Según su constitución, la corona tiene tasada la actividad y responsabilidad del rey, ya que, en el artículo 56.1, especifica que:
‘El Rey es el Jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia, arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones, asume a más alta representación del Estado español en las relaciones internacionales, especialmente con las naciones de su comunidad histórica, y ejerce las funciones que le atribuyen expresamente la Constitución y las leyes’.
Y en el artículo 62, especifica que corresponde al rey:
- Sancionar y promulgar las leyes.
- Convocar y disolver las Cortes Generales y convocar elecciones en los términos previstos por la Constitución.
- Convocar a referéndum en los casos previstos en la Constitución.
- Proponer al candidato a Presidente del Gobierno y, en su caso, nombrarlo, así como poner fin a sus funciones en los términos previstos en la Constitución.
- Nombrar y separar a los miembros del Gobierno, a propuesta de su Presidente.
- Expedir los decretos acordados en el Consejo de Ministros, conferir los empleos civiles y militares y conceder honores y distinciones con arreglo a las leyes.
- Ser informado de los asuntos del Estado y presidir, a estos efectos, las sesiones del Consejo de Ministros, cuando lo estime oportuno, a petición del Presidente del Gobierno.
- El mando supremo de las Fuerzas Armadas.
- Ejercer el derecho de gracia con arreglo a la ley, que no podrá autorizar indultos generales.
- El Alto Patronazgo de las Reales Academias.
Asimismo, el ejército (bajo el mando supremo del rey), según el artículo 8.1:
‘Las Fuerzas Armadas, constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire, tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional’.
Pues bien, se observa que la mencionada tasación de las funciones del rey es muy difusa, contra lo que pueda parecer, ya que: al representar el símbolo de la unidad y permanencia del estado, junto a conferir al ejército (bajo su mando) las funciones de defender la integridad territorial y el ordenamiento constitucional, queda abierto un irregular espacio de actuación, que es el que utiliza el actual monarca, con gran satisfacción.
Evidentemente, el problema nace de un doble error: el conferir al rey el mando supremo de las fuerzas armadas; y asignar dichas funciones al ejército, que debería limitarse a garantizar la independencia del estado, nada más y nada menos.
Por eso, el estado español no puede considerarse democrático, en todo caso, es una monarquía militar. Esa es la ‘transición / traición’, pues pasamos de una dictadura militar a una monarquía militar, así, el mando real no cambió de manos, y sigue sin cambiar, lo tiene el ejército.
Y claro, como a Felipe VI le gusta vestirse de militar (con la menor excusa) más que a un tonto le gusta un pirulí, y eso va en detrimento de sus funciones de arbitrar y moderar el funcionamiento regular de las instituciones.
Con su nefasto discurso del 3 de octubre del 2017, con el que alentó y potenció el ‘a por ellos’ (nosotros, los independentistas catalanes), ya vimos de qué lado estaba el rey. Y estos días, con su gesto de disconformidad ante el nombramiento de Pedro Sánchez (las fotos, facilitadas por la casa real, no disimulan ese gesto adusto, incluso, una fotografía de busto, con Sánchez, vemos al rey de perfil), ya ha rematado el clavo, mostrándose contrario a la amnistía (pues representa reconocer la extralimitación de todas las fuerzas del estado)
Tenemos claro que el rey tiene una mentalidad próxima a Vox, a la judicatura, y, como no, a los militares.
Ayer, medio centenar de militares retirados españoles, firmaron un manifiesto reclamando que el ejército de un golpe de estado, destituyan a Pedro Sánchez, dada la ‘ausencia de justicia, igualdad y democracia’. Y a ese manifiesto se ha adherido la asociación de militares españoles (AME), basándose en el artículo 8,1 citado, en especial en cuanto hace referencia a ‘defender el ordenamiento constitucional’.
Y, como vemos, la fiscalía no actúa de oficio, como tampoco lo hace contra la gran cantidad de miembros del poder judicial y de la propia fiscalía, que también se han manifestado contrarios a la amnistía, saltándose la debida separación de poderes.
