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El sueño de la razón produce monstruos

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

Francisco de Goya y Lucientes (1746 – 1828) pintó la serie ‘Caprichos’, una serie de 80 aguafuertes (grabados) entre 1797 y 1799, y en ellos, el titulado ‘El sueño de la razón produce monstruos’ (Capricho número 43; 1799), que he tomado para titular este escrito.

En esos aguafuertes, el autor satirizó la locura universal, las supersticiones, el fanatismo, la ignorancia, la incapacidad de los gobernantes y la decadencia de la razón, en la sociedad española del siglo XVIII.

En el Capricho 43, que es el que he tomado como referencia, representa al propio autor soñando y apareciendo sus pesadillas: aves nocturnas, murciélagos, lechuzas, búhos, mientras un felino (mezcla de lince y gato) escudriña la escena. Goya expresó que cuando la razón se adormece, aparecen las visiones fantasmagóricas, las alucinaciones con seres monstruosos salidos de la oscuridad; quería reafirmar la confianza ilustrada en la razón, en la luz, que desterraría la ignorancia, las supersticiones, los errores para así conseguir la felicidad humana.

(fuente: Wikipedia)

Es evidente que, desde tiempos inmemoriales, los sueños han sido considerados importantes; y tras la investigación y divulgación de la psicología analítica (dinámica) efectuada por Sigmund Freud (1856 – 1939) y Carl Jung (1875 – 1961), como material inconsciente, pasaron a tener un valor adicional terapéutico.

En este escrito me centro, exclusivamente, en el espacio racional (con sus fanatismos y monstruos); por lo que es preciso diferenciar entre razonamiento y juicio:

Razonamiento: es la facultad que le permite al humano resolver problemas, sacar conclusiones y extraer aprendizajes de las situaciones. Todo esto de manera consciente y lógica, estableciendo relaciones de causa y efecto para, más tarde, poder aplicar esto en otros aspectos de su vida centro de una sociedad’.

Juicio: se trata de la capacidad cognitiva por medio de la cual una persona puede generar ideas que le permiten discernir entre dos o más conceptos opuestos. Se trata de una facultad que le permite a los humanos distinguir por, ejemplo, lo positivo de lo negativo, lo bueno de lo malo, lo verdadero de lo falso, etc.

(https://difiere.com)

Es decir, el razonamiento podríamos considerarlo como más básico, procedimental, mientras que el juicio se refiere a un nivel superior, ya que le permite configurar su propia ética y enmarcarla en la moral (social).

Así, vemos que hay personas que, en función de su capacidad de discurrir, de raciocinio, su perspicacia, su sagacidad, etc., extraen sus conclusiones para resolver sus problemas, atendiendo, exclusivamente a sus propios intereses. Y, desgraciadamente, lo hacen sin ejercitar la capacidad cognitiva de su juicio, por lo que no disciernen entre lo bueno y lo malo, lo positivo y lo negativo, lo verdadero y lo falso.

Y claro, vemos, diariamente, que los ‘líderes’ políticos se limitan, exclusivamente, al nivel del mero razonamiento contable, sopesando, únicamente, entre su debe (ingresos, entradas), etc. y su haber (gastos, salidas, etc.)

Así, ahora, por señalar dos recientes ejemplos, vemos que Pedro Sánchez (PSOE):

  • ya ha incumplido con su primer compromiso con Junts, el de realizar la primera reunión con interventores, en este mes de noviembre (ahora dicen que será a primeros de diciembre, sin fijar la fecha, que, por otro lado, será secreta),
  • el discurso efectuado hoy por el rey en el acto de inauguración de la legislatura, instando al gobierno y a los diputados para salvaguardar la unidad de España. Y es sabido que los discursos del rey los prepara el gobierno o, cuanto menos, da el visto bueno (con la excepción, ‘teórica’ del de final de año). Felipe VI ha dicho que ‘la obligación de todas las instituciones es legar a los españoles más jóvenes, una España sólida y unida, sin divisiones ni enfrentamientos (…) recordando el profundo significado que implicó el acuerdo que desembocó en la constitución de 1978, que debe ser honrada en su espíritu, respetarla y cumplirla’ (que puede entenderse como una velada crítica a la amnistía)

