Si bien generalmente nos consideramos personas lógicas, racionales, que respetamos los principios lógicos supremos, establecidos, inicialmente, por Aristóteles (384 a.C. – 322 a.C.) en su Organon, y son:
- El principio de la identidad: ya definido por Parménides (515 a.C. – 470 a.C.): ‘A = A’; ‘lo que es es y lo que no es no es’
- El principio de no contradicción: ‘es imposible que, al mismo tiempo y bajo una misma relación, se dé y no se dé en un mismo sujeto, un mismo atributo’, ‘es imposible que una proposición sea verdadera y falsa al mismo tiempo’, ‘Es imposible que A sea B y no sea B al mismo tiempo’.
- El principio del tercero excluido: ‘Así como el principio de no contradicción conlleva señalar como verdadera o falsa una proposición, este principio implica seleccionar entre dos únicas opciones: ‘A es igual a B’ o ‘A no es igual a B’, no existe una tercera opción. Llueve o no llueve.
- El principio de la razón suficiente: introducido por Gottfried Wilhelm Leibniz (1646 – 1716), asegura que ‘nada existe sin una causa o razón determinante’. Para Leibniz, este principio y el de no contradicción, rigen todos los razonamientos humanos.
Todos sabemos que, por la complejidad de los problemas, nunca tendremos la información completa y objetiva de nada, máxime considerando los intereses distorsionadores de los diferentes poderes, por eso, siempre nos movemos en aguas movedizas con los problemas, por la falta de un conocimiento exhaustivo, por ejemplo: el ataque del hospital de Gaza, el problema del catalán entre el cardenal Omella y el Papa; la deseada independencia de Catalunya; etc.
Asimismo, para acabar de complicar nuestra ‘lógica’, debemos considerar que hay una gran diferencia entre la realidad y la percepción; y, centrándonos en aspectos psicosociales, la diferencia es mucho mayor. Tenemos muchos ejemplos que nos muestran esa gran discrepancia: la inmigración, la inseguridad, etc.
Leon Festinger (1919 – 1989) en 1957 describió la expresión de la ‘disonancia cognitiva’, haciendo referencia a la tensión y desarmonía entre el sistema de creencias y el de las actitudes; y, ante esa incongruencia, las personas tendemos a crear ideas y actitudes nuevas, adaptativas, que nos permitan encajar la incoherencia y conseguir la consonancia.
Ahora bien, según Georg Wilhelm Friedrich Hegel (1770 – 1831):
‘Si no hay contradicción, no hay evolución; si no hay contradicción, no hay mañana’; y que, para alcanzar la verdad hay que pasar por los tres pasos de la dialéctica: tesis (posición inicial), antítesis (posición contraria, negación) y la síntesis (posición final, que supera la contradicción)
Hegel describió la ‘dialéctica del amo y el esclavo’, que se trata de la lucha entre dos consciencias. El concepto fundamental es ‘el deseo’. ‘Lo que quiere cada conciencia es doblegar a la otra, pero ¿quién es el amo y quién el esclavo?’.
‘Daniel Kahneman (n. 1934), ganador del Premio Nobel de Economía, y autor de ‘Pensar rápido, pensar despacio’, junto con Amos Tversky, revolucionaron nuestra concepción sobre cómo funciona nuestra mente, señalando los sesgos cognitivos, que influyen en nuestras decisiones, refiriéndose a desviaciones en el proceso mental que nos llevan a interpretaciones irracionales o distorsionadas.
Kahneman sostiene que tenemos dos sistemas de pensamiento: uno rápido, que siempre está listo para entregar respuestas intuitivas e instantáneas, y uno más lento, que se encarga de tomar las decisiones racionales. Y, en esa dicotomía, suele ganar el sistema ilógico, que domina gran parte de lo que decimos, hacemos, pensamos y creemos.
