En el presente escrito vuelvo a referirme a la estrategia de Pedro Sánchez (PSOE), que consiste en querer imponer sus propias mentiras a los súbditos acríticos.
Ayer (13 de diciembre) Pedro Sánchez, en el Parlamento Europeo (en Estrasburgo), efectuó un balance de su gestión como presidente rotatorio del Consejo. Un balance gris, ya que la agenda política de este semestre ha estado dominada por la guerra de Israel contra Hamás, y, en ese tema, se ha confirmado la falta de sintonía de la posición de Sánchez, respecto a la mayoría de los estados en cuestión. Pero, básicamente, los temas fundamentales de la exposición y debate se centraron en el tema de la ley de amnistía para los independentistas catalanes imputados.
Independientemente del morbo esperado, ya que todos los medios buscaban la fotografía entre Pedro Sánchez y Carles Puigdemont, pues era la primera vez que coincidían, desde agosto del 2017, al final, no hubo ese encuentro, ni un mero gesto al pasar Puigdemont a escasos metros de Sánchez, para efectuar su mini discurso (reducido a 1,5’; mientras que Sánchez tuvo el tiempo ilimitado, tanto en su exposición como en las réplicas) Y vimos que, al pasar Puigdemont, Sánchez y el ministro de exteriores Albares, miraron, expresa y ostentosamente, hacia otro lado; si bien estuvieron atentos a su discurso, y Sánchez hizo directas alusiones a Puigdemont. A mi modo de ver, la actitud de Sánchez es infantil.
El núcleo de las argumentaciones expresadas por Pedro Sánchez, fueron:
- Instar, directamente, a Puigdemont a continuar con el diálogo para acabar con el conflicto, pues, está en nuestras manos conseguirlo, por la vía de la negociación, de la constitución y de la política.
- Y como respuesta a Carles Puigdemont, que había señalado el incumplimiento del acuerdo de conseguir la adopción de las lenguas minorizadas (catalán, euskera y gallego) durante su mandato, apuntando que no aprovechar las oportunidades puede comportar consecuencias desagradables; Sánchez se limitó a repetir su mantra, de que la situación y la convivencia en Catalunya ahora es infinitamente mejor que la que había en el 2017.
Efectivamente, es vergonzoso que Pedro Sánchez, tras haber aprobado la aplicación del 155, cercenando nuestras instituciones y dando paso a la represión, mantenida incluso en la actualidad; y tras los resultados de las elecciones del pasado 23 de julio, reconociese el giro, repitiendo, hasta la saciedad, que ahora hace caso al refrán de ‘hacer de la necesidad virtud’.
Es comprensible que, por necesidad, haya dado un giro copernicano; así es la política. Pero eso no deja de ser una muestra más de su falta de ética y de moral. Un estadista tiene ideología y principios. Un oportunista, gira la vela en función del viento.
Y en la actual estrategia de Sánchez, de ‘hacer de la necesidad virtud’, tiene un difícil encaje poder ‘considerar’ la mentira como ‘virtud’.
Y no me refiero a las virtudes según el catecismo católico (que diferencia entre las teologales (fe, esperanza y caridad) y las cardinales (prudencia, templanza, fortaleza y justicia)), que también, pues la justicia lo abarca todo.
Pero, centrándome en las mentiras de Pedro Sánchez, presentadas como virtudes, como he dicho, solo pueden encajarlas siguiendo lógicas bastante retorcidas y manipuladas.
Mentir, según el diccionario de la RAE, ‘es expresar o manifestar aseveraciones contrarias a lo que se sabe, se piensa o siente (…) decir cosas que no son verdad’; mientras que la virtud, ‘es el habito de obrar bien, independientemente de la ley, por sola bondad de la operación y conformidad con la razón natural’.
Pues bien, el mantra de Pedro Sánchez, de que ‘la situación y convivencia en Catalunya, ahora es infinitamente mejor que en el 2017’ es una pura mentira, es una lectura interesada, pues:
- El conflicto, desde el referéndum, lo puso el estado español, con sus agresiones y represiones. Y si ahora hay menos agresiones, es debido a que, en este momento, al estado no le interesan.
- La convivencia, se deterioró, pero fue, precisamente, por la aplicación del ‘a por ellos’, mandada por Felipe VI y secundada, ciegamente, por los distintos poderes del estado. Y, claro, muchos catalanes españolistas, se vieron y ven alentados y crecidos.
- Y los independentistas, desde 1714, pero, en concreto, en esta última década, reclamamos la libertad, la independencia. Y, en este aspecto, estamos exactamente igual ahora que en el 2017, pues no hemos avanzado nada, más bien hemos retrocedido, ya que hemos perdido competencias o han sido recortadas. Y, especialmente, hemos perdido libertad de expresión y de manifestación, pues todo, enseguida, es judicializado.
Por eso, la aseveración de que estamos infinitamente mejor que en el 2017, es una total mentira, no cabe otra explicación. Y eso refleja el ‘egotismo’ el sentimiento egoísta exagerado que tiene el propio Pedro Sánchez respecto a su propia personalidad. Se gusta y no quiere que nada le estropeé su fotografía; por eso, no quiere perder el control del relato, de su biografía; y si para eso ha de mentir, pues miente. Y esa es una de las características patológicas del narcisismo: la complacencia excesiva en la consideración de las propias facultades.
Estoy convencido de que Pedro Sánchez sabe, perfectamente, que lo que dice no es cierto.
No puedo pensar que no sea así, que sus asesores no le expliquen la realidad.
Y la realidad es que seguimos oprimidos, sin la libertad deseada.
