Buscar

No seamos incautos, desconfiemos de Pedro Sánchez

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

Estos días vemos que Pedro Sánchez y su coro de palmeros no dejan de hablar de las bondades de aplicar una amnistía a los independentistas catalanes; y lo hacen sin el menor rubor, pues hasta unas horas antes, todos ellos opinaban justo lo contrario, y apostaban por no aplicar la amnistía, diciendo que ‘no cabía en su constitución’. Y que una amnistía dividiría a los catalanes.

Pero la aritmética parlamentaria de las elecciones generales del 23-J pasado, dejó a Junts (Carles Puigdemont) con la llave para que Pedro Sánchez pueda ser investido de nuevo como presidente del gobierno; y, claro, ante esta tesitura, Pedro Sánchez ha cambiado de careta, y ahora, ‘haciendo de la necesidad virtud’, como dijo en el comité federal del PSOE, ahora, digo, se muestra partidario de aplicar la amnistía.

Está claro que, como dice el refrán, ‘a la fuerza ahorcan’, y Pedro Sánchez, como sabemos, es capaz de vender su alma al diablo, para mantenerse en el poder, sin importarle la ideología, la ética ni la moral; así, le importa un bledo decir ‘donde dije digo, digo Diego’.

Y comprensible pero tristemente, toda la corte de subordinados y beneficiados palmeros, han salido en tromba para ‘justificar’ el cambio de criterio de su jefe, para ‘mostrar, por enésima vez, el amor que tiene España por los catalanes’, como dijo ayer el infumable Salvador Illa.

Otro de los argumentos que utilizan esos falsarios y farsarios, es que Pedro Sánchez tiene, como máximo objetivo, frenar a la ultraderecha y la derecha, pues representaría un retroceso en todos los temas sociales.

Y esa es otra de las grandes mentiras con la que nos vienen amenazando desde tiempos inmemoriales, pues Felipe González ya hizo un vídeo de campaña electoral, mostrando unos bulldogs con el mensaje, ‘si tu no votas, ellos (PP) volverán’.

Es sabido que dentro de la socialdemocracia, que es el gran paraguas que ampara al PSOE y al PP más centrista, hay una notable afinidad en sus políticas, pues hemos podido constatar que el PSOE nunca ha ejercido de izquierdas: no ha derogado la ley mordaza, ni la reforma laboral (que se limitó a maquillar), no ha puesto un impuesto a las eléctricas ni a los bancos, ni …; es de izquierda de mera boquilla, y promete cosas que ya de entrada no tiene intención de cumplir (como algunos acuerdos con Sumar). Y, en cuanto hace referencia a la unidad de España y a la monarquía, ambos partidos son calcados. En cuanto a robos y malversación, ambos partidos también son idénticos (ERE de Andalucía, del PSOE; y el caso Gurtel, del PP; por citar los más relevantes de ambos partidos). Y, más grave todavía: el PP no ha abjurado del franquismo, mientras que el PSOE no ha abjurado del los secuestros, torturas y asesinatos del caso GAL.

Vistas esas similitudes, y si el PSOE tuviera realmente como objetivo frenar a la ultraderecha de Vox (que, no lo olvidemos, Pedro Sánchez ayudó en las elecciones del 2019, permitiendo que asistiera a los debates televisados, cuando, legalmente no le correspondía, por no tener representación en las cortes hasta entonces; pero así, pretendía dividir al PP), lo que tendría que hacer, como han hecho en repetidas ocasiones en la R. F. Alemana, es formar la ‘Gran Coalición’ (Grobe Kialition).

La citada ‘Gran Coalición’ es un tipo de acuerdo que alcanzan dos o más grandes partidos políticos de ideologías políticas opuestas para poder formar un gobierno de coalición, por ejemplo, entre los partidos democristianos (CDU y la CSU bávara) y socialdemócratas del SPD; liderados en respectivas épocas por Kurt George Kiesinger y Ángela Merkel (ésta, en tres gobiernos)

Por eso, realmente, la excusa de frenar a la ultraderecha, es una trampa más. Así, llegó al poder Pedro Sánchez y así pretende seguir manteniéndose.