‘Estamos configurados para poder tomar decisiones de forma muy rápida y eficaz con muy pocos datos, sin tener que disponer de toda la información ni de micho tiempo y energía para poder pensar’ (Helena Matute); y, ‘en estas condiciones, no es posible que las decisiones sean lógicas, dado que, normalmente, no es lo prioritario para nuestra sobrevivencia’.
‘Cometemos más errores cuando las consecuencias de nuestras decisiones son inciertas (…) los seres humanos no estamos preparados para evaluar probabilidades, somos muy malos interpretando. Y las emociones muchas veces nos nublan’. ‘A eso se suma que nuestras decisiones son tomadas en un ‘entorno estratégico’, es decir, están determinadas por lo que hacen los demás. Y todo influye en que tomemos decisiones ilógicas’ (Pedro Rey Biel).
Efectivamente, todas estas explicaciones no son nada novedosas, pues encajan a la perfección en las tres regiones freudianas: consciente, preconsciente e inconsciente; pero, al ser expuestas con un lenguaje más actual, nos parecen más asequibles. Y eso es bueno, pues así son más didácticas.
Pero, como dice el maestro de periodistas, Tomás Alcoverro (n. 1940), con más de 50 años de corresponsal en Oriente Medio: ‘el que dice que entiende el conflicto entre los judíos y los palestinos, es que se lo han explicado mal’. Y eso mismo nos pasa con la mayor parte de los complejos problemas, obviamente, aunque no se traten de conflictos milenarios.
Ante esta panoplia de complejidades, me parece interesante centrarme, en este escrito en la diferencia entre la realidad y la percepción relacionada con la inmigración en Catalunya.
Según el Idescat (Institut d’estadística de Catalunya), el padrón del 1 de enero del 2022, la población extranjera residente en Catalunya era de 1.1271.810 personas, que representaba el 16,3% de la población catalana.
Y la distribución es muy irregular, ya que, por comarcas, la Segarra tiene un 28,1% de emigrantes, l’Alt Empordà y el Barcelonès el 25,1%. Y a nivel municipal, destaca Guissona (Segarra), con un 53,1%.
El origen de esos inmigrantes es muy disperso (170 países de origen), si bien el 31,6 % proviene de Europa (23,3 de la UE; y 8,3 del resto de Europa), de América el 28,3%, de África el 25,5% (el 18,5% de Marruecos), etc.
Y, ante esta realidad, nuestra percepción es muy diferente.
‘Según los datos de la encuesta (CEO), los ciudadanos creemos que hay muchos más inmigrantes: la percepción que tienen llega a quince puntos por sobre de la realidad (…) y en esa percepción incide la ideología de cada ciudadano encuestado.
Jordi Muñoz, director del CEO, explica que ‘de entrada, influye que la población ya nacida en Catalunya, pero de padres inmigrantes, que tienen rasgos físicos diferentes, pueden dar la sensación que han nacido fuera (…) lo que demuestra hasta que punto no hemos adaptado nuestros prejuicios o nuestra imagen mental sobre los que son nacidos en Catalunya’. Otro factor que explica este sobredimensionamiento de la proporción de inmigrantes, proviene de los cambios sociales acelerados (económicos, tecnológicos, geopolíticos y climáticos). (…) Y ciertos discursos del debate público presentan la inmigración
(…)
Según la encuesta sobre convivencia y cohesión hecha por el Institut Català Internacional per la Pau (ICIP), uno de cada cuatro catalanes cree que Catalunya se ha convertido en un lugar peor para vivir por culpa de la inmigración (…) y ese fenómeno pasa más en colectivos que tienen problemas económicos, con trabajos de menos nivel educativo, pues esos espacios más vulnerables la percepción respecto a la inmigración es más negativa.
(…)
SOS Racisme señala que, de cada 10 personas identificadas por la policía, 7 son radicalizadas (…) A pesar de todo, Catalunya se sitúa en la mediana europea en la confianza social, con un 5,2 sobre 10’
(Estel Batet Carles, 7 de abril del 2023, CCMA)
Es evidente que la percepción de la realidad depende de muchos factores y esto lo vemos en nuestros barrios, pero, a veces, la percepción se ajusta fielmente a la realidad.
