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Desconfianza

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

Siguiendo con el núcleo de mis escritos anteriores, me parece que estamos en un momento político importante, y muchos estamos desconcertados, pero no desmotivados ni desmovilizados.

Vemos que no podemos fijarnos en modelos próximos y, un buen ejemplo, lo tenemos con el arresto de Nicola Sturgeon, exprimera ministra de Escocia, implicada en la presunta financiación de su partido, el SNP (Partido Nacional Escocés). Pero no podemos sacar conclusiones anticipadas, pues hace un par de meses, los detectives registraron su domicilio, deteniendo a su marido, Peter Murrell, antiguo consejero delegado del partido, pero al poco, quedó en libertad sin cargos. Dos semanas después, el tesorero del SNP, Colin Beattie, también fue arrestado como sospechoso, y liberado a las doce horas.

Evidentemente, todos los actores implicados juegan su papel, como sabemos en el reino de España, que no ha dudado ni duda en movilizar todos sus poderes para inventar todo tipo de argucias, para desprestigiar a los independentistas catalanes. Por eso, nuestro margen de confianza debe reducirse, pero no eliminarse, pues somos seres sociales.

La confianza presenta tres dimensiones: conductual, cognitiva y afectiva; y es una emoción positiva, consciente y voluntaria, a pesar de no tener el control de una situación futura. Según Friedrich Wilhelm Nietzsche (1844 – 1900), ‘significa tener seguridad en que se puede hacer lo que uno quiere o se propone hacer’.

Confiar, etimológicamente, está formada por el prefijo ‘con’ (todo, junto) y la raíz ‘fi’, del verbo ‘fidere’ y éste de ‘fides’ (lealtad, fe); es decir, confiar es tener lealtad a los principios que tenemos, y hacerlo con nuestros compañeros de viaje.

El temor y la confianza son pasiones contrarias, y ambas forman parte de la condición humana que compartimos como especie; pero debemos ser capaces de observar de qué bando de la balanza está el fiel de la báscula, pues es la mejor forma para ponderar, en cada momento, las decisiones a tomar.

Siguiendo con Nietzsche, es interesante destacar que consideró que ‘una cosa es necesaria: que el hombre alcance la satisfacción consigo mismo y para eso, ha de tener fe en sí mismo’

Hace meses reproduje un cuento, que ahora me parece de nuevo adecuado:

‘El elefante encadenado

Cuando era pequeño, me encantaba el circo. Con todo ese ambiente de fiesta, ese colorido, esa alegría … Pero de todo ello, lo que más me gustaba eran los animales. Y de todos los animales, me fascinaba el elefante. Era tan grande, tan fuerte …

Pero hay algo que siempre me llamó la atención: antes y después de cada espectáculo, el elefante permanecía atado a una diminuta estaca por una cadena. Y yo pensaba, ¿cómo es posible que el elefante, tan grande y fuerte, no se intente liberar de esa minúscula cadena y esa débil estaca clavada en el suelo?

Esa duda me atormentaba, y comencé a preguntar a los adultos, en busca de una respuesta. Todos se encogían de hombros, no sabían qué contestar. Hasta que un día, un hombre se acercó a mí y se puso a contemplar el elefante a mi lado. Entonces le hice la pregunta y él, observando al elefante, respondió:

No intenta liberarse porque desde muy pequeño estuvo atado a esta estaca y no pudo escapar de ella. Entonces, se rindió.

Y yo comencé a imaginar al pequeño elefante encadenado a la estaca, intentando soltarse de ella con todas sus fuerzas. Pude sentir su lucha y su frustración cada vez que caía al suelo agotado, sin ninguna victoria.

Pensé en el día en el que el pequeño elefante se tumbó junto a la estaca resignado y asumió su destino. Ese día que decidió dejar de luchar por soltarse de la cadena. Ese día que asumió su derrota para siempre. Por eso, entendí entonces, el elefante ya no lucha. Porque piensa que no puede’.

(https://tucuentofavorito.com)

Me parece evidente el paralelismo entre el elefante y los independentistas catalanes que han desistido, que han dejado de intentar escaparse del control español, con argumentos variopintos, como el de la necesidad de ampliar las bases (mensaje que ha llevado a disminuirlas)

Muchos de esos independentistas que han perdido la confianza, actúan como Nasrudín, en la siguiente fábula sufí:

‘La mujer perfecta

Nasrudín conversaba con un amigo:

Entonces, ¿nunca pensaste en casarte?

Sí, pensé -respondió Nasrudín-. En mi juventud resolví buscar a la mujer perfecta. Crucé el desierto, llegué a Damasco y conocí a una mujer muy espiritual y linda; pero ella no sabía nada de las cosas del mundo. Continué viajando y fui a Isfahan; allí encontré a una mujer que conocía el reino de la materia y el del espíritu, pero no era bonita. Entonces, resolví ir hasta El Cairo, donde cené en la casa de una moza bonita, religiosa y conocedora de la realidad material.

¿Y por qué no te casaste con ella?

¡Ah, compañero mío! Lamentablemente, ella también quería un hombre perfecto’.

(https://www.revistadelauniversidad.mx)

Los independentistas desmotivados, que esperan que, quizás, es preferible esperar a que los representantes del reino español acepten la realización de un referéndum legal y acordado, es decir, que buscan la mujer ideal para casarse, como Nasrudín, no cuentan que, seguramente, solo existe en sueños. Y en el supuesto de que existiera, esa ‘mujer perfecta’, no aceptaría, en absoluto, como dialogantes, a los tibios de ahora.

En definitiva, no debemos esperar situaciones perfectas, debemos jugar con unas cartas, aunque estén marcadas.

Debemos hacer nuestro juego, no podemos dejar que nos lo hagan otros. Eso ya lo comentó Joan Fuster i Ortells (1922 – 1992): ‘toda política que no hacemos nosotros, será hecha contra nosotros’.

Y ese pensamiento tiene su lógica, también, si la aplicamos pensando en las elecciones del 23 de julio. Para ese momento, hay políticos, como Clara Ponsatí, que argumentan y defienden la abstención, el voto nulo o blanco; para, así, evidenciar el desencantamiento con todos los políticos. Otros políticos, como David Fernández, opinan lo contrario, incluso la Cup ha decidido volver a presentarse.

A mi me parecería la mejor opción, participar, votando a los partidos independentistas que mejor creamos que nos representan y, después, no asistir a las sesiones del congreso, o asistir, quedándose de pie, como hacía el senador Lluís María Xirinacs (1932 – 2007), evidenciando su disconformidad.

En definitiva, tenemos por delante unas largas semanas para ir recapacitando, pero intentando hacer oídos sordos a los cantos de las sirenas, como hizo Ulises.