Ayer, 9 de diciembre, la Unión Europea (Consejo y Parlamento) acordó un principio histórico para regular la inteligencia artificial, para garantizar que los diferentes sistemas (ChatGPT, fundamentalmente) sean seguros y respeten los derechos fundamentales y los valores europeos, delimitando el reconocimiento facial en los espacios públicos, que será restringido a determinados supuestos definidos puntualmente por cada estado. Y, claro, los diferentes estados se han felicitado a ellos mismos (no precisan padrinos), por considerar que es una ley pionera en ese ámbito.
Evidentemente, todos debemos estar de acuerdo con esa regulación, pues intuimos los riesgos que comporta su mal uso. Pero sabemos de otros malos usos, como el facilitado por el espionaje con el Pegasus, y nadie dice nada; ahora, vergonzosamente, hasta los mossos d’esquadra (policía autonómica catalana), quieren tener ese ‘juguete’.
Ahora bien, por lo que vemos, nadie regula el uso de la inteligencia humana, ni la inteligencia moral (basada en la empatía, básicamente) Y todos sabemos que el déficit de esas inteligencias humanas, o su subordinación a intereses amorales, es tanto o más peligrosa que la inteligencia artificial.
Un ejemplo de ese déficit de inteligencia humana y moral, lo vimos también ayer, con el veto de los EUA, y la abstención del Reino Unido, para la petición de un alto el fuego en Gaza, pedido por el secretario general de la ONU. Y otro ejemplo, también de ayer, fue el desacuerdo en la conferencia de la ONU sobre el cambio climático (COP23) en Dubai, pues las petroleras tienen mucho poder.
Es evidente que la ONU está desfasada, pues que 5 estados permanentes (China, Francia, Federación Rusa, Reino Unido y los EUA) tengan la opción de veto en el consejo de seguridad, cuanto mínimo, es antidemocrático.
Y, en el reino español, más de lo mismo, pues vemos que las ‘promesas’ de Pedro Sánchez, por ejemplo, presentando opciones que no están plenamente a su alcance, como el reconocimiento de las lenguas minorizadas (catalán, euskera y gallego) en las instituciones europeas, aún comprometiéndose a afrontar el coste, estimado ahora en 132 millones de euros. Pero, los diferentes estados siguen considerando que los estudios jurídicos preceptivos son incompletos.
Obviamente, a mi modo de ver, no se trata de efectuar estudios jurídicos, y perderse en la burocracia, pues, realmente, es una decisión política.
Y la UE también tiene unas estructuras obsoletas, ya que requerir la aprobación unánime, para este tipo de temas, da un gran poder a estados, más o menos pequeños, para efectuar el veto. Y eso también es antidemocrático.
Un claro ejemplo, fue la unificación de la República Democrática Alemana y la República Federal de Alemania, en 1990, que fue asumida instantáneamente, sin oposición. Y eso, confirma el peso que tienen determinados estados, como Alemania. Por lo que, comparativamente, vemos que es una vergüenza más del sistema.
Por ello, vemos que todo se mueve en función de la potencia del estado promotor, pero, a ese problema, debemos añadir la vanidad de los políticos, que me recuerda la novela ‘La hoguera de las vanidades’, de Tom Wolfe (1987) y, para cerrar el círculo vicioso de los despropósitos, hay que contemplar, también, la comodidad de la ciudadanía, en general, que ya comenté en mi escrito del pasado 20 de noviembre, titulado ‘Necesitamos promesas falsas’, pues las ‘promesas’ no dejan de ser una forma de esclavitud (como explica Marina Garcés, y cité en mi escrito), una muestra más de nuestra banalidad.
Y también vemos este déficit en la Generalitat de Catalunya, prácticamente ausente tras el mal informe Pisa, ya comentado, mostrando unos déficits de la política catalana y en la asunción de responsabilidades de la clase política (como señaló ayer Josep Antich, en su artículo ‘La carpeta de las excusas’, elnacional.cat, 8 de diciembre)
En principio, parece que sería preciso efectuar un examen de capacitación (intelectual y moral) a todos los servidores públicos y, llevando ese argumento al extremo, también a los votantes (para garantizar un mínimo de información objetiva) Pero eso sería antidemocrático, claro, y rozaría el nacismo. Por eso es un problema irresoluble, y nuestra ‘débil’ democracia, deja mucho que desear.
Es vergonzoso ver a personajes con importantes deficiencias de las citadas, que, además tienen una elevada edad, como Donald Trump (77 años) y Joe Biden (81 años), Vladimir Putin (71 años), Xi Jinping (70 años), etc., con el hándicap que ello comporta.