Por ejemplo, ayer, con unos amigos, fuimos a dar unas vueltas por la Zona Franca de Barcelona, en concreto, por el barrio del Polvorí, de Montjuïc, situado entorno a un polvorín construido el 1733 y algunas dependencias militares del castillo de arriba de la montaña en cuestión. Y después de décadas de abandono y degradación, a principios del siglo XX, fue una barriada de barracas y chabolas.
‘Las primeras viviendas fueron construidas en 1951, se construyeron 44 bloques, 9 de los cuales fueron ocupados por familias que vinieron con motivo de la celebración del Congreso Eucarístico.
Se trataba de viviendas de dimensiones reducidas, la mayoría no llegaba a los 42 m2, en las que podían ser habitadas hasta por 25 miembros.
(…) Parte del vecindario estaba compuesto por policías, que abonaban alrededor de unas 100 pesetas (unos 50 cts. de euro) de alquiler mensual, a condición de que cuando dejasen el cuerpo de policía, debían abandonar también la vivienda.
(…) Hasta mediados de los años 60 no existía ningún tipo de equipamiento educativo. Para subsanarlo, se aprovecharon unos barracones de madera del ejército que estaban en desuso y se instalaron las escuelas del barrio.
(…) En el año 1971, el barrio no tenía ningún tipo de transporte público urbano (…) y sólo contaba con una cabina telefónica, averiada la mayor parte del tiempo.
(http://polvoricicldesuperior.blogspot.com)
Efectivamente, la historia de esa barriada es similar a la de otras de Barcelona, como Ciudad Meridiana, etc.; pero, en este escrito me centro en el Polvorí, pues me interesa expresar mi ‘vivencia’ de ayer.
Yo únicamente había ido a esa zona en el año 1969, hace 55 años. Fuimos unos amigos de Horta, que hacíamos una revista, titulada ‘Nova Veu’ (Nueva voz), cuyo número ‘0’ sacamos en noviembre de 1968.
Pues bien, al año siguiente, para el número 4, pensamos hacer una entrevista al escritor Paco (Francisco) Candel Tortajada (1925 – 2007), y no recuerdo cómo contactamos con él, pero enseguida aceptó ser entrevistado, así que fuimos a visitarle a Can Tunis, en un Seat Seiscientos de mi padre, y cargados con un gran magnetófono. Al llegar, tras varias vueltas y revueltas, preguntamos a un grupo de jóvenes, cuál era la casa de Candel, y nos la indicaron amablemente. Y yo, tontamente, les pregunté si era seguro dejar el coche allí, y me dijeron que sí. Y, efectivamente, al salir, ya de noche, estaba en perfecto estado. Era claro que ir a entrevistar a Candel nos protegió.
La entrevista fue muy bien, si bien, al día siguiente vimos que no se había registrado nada, así eran los aparatos de la época. Y, a los pocos días recibimos un artículo suyo (la transcripción de un fragmento de un o de sus libros), para un siguiente número, que ya no pudimos sacar.
‘Candel, un valenciano de Cases Altes. A los dos años de edad, la familia de Paco se traslado a Barcelona, instalándose en las barracas de Montjuïc, y después en las casas baratas de Can Tunis (Antúnez era la familia propietaria de los terrenos entre 1711 y 1809), que inspiraron su libro ‘Donde la ciudad cambia de nombre’ (1957), que provocó un cierto escándalo, motivado por las quejas de los vecinos que se reconocían en el libro; por eso, en sus siguientes obras disimuló y cambió los nombres de los personajes y calles. Su obra más relevante fue ‘Els altres catalans’ (1964) (los otros catalanes), un estudio periodístico y social, del que fueron censuradas 31 páginas., en el que planteó el dilema catalán / castellano y autóctonos / inmigrantes; criticaba a los ‘murcianos’ que no se querían adaptar, los catalanes que despreciaban a los trabajadores castellanos, y la tirantez de los catalanoparlantes iniciales que hablaban en castellano con más o menos afectación
(fuente: Wikipedia)
Pues bien, es preciso señalar que ayer vimos el gran mural que el muralista RockBlackBlock pintó en 2022, en memoria de Paco Candel, en la calle Muga, con edificaciones sencillas, pero ‘dignas’, que sustituyeron a las desaparecidas barracas en las que vivió con su familia, y que reflejó en sus obras.