Es decir, vemos que la visión contable de Pedro Sánchez, con su carácter de equilibrista y funambulista, tensa las situaciones, según sus conveniencias; pues, así, parece que la reunión que se haga dentro de unos (si se hace, y cómo se hace) ya será la de diciembre (pues después, con las fiestas, y las vacaciones, con toda seguridad, no serán días hábiles para hacerla), y, por lo tanto, se habrá perdido una sesión. Carles Puigdemont ya ha avisado que, si no se cumplen los pactos, si no hay suficientes avances, Junts se alineará con el PP (no apoyando los presupuestos, o dando soporte a una moción de censura)

Y, por parte del rey, haciendo referencia a la unidad de España y respeto a la constitución de 1978, da la impresión de que ha hablado más como jefe del ejército, que como jefe de estado que no gobierna. Y si el discurso no ha sido consensuado con el ejecutivo, es una muestra más de que Felipe VI se salta sus propias funciones constitucionales. Pero, a mi modo de ver, en realidad es una muestra más del carácter bivalente de Pedro Sánchez, recordando al dios romano Janus (el de las dos caras)

Estos dos ejemplos nos muestran, a mi modo de ver, que ambos personajes (Pedro Sánchez y Felipe VI) se basan en su razonamiento más elemental, sin ascender al nivel de los ideales mencionados.

Y, eso es así, ya que el ‘sueño’ de su respectivo juicio (dormido) produce y abona sus monstruos, y, claro, da alas a los distintos poderes del estado: poder judicial, policial, la extrema derecha, mediático, etc., pues puede ser entendido como un nuevo ‘a por ellos’ (nosotros) nada velado. Así, conforman el ouróboros (la serpiente que se come la cola), es la profecía autocumplida, ya que sus propios monstruos realimentan a los monstruos subordinados, y viceversa.

Los independentistas catalanes constatamos que debemos dedicar todos los esfuerzos para escapar del lastre castellano / español. Debemos redefinirnos, para conseguir nuestro sueño consciente (*), nuestro deseo, de conseguir la República catalana.

(*) los inconscientes actúan en otro plano, que no trato en este artículo, como he comentado más arriba. En este escrito, el término sueño, se limita y refiere como sinónimo de objetivo, ideal, etc. Si bien, en el siglo XVIII, como hemos visto con Goya, sueño se refiere a ‘dormir’

Pero debemos seguir teniendo sueños, objetivos, ideales, ya que:

En la vida humana sólo unos pocos sueños se cumplen; la gran mayoría de los sueños se roncan’ (Enrique Jardiel Poncela, 1902 – 1952),

‘Siempre sueña y apunta más alto de lo que sabes que puedes lograr’ (William Faulkner, 1897 – 1962),

‘Soñar, en teoría es vivir un poco, pero vivir soñando es no existir’ (Jean Paul Sartre, 1905 – 1980)

En definitiva, los independentistas catalanes debemos mantener nuestros sueños (y más los íntimos, claro) pero trabajando para conseguirlos; prescindiendo de los monstruos ajenos, pero siendo conscientes de su existencia, pues no podemos repetir la candidez de años pasados.

Y la mejor (única) manera, es volver a unirnos, coordinarnos, como lo estábamos hasta el 2017. Actuando de forma individualizada, con pequeños grupos, en plan de guerrilla pacífica, vemos que apenas tenemos resultado.

Lógicamente, sería ideal que la unión partiese de los ‘líderes’ de los partidos teóricamente independentistas. Pero vemos que cada uno de ellos solo piensa en su partido como empresa, en su cuenta de resultados y sus colocaciones.

Y, a mi modo de ver, cuanta más división, por ejemplo, con la formación de una cuarta lista (candidatura cívica), lo que haríamos es actuar contra natura, ya que el ‘divide et impera’ romano es el camino a la insignificancia. En el siglo VI a. C., Sunzi (Sün Zi) (544 a.C. – 496 a.C.), en su libro ‘El arte de la guerra’ dijo que después de desbaratar la estrategia del enemigo, procede romper sus alianzas. Y Nicoolò di Bernardo del Machiavelli (Nicolás Maquiavelo) (1469 – 1527), citando al mitológico Teseo, proclamó explotar las divisiones de los atenienses.

Para finalizar, sería conveniente que todos nosotros efectuásemos un análisis de nuestros ideales, deseos y de nuestras acciones, y evaluásemos, objetiva y seriamente, si realmente estamos haciendo lo que debemos hacer. O, si, por contra, queremos seguir engañados, engañándonos y engañando a nuestros amigos.