Muchos podrán pensar que el actual PP también es extrema derecha, y, efectivamente, durante la última campaña, y aún ahora, el candidato Alberto Núñez Feijóo se ha pasado de rosca, intentando recuperar el voto de los antiguos votantes de su partido, pasados después a Vox. Pero la política económica de Mariano Rajoy y la de Pedro Sánchez, no difieren en nada esencial.

Y si los incautos ciudadanos piensan que ofrecer a Pedro Sánchez la investidura, para frenar a la ultraderecha, es regalarle, asimismo, una carta blanca para que haga y deshaga a su antojo en todos los temas, nos lo tendríamos que mirar, pues además de incautos, demostraríamos ser unos incompetentes.

Por eso, me parece interesante la lectura de la siguiente fábula de Esopo (siglo VII a.C.):

‘El lobo y la grulla

Un día como cualquier otro, un joven y fornido lobo sintió cómo su garganta se atoraba con el pequeño hueso de una de sus presas. Viéndose en la más precaria situación, comenzó a aullar con lo poco que le quedaba de aliento:

¡Socorro, auxilio! Ayúdame y serás recompensado.

Los animales del bosque ignoraron las palabras del lobo ya que todos sabían que él no era de fiar. Sin embargo, una grulla incauta que caminaba por ahí escuchó sus lamentos y decidió ayudarlo. Con su largo y delgado pico, entró en la garganta del lobo y luego de haber extraído el hueso, exigió el pago prometido. Sin embargo, el lobo, sonriendo y rechinando sus dientes, exclamó:

¿Qué es lo que me pides? Te aseguro que ya tienes la recompensa que te mereces al haber metido tu cabeza en la boca de un lobo y haber seguido con vida.

Moraleja: Cuando sirves a los malos de corazón, no esperes recompensa. Agradece si escapas de las consecuencias de sus acciones’.

(https://arbolabc.com)

Muchos sabemos que no nos podemos fiar de Pedro Sánchez, ni del estado español.

Volviendo al tema de la amnistía, ayer leí un interesantísimo articulo de Xosé Fortes, coronel retirado de infantería del ejército español, titulado ‘Catalunya i l’amnistia’, del que reproduzco los siguientes párrafos:

‘(…) He de decir que el primer contacto que tuve con la amnistía resultó un punto traumático. Cuando todos esperábamos una amnistía general (1977), nos enteramos que, por presiones de la cúpula militar, a los nueve oficiales condenados por nuestra pertenencia a la Unión Militar Democrática (UMD) se nos excluía. La jerarquía militar de aquellos años no puso objeciones a la amnistía de los miembros de ETA, incluso con delitos de sangre, pero no toleraba que nosotros, los militares demócratas, los traidores al franquismo, volviésemos a formar parte de las fuerzas armadas.

(…)

La reciente posición de la Conferencia Episcopal Española entorno a la amnistía, claramente antievangélica, es una muestra palpable de los cambios ocurridos en este colectivo durante los últimos 40 años. Vaya diferencia con aquella Iglesia, la Conferencia Episcopal que, a finales del franquismo, suscribió con un solo voto en contra, una declaración a favor de la libertad de los opresos políticos y de una amnistía general (…)’.

(Ara, 29 de octubre del 2023)

Estamos muy quemados y escarmentados con tantas mentiras. Y muchos desconfiamos de la amplitud y generalización de la amnistía que finalmente pacte Pedro Sánchez con Carles Puigdemont.

Efectivamente, en toda negociación ambas partes han de ceder algo; pero no olvidamos que Puigdemont anunció que la amnistía general, era la meta de salida para negociar la investidura. Y ahora, no podemos aceptar que una amnistía (con muchas posibilidades limitada, que excluiría gran parte de los 4000 imputados – recordando la indigna exclusión de los 9 oficiales de la UMD -; así como las multas millonarias), pueda pasar a ser la meta final de la investidura.

Personalmente, me desagradaría enormemente un acuerdo así; sería decepcionante y muy frustrante.

Y no olvidemos que el compromiso de Puigdemont, de ‘cobrar por anticipado’, dada la desconfianza que merece Pedro Sánchez; ha quedado en el cajón del olvido, pues:

  • El reconocimiento de las lenguas minorizadas (que no minoritarias), como el catalán, el euskera y el gallego, en el parlamento europeo, no lo veremos. La tramitación se perderá en la burocracia política, por los siglos de los siglos.