Y, volviendo a la vivencia en cuestión, vi una barriada habitada con catalanes, de cultura y lengua castellana al 100%, con unas costumbres propias de otros lugares: gitanas con carritos de bebés transportando todo tipo de ropa y limones y ajos; y en una plaza dedicada a la anarcosindicalista Teresa Claramunt (Sabadell 1862 – Barcelona 1931), un grupo de hombres con jaulas de jilgueros, supongo que se compraban y vendían, no lo sé. No me atreví a sacar el teléfono y hacer una fotografía; pero, eso es mi problema, por mis prejuicios.
Pero lo que me interesa resaltar en este escrito, es que muchos tenemos una idea mágica de Catalunya, y la realidad es la que es.
Desconozco el nivel de voto de esa barriada en las diferentes elecciones, pero en el municipio de Guissona, que tiene un 53 % de inmigrantes, como he apuntado más arriba, la participación, en las generales de julio, fue del 61,11%, ligeramente inferior al 65,42% del conjunto de Catalunya; Y una distribución similar, ya que el PSC sacó un 29,38% en Guissona y el 34,49% en Catalunya. Es decir, no hay una diferencia sensible.
Me parece que teniendo un padrón con algo más del 16% de extranjeros, que irá en aumento, ya que los inmigrantes americanos y africanos tienen más descendencia, y estos hijos, ya no son inmigrantes. Por eso, como he señalado, citando a Jordi Muñoz, la percepción que tenemos es de una mayor incidencia.
Así, añadiendo a los hijos ya nacidos en Catalunya (y, por lo tanto, catalanes totalmente), ese porcentaje ya debe estar en torno al doble, es decir, próximo al 30%; porcentaje que irá aumentando en la próxima generación.
Así, ¿es correcto seguir teniendo una idea romántica y mágica de una Catalunya de habla catalana y plenamente identificada con nuestra historia?
Y más triste todavía, ¿con qué principio pretendemos imponer nuestra cultura histórica?, cuando sabemos que asimilar, integrar, comporta una transformación para todos, y ese es el camino ético y moral.
¿Deberíamos dejar de pretender imponer mensajes paradójicos?, ¿deberíamos dejarnos de falacias?
Yo creo que debemos defender nuestra historia, nuestra cultura. Sería un crimen no hacerlo.
Y debemos huir de mensajes falaces, con argumentos aparentemente válidos, pero que no lo son; por ejemplo, como los de la conveniencia de asumir todas las características culturales propias de los inmigrantes.
Eso sí que sería cumplir con todos los tipos de falacias, como el ‘argumento a silentio’, ‘ad baculum’, ‘ad consequentiam’, ‘ad hominem’, ‘ad novitatem’, etc. (en otro escrito ya explicaré todas estas variantes, pues son curiosas)
En algunos problemas, es preciso el equilibrio, el punto medio. En el caso de la cultura catalana, minorizada por la castellana, si no la potenciamos, si no la discriminamos positivamente, desaparecerá. Y nuestros biznietos nos echarán la culpa, claro.
Sobre el particular, sería muy ilustrativa la lectura del cuento ‘Algo muy grave va a suceder en este pueblo’ (1970), de Gabriel García Márquez, pero ya me he excedido en este escrito, así que lo incluiré en el próximo.
En definitiva, que debemos dejar de actuar de forma ilógica, como hasta ahora, y debemos actuar de forma razonada, para superar el actual problema cultural, pues, como he apuntado, no es un problema de convivencia, es un problema CULTURAL, nada más y nada menos.