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La adicción al poder

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

Hoy, 29 de diciembre, hemos visto el traspaso de algunas carteras ministeriales dentro del gobierno de Pedro Sánchez, y me parece que es un buen momento para reflexionar sobre la adicción y la erótica del poder, como hago en este escrito.

En diferentes escritos he hecho aproximaciones al concepto, uso y usufructo del poder, por ejemplo, el pasado 1 de junio, en el escrito titulado ‘La némesis del estado español’, en el que me referí al síndrome de Hibris (Hubris).

Ciertamente, para ascender en los escalafones, ya sean políticos, económicos, empresariales, etc., se requieren diferentes características, entre las que destaca la ambición de poder; ambición que si está dentro de los parámetros social y comúnmente aceptables, es objetivamente admisible; pero, como sabemos, habitualmente esa ambición es desmesurada y va acompañada de otras características que deberían ser inaceptables, como: un excesivo narcisismo, que puede comportar el síndrome de Hubris (definido por el médico y político inglés David Owen (n. 1938), en su obra ‘En el poder y en la enfermedad’, en la que analiza el comportamiento de políticos como Roosevelt, Ariel Sharon, Reza Pahlavi (sha de Irán), Bush, Blair, etc.).

‘Owen señala que, aunque existe una cierta comorbilidad con el narcisismo y con el trastorno bipolar, lo describe como un trastorno reversible en personas sanas. (…) siendo los principales síntomas psicopatológicos relacionados con el poder: confianza exagerada en sí mismo, imprudencia e impulsividad; sentimiento de superioridad; desmedida preocupación por la imagen, lujos y excentricidades; el rival debe ser vencido a cualquier precio; la pérdida del mando o de la popularidad termina en la desolación, la rabia y el rencor; desprecio por los consejos de quienes le rodean; alejamiento progresivo de la realidad’

(https://consultavelazquez.com)

Ese síndrome presenta un sentimiento de omnipotencia que distancia de la realidad, viviendo en una burbuja formada por sus colaboradores ‘monosabios’ que son aduladores acríticos, pues son interesados que ese ‘momento’ continúe.

Efectivamente, esa patología la presentan, o pueden presentar, los que llegan a la cumbre del poder, pero, también, los que no llegan a ella, pero asumen cargos suficientemente poderosos; y, también, los que no llegan a eso, pero aspiran con todas sus fuerzas y ánimos, quedándose en la oposición; y, claro, los que lo pierden. Y esos añaden, a su patología mencionada, la frustración, por lo que su carácter y actitudes es más agrio.

Es famosa la frase de Giulio Andreotti (1919 – 2013), 7 veces primer ministro de Italia y 22 veces ministro: ‘el poder desgasta … a quien no lo tiene’.

Asimismo, es preciso señalar que en la mencionada burbuja que rodea el poder, también hemos de considerar a los que quedan deslumbrados por dicho poder, al que se rinden, acríticamente, en todos los sentidos.

Por eso, el nefasto Henry Kissinger (1923 – 2023), conocedor de las relaciones sexuales de John Fitzgerald Kennedy (1917 – 1963), dijo, asimismo que ‘el poder es el mayor afrodisíaco’.

Juan Ruiz (1283 – 1351), el arcipreste de Hita, autor del ‘Libro del buen amor’ (1330-1343), escribió:

‘Como dijo Aristóteles, cosa es verdadera,

que el hombre por dos cosas trabaja, la primera

por haber mantenencia, la otra era

por haber juntamiento con hembra placentera’

es decir, que las dos metas de la humanidad son alimentarse y copular; pues, es evidente que la historia nos muestra que el sexo prestigia el poder, y viceversa, ya que la seducción influye en todos los ámbitos, y en las esferas del poder, de forma más enfática.

Y es evidente que si bien a lo largo de la historia, el poder lo han conseguido los llamados ‘machos alfa’, hay ejemplos, de mujeres poderosas, y de cada vez habrá más, afortunadamente. Y ellas, presentan, las mismas características que los hombres, como vimos con Golda Meir (Gukda Ma’air, de nacimiento, Golda Mabovitx, 1898-1978), exprimera ministra de Israel; Margaret Hilda Thatcher (de nacimiento Margaret Hilda Roberts, 1925 – 2013), exprimera ministra británica; o Indira Gandhi (Indira Nehru, 1917 – 1984), exprimera ministra india.

A mi modo de ver, esas mujeres, en ámbitos machistas y patriarcales, debían mostrarse más firmes y duras de lo que hubieran deseado, mereciendo, todas ellas el apelativo de ‘damas de hierro’. Afortunadamente, las mujeres que llegan al poder en la actualidad, no tienen esos patrones (al menos en el primer mundo), por lo que pueden ejercer sus funciones desde su visión feminista. Y eso mismo pasa en las empresas públicas, privadas, e, incluso en el ámbito familiar.

