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De las Saturnalias a la Navidad y retorno a las Saturnalias

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

En el presente escrito enlazo el actual festejo aconfesional y consumista con las fiestas ancestrales, en detrimento de la religiosidad.

Introducción histórica

Las fiestas saturnales (en latín, Saturnalia) eran unas fiestas romanas dedicadas al dios Saturno, que se celebraba cada año el 17 de diciembre.

Los habitantes del Lacio atribuían a Saturno la introducción de la agricultura y las artes de la vida civilizada. La fiesta se hacía cerca del inicio del invierno, cuando los trabajos del campo ya se habían acabado.

En sus inicios la celebraban las poblaciones rústicas de todas las edades, y se consideraba un período donde no había restricciones de ningún tipo, predominaba la alegría y había una gran relajación de las costumbres. Mientras duraba, no se podían hacer negocios, las cortes de justicia estaban cerradas, las escuelas tenían vacaciones, y empezar una guerra o castigar a un culpable se consideraba una impiedad.

Incluso los esclavos eran relevados de sus tareas habituales, podían usar el pili, signo de manumisión, vestir como personas libres, tenían libertad de palabra y podían comer en la mesa, con los amos, que les servían.

La festividad empezaba con un sacrificio en el tempo de Saturno, en el Fórum, según Dionisios de Halicarnaso, que continuaba con un convivium publicum donde los senadores y caballeros llevaba unos vestidos especiales llamados vestis cenatorium. Según Marcial, las fiestas privadas comenzaban con la matanza del cerdo. Todas clases sociales salían a las calles gritando Saturnalia (clamare Saturnalia) y se intercambiaban regalos entre los amigos.

(…) Durante la república, casi todo el mes de diciembre estaba dedicado a Saturno; cuando Julio César estableció el nuevo calendario, alargó dos días a diciembre y Augusto estableció, finalmente, tres días fijos para la celebración de las Saturnalias, el 17, 18 y 19, y más tarde, con Nerón, pasaron a ser 5 días, hasta el 21 (al añadir la Juvenalia, Ludi juvenales, juegos escénicos instituidos por Nerón el año 59, en conmemoración de haberse afeitado por primera vez cuando tenía 22 años; posteriormente, estos juegos se trasladaron al 1 de enero).

(…) Claudio instauró definitivamente los 5 días, de éstos, solo uno era consagrado a las celebraciones religiosas, si bien las felicitaciones y las licencias podían durar 7 días (la Saturnalia (17 a 19), la Opália (20 y 21) y la Sigilaria (22 y 23)

La Sigilaria deriva del nombre sigillum, que quiere decir señal, símbolo y era el nombre que se daba a unas pequeñas estatuillas que los romanos se regalaban entre ellos, como buenos deseos para todo el año siguiente.

La Opalia era en honor a Ops (esposa de Saturno), la diosa de la fertilidad y de la tierra, se celebraba el día 14 antes de las calendas de enero, es decir, el 20 de diciembre.     

(fuente: Wikipedia)

Como vemos, estas fiestas del solsticio de invierno tenían una base religiosa dedicada a Saturno (satur, en latín, significa siembra) y de su esposa Ops (que en latín significa abundancia), en referencia a los respectivos dioses griegos Cronos y su esposa Rea / Demeter.

Es decir, ancestralmente se agradecía a los dioses por las cosechas, y se aprovechaba el momento para efectuar todo tipo de celebraciones festivas, incluso parecidas a las de carnaval, ya que la ‘liberación’ temporal de los esclavos (la manumisión, de ‘manus’, mano y ‘mittere’ enviar lejos; soltar de las manos) durante esos días festivos, como ya hemos podido leer, intercambiando los papeles, tiene, a mi modo de ver, un aire carnavalesco.

En esas fechas, los esclavos recibían una ración extra de tres litros y medio de vino; y los amos derrochaban todo lo posible en comida y bebida, encendiendo velas e intercambiando regalos, e incluso jugando a la lotería, juego que estaba prohibido en Roma el resto del año.

Como vemos, la frugalidad y ascetismo no se ajusta a estas fechas, y no nos tiene que extrañar, por lo tanto, que el consumo excesivo sea predominante en las actuales festividades, así como las comidas y bebidas abundantes, y, como no, el sorteo del gordo de Navidad, todo recuerda a las Saturnales. Es decir, tradicionalmente estas fechas propician y fomentan el consumo. 

Por eso, el espíritu de estos días de solsticio de invierno se caracteriza por el exceso, quedando prácticamente ‘olvidado’ el espíritu de Navidad (que, históricamente, se celebraba el 21 de diciembre, mediante un ritual de paz y armonía procedente de la cultura escandinava, con la llegada del ángel Uriel, limpiando de impurezas el hogar; y escribiendo 21 deseos, quemando los que se quería que se cumpliesen prioritariamente).