Y la amnistía, como vemos, Pedro Sánchez ya se da por satisfecho con su anuncio y la propuesta de consulta entre los afiliados del PSOE, sin empezar ni siquiera el trámite parlamentario. Y todo eso no deja de ser un gran embuste, un gran teatro, pues cabe resaltar que:

  • Ahora, la consulta entre sus afiliados (que no se atreven a llamar referéndum) ya no divide, como mantenían hasta ahora en todos los ámbitos.
  • La exportavoz del gobierno del PSOE en Catalunya, Teresa Cunillera, esta mañana en la tertulia de RAC1, ha defendido que el trámite de esa ley no sea por el trámite de urgencia, si no que se siga el trámite normal, ‘para que la ley salga bien hecha’. Y, claro, eso es una forma de dilatar la aprobación, pero, especialmente, la posibilidad de introducción de miles de enmiendas, de la oposición y del propio PSOE, por lo que la ley que resulte, dentro de meses o años, podrá ser muy diferente a lo pactado con Puigdemont. Y, claro, sabemos que Sánchez, no tiene palabra, así que, una vez investido, tendrá mil excusas para desdecirse, y volver a decir ‘Diego, cuando antes decía digo’. Incluso un terremoto en Marte podrá ser una excusa para demorar esa ley.
  • Y, claro, todos los acuerdos en el ámbito económico, como la transferencia de la red de trenes de cercanías, la mejora de la financiación, etc., todo ello quedará recogido en el libro del limbo, pendiente de los buenos ‘deseos’ de Pedro Sánchez. Y sabemos que este narcisista, una vez consolidado en el poder, seguirá aplicando la política de la geometría variable, aprobando una ley con unos, y otra con otros, así, el poder de Junts quedará totalmente diluido. 

Por todo esto, me parece que es pedagógica la siguiente fábula:

Fábula de los mentirosos

En un lejano país de Oriente, con frecuencia, el candidato de turno para ocupar el ilustre puesto de gran visir ofrecía el oro y el moro a todo sirviente con el fin de obtener el favor y la aclamación en la gran asamblea que se reunía cada mucho tiempo para entronizarle en el poder.

Cada candidato creía que no bastaba con mostrar cómo era y exponer con sinceridad lo que pensaba hacer para asegurar su nombramiento y añadía a toda una serie de medias promesas, o de promesas enteras, pero en la forma de confidencias para alegrar oídos y alimentar ambiciones.

Debo añadir que en ese reino la mentira no estaba mal vista. No era, pues, el temor a que en el futuro el pueblo pudiera comprobar que se hubiera mentido lo que llevaba a las proposiciones secretas. El fin era impedir que los contendientes pudieran conocer qué se hubiera prometido en concreto, para que no redoblaran la apuesta y se llevaran la benevolencia del incauto súbdito.

¿Por qué, me dirán ustedes, si todos debían suponer que se les estaba mintiendo, cualquiera que fuera el generoso prominente? Pues el encanto basaba en un conocimiento profundo de la naturaleza humana. Por un misterioso e inexplicable embrujo, la persona a la quien fuera aseguraba una embajada en la Ciudad de las Luces o una gobernación en una rica provincia alejada se olvidaba de la posibilidad de que esa promesa fuera abusiva. Y que, una vez en el solio principal, el designado por voluntad mayoritaria no recordaría una palabra de lo dicho, ni reconocería las facciones de quien ya se veía entre encajes de Ronizza y collares de oro puro.

Una vez, por los caprichos de los astros, nació un venturoso poeta al que nunca fallaba la memoria: se acordaba de todos y de todo. Y tampoco le fallaba la moral: escuchaba con atención lo que cada uno le decía y reflexionaba en conciencia, además, sobre cuál sería el mejor aspirante para gobernar el imperio. Cuando tuvo edad para expresar opinión propia, aquéllos cegados por la ambición malsana, se acercaron de uno en uno a ofrecerle tesoros que no tenían y puestos de gobierno que ni pensaban crear.

Este noble musulmán se encomendaba a Dios, el clemente, el misericordioso, y escuchaba con atención todas las tentaciones para desear, seguidamente, a cada pretendiente el éxito que su persona mereciera.