Y en estas redes estamos aprisionados, y no hay resquicio legal alguno que nos permita escapar.
Como vemos, a Felipe VI, como buen heredero Borbón, le encanta ‘borbonear’, es decir, interceder, entrometerse en la política de un gobierno democrático, como hizo frecuentemente Alfonso XIII.
Por eso, Felipe VI hace, perfectamente, el papel del ‘lobo con piel de oveja’, de la siguiente fábula de Esopo (s. VII a.C.), y esperamos que más pronto que tarde, acabe, metafóricamente, como él; si bien es preciso señalar que, en nuestro caso, el rey ni disimula ser una oveja, explícitamente hace de lobo, y le place:
‘El lobo con piel de oveja
Un lobo hambriento caminaba por el bosque buscando algo para comer. Cuando ya no podía más, se sentó y fue cuando tuvo una idea. Pensó: si como lobo no puedo agarrar ni una sola presa, entonces cambiaré mi apariencia y con el engaño podré comer.
Y así fue lo que hizo el lobo para obtener su comida. Se metió en una piel de oveja y se fue a pastar con el rebaño, despistando totalmente al pastor.
Pero su plan no ha salido como él esperaba.
Al atardecer, para su sorpresa, el lobo disfrazado de oveja fue llevado junto a las demás a un encierro, quedando la puerta asegurada.
En la noche, buscando el pastor su provisión de carne para el día siguiente, tomó al lobo creyendo que era un cordero y lo sacrificó al instante.
Moraleja: según hagamos el engaño, así recibiremos el daño’
(https://www.guiainfantil.com)
Muchos españolistas pueden pensar que es un mal menor, el menor de los males, pero este tipo de pensamiento basado en el principio ético que justifica la elección de un mal menor, con tal de evitar otro mal mayor, no deja de ser un error, pues el mal menor, aunque sea menor, no deja de ser un mal, como muy bien se explica en el siguiente dilema:
‘La tabla de Carneades:
Es un experimento mental, propuesto por primera vez por Carneades de Cirene (214 a.C. – 129 a.C.), que explora el concepto de defensa propia en lo referente al asesinato. En el experimento mental, hay dos marineros naufragados, A y B. Ambos ven una tabla en la que se puede apoyar solamente uno de ellos y ambos nadan hacia ella. El marinero A consigue llegar a la tabla primero. El marinero B, que va a ahogarse, empuja a A lejos de la tabla y, así, hace que en última instancia se ahogue.
El marinero B consigue la tabla y se salva más adelante gracias a un equipo de rescate.
El experimento mental plantea la cuestión de si el marinero B puede ser acusado de asesinato porque si B tenía que matar a A para vivir, podría ser interpretado como un caso de defensa propia.
(…)
En el Derecho inglés el caso de R. v. Dudley y Stephens (1884), en el que tras un naufragio unos marinos mataron a otro con fines de canibalismo de supervivencia, estableció que la necesidad no es una defensa contra el cargo de asesinato’.
(fuente: Wikipedia)
Haciendo un gran salto, podemos tomar este dilema, y, podemos plantearnos:
- si mantener la actual monarquía, como mal menor, manteniendo el statu quo militar, o
- si el apoyo de Junts a la investidura de Pedro Sánchez (PSOE), uno de los dos grandes pilares de la monarquía; votando un mal menor (por miedo a la derecha extrema y la extrema derecha)
son respuestas éticas, y a mi me parece claro que la necesidad no justifica el mal menor.
Muchos podrán opinar que ese mal menor, o ese menor de los males, es asumible desde un punto de vista pragmático. Pero así, lo que conseguimos es perpetuar ese mal menor, y el mal menor, nunca deja de ser un mal, como he comentado.
Y, lo que necesitamos, precisamente, es escapar de esta prisión que nos atenaza desde 1714.
Sabemos que la alternativa es que el movimiento independentista se vuelva a movilizar, no hay otra, para forzar al estado. Y que el reino español se las apañe y componga como quiera, con su rey y sus poderes, y, con su falsa democracia.