No debemos olvidar que no hay ninguna base histórica para garantizar que Jesús naciera el 25 de diciembre. Fue el Papa Liberio que, en el año 354, estableció ese día, para vincularlo y sustituir a las fiestas paganas de las Saturnales y del Sol invicto.

Rómulo instauró la celebración del solsticio de invierno con el renacer, mediante las fiestas Brumales (Brumalia; ‘bruma’, corto, en referido al solsticio), con reminiscencias de las fiestas en honor a Baco (el Dionisio griego), con excesos en la bebida de vino. Según algunos historiadores, las Brumalias se celebraban del 24 de noviembre al 25 de diciembre.

Y todo ello coincidente con las festividades del Dies Natalis Solis Invicti, Sol Invictus; de culturas precedentes.

Como vemos, todo depende del tiempo, del Kronos (la medida cuantitativa y lineal de los días, con su esclavitud, el tiempo, así, es restrictivo, exigente, ‘el tiempo es oro’) y del Kairós (el tiempo cualitativo, la oportunidad puntual; los griegos lo representaban con un arquero que busca el momento preciso para disparar su flecha y acertar la diana).

Kronos (Khronos), el tiempo secuencial, temiendo ser suplantado por sus hijos, se los comió vivos, como Saturno; así, Kronos nos desgasta, mientras que Kairós (Caerus), el tiempo indeterminado, cualitativo, nos enriquece, pues esos momentos oportunos, supremos, son los que nos llenan de vida.

El tiempo, en cualquiera de sus medidas, se solapa con las necesidades de cada momento; y, como describió el psicólogo Abraham Harold Maslow (1908 – 1970) en su famosa pirámide con la jerarquía de necesidades, desde las básicas (fisiológicas), pasando por las de seguridad, las necesidades sociales, las de apreciación y reconocimiento, hasta llegar a la autorrealización.

Y, como definió, no se puede aspirar a un nivel superior, si no se ha cubierto el nivel precedente. Así, las necesidades básicas son fundamentales, y las necesidades espirituales podrían encajar en el nivel superior, si bien, podría incidir en el de seguridad, como anhelo y deseo de protección.

Por eso, tampoco nos ha de extrañar que en estas fiestas predomine lo material, pues no deja de ser una festividad por haber superado los niveles básicos de subsistencia.

Por todo lo expuesto, me parece evidente que, en estas fechas, como en otras celebraciones, nos encontramos en una verdadera paradoja, ya que socialmente nos domina el consumismo y las celebraciones báquicas, mientras que, en paralelo, se conmemoran unas festividades religiosas, que deberían ser privadas e íntimas.

Y el problema, como ya apunté en mi escrito de ayer, se debe a la incorrecta expresión de un estado, como el reino español y otros, que se declaran aconfesionales, pero que están regidos por el calendario y la cultura de la iglesia católica.

Estoy convencido que el calendario laboral, y las festividades, deberían ajustarse a la naturaleza y a la astronomía, a las estaciones, con sus solsticios y equinoccios, como hacían nuestros ancestros, más algunas fiestas adicionales de carácter político / social, como podría ser el día de la declaración de los derechos universales, etc. Y dejando el calendario religioso para el ámbito estrictamente privado e independiente de las festividades mencionadas.

En realidad, lo que estamos viendo en estas últimas décadas, con el progresivo abandono de las prácticas religiosas, pero manteniendo el consumismo de estos días, no deja de ser un retorno a nuestros ancestros.

Y, en definitiva, debemos valorar si somos esclavos del Kronos, del tiempo cuantitativo y lineal, cronológico, de los relojes y calendarios, o, por el contrario, por el Kairós, los días que permanecerán en nuestra memoria, inolvidables por su trascendencia; y lo importante es que, vivamos como vivamos estos días, podamos encajarlos en el Kairós, y no limitarnos a consumir por consumir, sin ton ni son, sin saber por qué, solo por que lo marca el calendario del Kronos.

Centrándome en los independentistas catalanes, deberíamos valorar, asimismo, los días enriquecedores del Kairós que hemos tenido, obviando, el meramente secuencial del Kronos.

Para acabar con una broma, hay un meme que circula por las redes sociales, que dice:

¡Cada día estoy conociendo a más gente mayor, que antes era de mi edad!

Pues bien, siguiendo en plan de chiste, podríamos decir que el sujeto que dice esa frase, vive según el Kairós, mientras que los otros, según el Kronos.

DESEO A TODOS LOS LECTORES, UNAS BUENAS Y FELICES FIESTAS, LLENAS DE KAIRÓS.