Por todo eso, no nos extraña que ocupen puestos relevantes personajes que consideran que ‘Confucio fue el inventor de la confusión’; ya sé que es un mal chiste, pero viene a cuento por las limitaciones intelectuales de muchos de esos personajes, y, como no, de sus segundos, y terceros,niveles, que, como he comentado en diferentes ocasiones, su mayor y mejor valor es su servilismo.
Otro mal chiste, cuenta que Confucio dijo: ‘dale un pez a un hombre y comerá un día, dale un pez envenenado a un hombre y comerá el resto de su vida’; y, precisamente, todos los estados nos dan a la respectiva ciudadanía, una información sesgada y manipulada, y ese es nuestro pez envenenado, que nos atonta y anestesia el resto de nuestras vidas, ya que difícilmente podemos contrastar la gran cantidad de información, y nos es más cómodo ‘el pan y circo’.
Y siguiendo con esos chistes, hay uno que se nos puede aplicar a los ciudadanos: ‘Si ya sabes lo que tienes que hacer y no lo haces, entonces estas peor que antes’; pero, claro, nuestro desentrenamiento crítico ya nos ha derrotado. Así, nuestra limitación se refleja en los siguientes carteles (verídicos, extraídos de internet): ‘Se necesitan clientes, no hace falta experiencia’, ‘compra una cerveza por el precio de dos, y recibes la segunda totalmente gratis’; ‘Abrimos cuando venimos, cerramos cuando nos vamos, si vienes cuando no estamos, es que no coincidimos’, ‘España para los españoles; eso, que se jodan’, etc.
En definitiva, nuestro mundo se mueve por las mentiras, como escribió Niccolò di Brnardo dei Machiavelli (Maquiavelo) (1469 – 1527) a su amigo Guicciardini, en 1521:
‘Desde hace ya algún tiempo, nunca digo lo que creo y nunca creo lo que digo. Y si alguna vez resulta que digo la verdad, la escondo entre tantas mentiras que es difícil de encontrar’
Para finalizar, transcribo un sketch de los Monty Python’s, en la escena Flying Circus, recordada por Tian Riba, en su artículo de ayer, en el nacional.cat:
‘El loro muerto
Un cliente insatisfecho quiere presentar una queja al vendedor de la tienda de animales, que está a punto de cerrar para ir a comer. El loro que ha adquirido media hora antes, está muerto. Pero el empleado, Michael Palin lo niega.
¿Ah, si, el noruego azul, qué le pasa?
Que está muerto, esto es lo que le pasa.
Pero, según el empleado, el loro no está muerto, está descansando, primer eufemismo.
El comprador no sabe distinguir, obviamente, entre un loro muerto y un loro que descansa.
Pero el vendedor insiste que el loro descansa y desvía la atención hacia el magnífico plumaje del animal. Plumaje que, ahora mismo, al comprador le importa un rábano.
El cliente acepta el reto y mira de despertar al loro a gritos. Pero el loro, claro, sigue muerto.
El vendedor da un golpe a la jaula para mostrar que el animal se ha movido, pero el cliente no se deja engañar. Lo saca de la jaula, se lo acerca a la boca, grita y le da golpes contra el mostrador. Incluso lo tira al suelo y cae a plomo. Pero ni de esta manera convence al vendedor de loros. Que, ahora, dice que está aturdido.
Tanto intenta engañar que el comprador se da cuenta, ahora, que el loro ya estaba muerto cuando lo compró, que lo habían enganchado con un palo al balancín, para hacer ver que era una cosa que no era.
Pero, por la ilusión de tener un loro, el cliente se creyó al vendedor, que le dijo que si no lo acababa de ver bien, el vendedor reconoce que el loro necesita un recambio, pero que se le han acabado los loros. Que si quiere una babosa… El cliente le contesta que una babosa no habla, por lo que el vendedor le ofrece que vaya a la tienda de su hermano, en Bolton, y le asegura que allá encontrará un loro.
Pero, cuando va a la tienda de Bolton, a la tienda de Mascotas Similares, el vendedor, sospechosamente igual que su hermano, le dice que se ha equivocado, que está en Ipswich, puede que sea un error del tren, así que el cliente va a la estación y al departamento de reclamaciones, y le aseguran que sí, que están en Bolton.
Así que el segundo vendedor también le ha mentido. La culpa no es del tren, así que vuelve a la tienda, pero sin ganas de reclamar ningún loro, quiere que le devuelvan el dinero, y allí, descubre que, el segundo vendedor, es el primero, con bigote postizo’
Escrito, así, este sketch es un rollo, por lo que recomiendo buscarlo en internet y ver la versión original, que también está en castellano.
Me parece que es un buen colofón para motivarnos a desconfiar, sistemáticamente, de todas las informaciones, y analizarlas críticamente, comparándolas con diferentes fuentes. Sólo así, podremos tomar en consideración, qué queremos y pensamos, y qué quieren que seamos y pensemos.