El filósofo y pedagogo Paulo Reglus Neves Freire (1921 – 1997) estudió los pueblos y comunidades oprimidas, e influyó en las teorías de la liberación sudamericanas, y en la teología de la liberación; y sus pensamientos son muy útiles y didácticos, para los opresores, los oprimidos y los oprimidos que se identifican con los opresores. Es decir, para los españolistas (opresores), los independentistas (oprimidos) y para los catalanes españolistas.
Los opresores y los oprimidos son dos grupos con características propias bien definidas; ahora bien, el tercer grupo, el de los catalanes españolistas, es decir, oprimidos que se identifican con los opresores, a mi modo de ver, merecen un mayor análisis, pues, en estos influyen sus sentimientos, pero, en mayor medida, les domina el miedo a la libertad, según las tesis de Eric Seligmann Fromm (1900 – 1980). Ese miedo a la libertad también la tienen los opresores, obviamente, pero en otro nivel.
La historia muestra que los peores vigilantes de los campos de concentración, prisiones, etc., son los presos ‘de confianza’, que hacen funciones de policía.
Según Freire, los oprimidos que se identifican con el opresor, en realidad buscan convertirse en opresores, sustituyendo a los actuales; más que buscar la liberación, buscan la identificación.
Freire señala, asimismo, que:
- la opresión se entiende como la subyugación de un grupo por otro, impuesta por un poder asimétrico y, a menudo, reforzada por condiciones hostiles, como las amenazas o la violencia real;
- identifica cinco formas de opresión: explotación, marginación o exclusión, desempoderamiento o carencia de poder, imperialismo cultural y violencia;
- la realidad opresora, como mecanismo de absorción, funciona como fuerza de purificación de las conciencias con la intención de domesticar a las personas. (…) Por eso, los oprimidos han de luchar por su liberación, no por su identificación.
- la opresión implica deshumanización y no puede ser considerada como un camino hacia la liberación;
- para que el oprimido se libere, se necesita la acción, pero ésta debe ser con reflexión crítica y con verdadera conciencia sobre la realidad; si ello no ocurre, la acción para la liberación se vuelve activismo;
- la clase dominante ha creado una serie de mitos que reflejan su visión sobre la opresión;
- propone una transformación pedagógica creadora, crítica y liberadora; una toma de conciencia que permita ir más allá del miedo a la libertad; el miedo a la libertad, del que, necesariamente no tiene conciencia quien lo padece, miedo que nos lleva a ver lo que no existe;
- las personas oprimidas a menudo se sienten incapaces de defenderse contra su opresor y, en su lugar, atacan a su propia gente, de forma segura. Otra cualidad de las personas oprimidas se llama ‘la conciencia de esclavitud’ o la ‘actitud fatalista’;
- la opresión puede ser fuente de enfermedades mentales o físicas y de comportamiento autodestructivo;
- los oprimidos tienen a tener sentimientos de soledad, apatía, autocompasión, desconsuelo, melancolía, pesimismo, desánimo, etc.
- las masas oprimidas deben tener conciencia de su realidad y deben comprometerse, en la praxis, para su transformación;
- etc.
Me parece que todos estos pensamientos pueden ser interesantes, no sólo para los catalanes españolistas, unionistas, si no también para nosotros, los independentistas, los verdaderamente oprimidos.
Sobre el particular, también me parece muy interesante la lectura de la dialéctica del amo y el esclavo, incluida en la ‘Fenomenología del espíritu’ (1807), de Georg Wilhelm Friedrich Hegel (1770 – 1831)
Los independentistas deberíamos hacer un esfuerzo pedagógico hacia los unionistas (incluidos los catalanes) para mostrarles su ‘conciencia de esclavitud’, y su ‘actitud fatalista’. Pero ésa es una labor ingente, máxime, teniendo en cuenta que el poder del estado español es inmenso, y vemos que Pedro Sánchez, como uno de sus principales exponentes, miente como el que más, para que la ciudadanía le siga, como súbditos infantilizados, y para eso, no para de mentir, diciéndonos que estamos la mar de bien, aunque no lo sepamos.
El sociólogo españolista Amando de Miguel Rodríguez (1937 – 3 de setiembre 2023), en un artículo titulado ‘La personalidad fatalista’ (2021) analizó las conexiones entre el fanatismo y el fatalismo, y señala que los españoles se caracterizan por una extrema confianza en la suerte, los juegos de azar o de envite, pues tienen una forma benéfica de ignorancia; el fatalismo es el enemigo de la libertad, una forma de pesimismo, basada en la premisa de que ‘el que ostenta alguna forma de poder suele tener razón’, lo que llaman ‘orden social’.
Ante esa maquinaria opresora, me parece apropiado finalizar con un poema de Miquel Martí i Pol (1929 – 2003), que ayer leyó un compañero de manifestación en la avenida Meridiana de Barcelona:
‘Pienso, digo hago …
Pienso
que nada es en vano;
que nada de lo que digo
no de lo que hago
se pierde,
si en el juego arriesgo
todo lo que tengo,
sin temor a perder.
Digo
bien poca cosa.
Que ya ha llegado el buen tiempo de levantarnos
y salir a plena calle
y acoger a toda
la gente como a hermanos.
Hago
todo lo que puedo para adaptarme al ritmo
de todos los que conozco;
uno a uno y con esfuerzo,
para que mi voz les sea
como un lugar común,
como una mesa’
De este poema me parece interesante recalcar la idea de que nada de lo que hacemos es en vano, de que nada se pierde, si lo hacemos de forma decidida y valiente. Así, que, adelante…