalana. Mientras que, al principio del 2010, representaba el 15,95 %; y al inicio del 2000, apenas un 2,90 %, es decir, 181.590 personas.

Por su origen, a primeros del 2022, del total de los inmigrantes, el 18,50 % eran de Marruecos (235.278); el 6,80 % de Rumanía (86.528); el 6,04 % de Italia (76.826); el 4,97 % de China (63.228); el 4,39 % de Pakistán (55.771); el 4,31 % de Colombia (54.820); el 4,10 % de Honduras (52.082); etc.

(fuente: https://www.idescat.cat)

No quiero dejar ni la más pequeña señal de racismo ni clasismo, nada más lejos de mi pensamiento, pues todas las personas, por serlo, merecen el mismo respecto, en caso contrario no sería ni ético ni moral.

Ahora bien, creo que la diversidad que tenemos, que es una riqueza, pues la multiculturalidad abre todas las ventanas y puertas.

Pero, siempre hay peros, me parece que hay dos aspectos básicos, que influyen de forma determinante en la situación actual:

En primer lugar, el interés en integrarse al lugar de recepción. Esto es básico. En cualquier estado, esa integración es menos compleja, ya que el referente es el propio estado. Pero, en Catalunya, con una voluntad mayoritaria de independencia, y de nacionalismo, la identificación que se efectúa, salvo honrosas excepciones, es con el reino español, pues aplican su patrón de origen, referente a su estado. Y no acaban de entender, o no quieren entender, nuestra propia identidad (lengua, cultura, motivaciones, etc.); y, claro, la comodidad prevalece, y se limitan a la lengua castellana.

Y, en segundo lugar, la incidencia cultural, como muestran los índices de nivel de lectura y comprensión lectora de los alumnos catalanes, a la cola de España y de Europa.

Josep Sala y Cullell en su artículo ‘Decálogo de la tormenta perfecta en la escuela catalana’ (Vilaweb, 1 de junio) señaló los diferentes puntos relevantes, y, para este escrito me centraré en el segundo, de su decálogo:

‘Uno de los fenómenos más bien estudiados es que el rendimiento académico de los alumnos depende, sobretodo, de la formación y nivel cultural de los padres. Y es preciso recordar que un 35 % de los adultos residentes en Catalunya tienen, como máximo, los estudios secundarios obligatorios, producto, en buena parte, de la inmigración económica de las últimas dos décadas, y no se han asignado recursos para compensarlo. En lugar de eso, tenemos una segregación escolar por clases sociales, hecho que condena a los de abajo, a unas oportunidades menores y que envía a los de las clases medias a la educación concertada, a menudo religiosa’.

Sala, profundiza, también en la influencia de las redes sociales, predominantemente en lengua castellana o inglesa, pero con una representación mínima del catalán.

Efectivamente, la historia confirma que la población de Catalunya en general, y de Barcelona en particular, somos gente de acogida y de defensa de los que han dejado su país, por conseguir mejoras económicas, por una vida con nuevas oportunidades, y en paz.

Pero tenemos mucho trabajo, para promover la catalanidad, hacerla interesante, motivadora y … necesaria. Sería incomprensible e inmoral, que dejásemos guetos, núcleos de población, que puedan vivir en plenitud con la lengua e identificación castellana, que los viéramos como ajenos, cuando, según el periodista y escritor valenciano Paco (Francesc) Candel Tortajada (1925 – 2007) son ‘los otros catalanes’ (‘Els altres catalans’, ediciones 62, 1964), es decir, todos somos catalanes.

El ex President de la Generalitat, Jordi Pujol, hizo famosa su máxima: ‘Es catalán quien vive, trabaja en Catalunya y quiere serlo’.

Y, claro, el aspecto definitivo es la voluntad de quererlo ser. Por eso tenemos mucho trabajo para que les sea agradable y motivador querer ser catalán.

Ahora bien, en este proceso de independencia en el que nos encontramos, vemos que los partidos y las instituciones unionistas, priman el eje económico y el ideológico, sobre el identitario español (claro). Y, en una situación de crisis económica, con unas brechas salariales tan amplias (por género y clase social), es difícil intentar sobreponer el eje nacionalista catalán.

En definitiva, que tenemos una tarea muy ardua, como he comentado anteriormente, pero no debemos desfallecer. Nuestro futuro como República Catalana, en gran parte, depende de ellos, de su integración.

Pero, vista la evolución demográfica, la potencia de los intereses de los poderes españolistas, la ‘comodidad’ de los inmigrantes (que, muchos de ellos no quieren recordar que se independizaron del reino español, y carecen de la empatía precisa con nosotros), y la desidia de muchos de nosotros, creo que, difícilmente, superaremos este gran reto.

En este escrito me he referido a los inmigrantes extranjeros, pero, nuestro principal problema lo tenemos con los inmigrantes de otras comunidades autónomas españolas, que se molestan si los consideramos así, pero lo he escrito así, por su facilidad expresiva. Y, claro, ese gran colectivo ha venido con su ADN españolista, que no es fácil cambiar, salvo excepciones muy honrosas; muchos de ellos quieren vivir y trabajar en Catalunya, pero no quieren ser catalanes, y lo muestran diariamente.

En definitiva, que lo tenemos muy difícil, pues nuestra ética y moral para aceptarlos, no debe poner en cuestión nuestra voluntad de identidad. No debemos ampliar la base (como dice ERC) bajando el listón de nuestras exigencias y necesidades, ya que, en ese caso, no tendremos ni seremos nada.