No veían los candidatos brillar sus ojos ante cada ofrecimiento, ni estremecerse su cuerpo ante cada alto cargo ofrecido.

Por casualidades del destino, no le afectaba el embrujo en el que se sostenía el entero artificio. Sabía, pues, que más de la mitad de las cosas que le decían eran falsas y antojadizas, y que a la hora de la verdad serían humo y cenizas.

Era hombre, sin embargo, y la otra mitad de su voluntad franca no podía evitar enturbiarse por algún deslumbramiento, por alguna sinecura. Y sinceramente esperaba en su día poder ofrecer a la comunidad entera sus buenos oficios y su tiempo precioso, como el resto de confiados vasallos.

Cuando pasó el tiempo y se desvanecieron sus leves ambiciones, sus amigos cercanos lo llamaron loco. No por haber creído en las promesas ofrecidas. Eso lo habían hecho todos. Sino por haberse adelantado en pensar que serían engañosas, porque en los reinos basados en el engaño, quien se atreve a predecir la mentira es el que más sufre cuando ve confirmadas sus íntimas profecías’.

(https://salamancaartvaldia.es)

Algunos estamos muy cansados de tanta monserga, de tanta política de vuelo gallináceo, y de tantas promesas falsas, ya que Pedro Sánchez, ahora, emula a Groucho Marx, en la película ‘Una noche en la ópera’ (1936), de los hermanos Marx:

Todo comienza con el personaje interpretado por Groucho Marx, un extravagante y oportunista hombre de negocios que, a bordo de un barco, llama al camarero para pedirle una interminable lista de comida: un jugo de cada clase, más dos huevos fritos, dos huevos revueltos, dos pasados por agua y dos en tortilla.

En este momento, desde el otro lado de la puerta se oye a Chico pedir: ‘Y dos huevos duros’, y a continuación suena la bocina de Harpo, y Groucho añade: ‘en lugar de dos, pon tres’

La lista continúa con los bistecs: uno crudo, otro hecho, otro mucho más hecho y otro quemado…a lo que Chico añade: ‘Y también dos huevos duros’. Y Harpo, con su bocina, otros dos más.

La escena continúa con los pastelitos franceses y los biscochos borrachos, más los dos huevos duros (‘y uno de ellos de oca’)’

Pues bien, en este momento, y sin conocer nada de los entresijos de las negociaciones, que se llevan de forma muy discreta (si bien con filtraciones interesadas de ambos bandos, a modo de sondeo; de las que no podemos confiar en absoluto), pero visto que Pedro Sánchez ya confía programar su investidura para la segunda semana de noviembre (sin esperar a la fecha tope del día 27), y, por lo tanto, sin dar ninguna garantía de nada, de ningún tema, creo que Junts (Carles Puigdemont) no puede caer de nuevo en el abrazo del oso más mentiroso de la historia.

Sabemos que la amnistía también es necesaria para el estado español, pues así se libraría de la sentencia del TJUE; si bien es verdad que España es uno de los países más incumplidores de sentencias judiciales internacionales, y no le cae la cara de vergüenza, más bien les reafirma en su papel quijotesco.

Pretendo ser empático con los 4000 compañeros encausados, pero, aún así, y sabiendo que es muy duro decirlo, prefiero que Junts se abstenga y no haga presidente a Pedro Sánchez. Obviamente, en ese momento, los excelsos beneficios que proclaman sobre la amnistía se olvidarían, y el monaguillo Salvador Illa saldría vendiéndonos cualquier otra moto.

Creo que lo mejor es que si los unionistas españoles no saben o no pueden aclararse para gobernarse, que repitan las elecciones, y que la ciudadanía decida.

Así, el 14 de enero, todos tendríamos más información para votar en consecuencia.

Y, en ese momento, espero que los más de 200.000 votos de independentistas que pasaron al PSC / PSOE, para ‘frenar a la derecha’ (y que sólo han servido para crecer el ego del triste burócrata Salvador Illa), vuelvan de nuevo a su cauce original, que no repitan la ‘traición’, pues votar al enemigo no tiene otro nombre, si querían castigar a ERC y Junts, bien podrían haberse abstenido o votar nulo o en blanco.

En definitiva, que yo lo veo así, pero mucho me temo que los que lo vemos así, seamos minoría, y así nos irá.