Volviendo al mencionado síndrome de hibris (hybris, hubris), es preciso señalar que:

‘(…) con este término, los griegos clásicos expresaban la desmesura, el orgullo y la arrogancia. No hace referencia a un impulso irracional y desequilibrado, sino a un intento de transgresión de los límites impuestos por los dioses a los mortales y terrenales. (…) hacía referencia a un desprecio temerario del espacio personal ajeno, unido a la falta de control de los impulsos propios, siendo un sentimiento violento inspirado por las pasiones exageradas, consideradas enfermedades por su carácter irracional y desequilibrado, y más concretamente por Ate (la furia o el orgullo).

Como dice el famoso proverbio, erróneamente atribuido a Eurípides: ‘aquel a quien los dioses quieren destruir, primero lo vuelven loco’.

(…) La religión griega ignoraba el concepto de pecado, por lo que la hybris se consideraba la principal falta. Se relaciona con el concepto de Moira, que en griego significa ‘destino, parte, lote y porción’, simultáneamente. El destino es el lote, la parte de felicidad o desgracia, de fortuna o infortunio, de vida o muerte, que corresponde a cada uno en función de su posición social y de su relación con los dioses y los hombres.

(…) la persona que comete hybris es culpable de querer más que la parte que le fue asignada en la división del destino. La desmesura designa el hecho de desear más que la justa medida que el destino asigna. El castigo a la hybris es la némesis, el castigo de los dioses que tiene como efecto devolver al individuo dentro de los límites que cruzó.

(…) La diosa Hybris, hija de Érebo y de Nix (Nyx, la Noche), personifica la insolencia y falta de moderación e instinto; y era la madre de Coro, la personificación del desdén

(fuente: wikipedia)

‘En la actualidad, el síndrome de Hubris (Hybris) se caracteriza porque la persona que lo padece: es prepotente; tiene ideas fijas preconcebidas y rechaza posturas que no sean afines a sus ideas; conducta narcisista; es incapaz de cambiar de conducta; ego desmedido; etc.

El mencionado neurólogo David Owen, comentó que ‘las presiones y la responsabilidad que conlleva el poder terminan afectando a la mente’, y señaló que el poder no siempre está en manos del más capaz, pero quien lo ostenta así lo cree y termina comportándose de manera narcisista y prepotente, debido a su : inmadurez psicológica; formación cultural pobre; personalidad subjetiva; carácter emocional particular, seguramente ávido de afectividad; desarrollo humano frágil y en difíciles circunstancias.

Y sus síntomas son: desaire de los demás; orgullo desmesurado; exceso de confianza en sí mismo, que le hace ser impulsivo e imprudente; falta de atención a los detalles; constante impaciencia; sentimiento de superioridad; preocupación exagerada por la imagen, lujos y excentricidades; creerse insustituible; desprecio por la opinión y consejos de los demás; sin escrúpulos para vencer al rival; alejamiento de la realidad.

Desde el punto de vista psiquiátrico, el síndrome de Hubris como tal, no existe. Pero sí se dan estos síntomas en personas que han adquirido poder de cualquier tipo y carecen de las condiciones psíquicas adecuadas para gestionarlo.

(…) El tratamiento para estas personas es una cura de humildad, realidad, vanidad, etc.

(https://www.farmaciaelpunto.es)

Todos hemos visto personas con comportamientos motivados por el síndrome de hybris, yo, particularmente, lo he visto muchas veces en la empresa multinacional en la que trabajé 47 años. Y he visto, también, personas con ansias desmesuradas de poder que, al no alcanzarlo, les comportó una fuerte frustración, que traducían en agresividad.

Es preciso recordar el siguiente experimento realizado por el psicólogo Philip George Zimbardo (n. 1933), en la década de los 70, que muestra cómo el poder corrompe al ser humano.

El experimento de la cárcel de Stanford

Este experimento buscaba comprender qué factores hacían que las personas se corrompieran y actuasen con maldad. Para ello reclutaron a 24 jóvenes sanos tanto física como psicológicamente. Acondicionaron los bajos de la Universidad de Standford como si fuera una cárcel y asignaron aleatoriamente los roles de guardias y carceleros entre los participantes.

Los participantes reclusos fueron detenidos por sorpresa en sus apartamentos y se les despojó de todas sus pertenencias y se les asignaron monos y sus números de recluso. A los guardias se les asignaron porras, uniformes y gafas de sol con las que podían mantener cierto anonimato.

Al cabo de los días, los guardias comenzaron a mostrar aires de superioridad y a maltratar a los presos, les negaban la comida, les obligaban a permanecer desnudos, les impedían dormir e incluso llegaron a maltratarles físicamente.

Al sexto día, el experimento se les fue de las manos y fue una estudiante de posgrado que estaba haciendo entrevistas a los presos, Chistina Maslach, quien confrontó y convenció a Zimbardo, argumentando que el experimento sobrepasaba lo moralmente correcto.

(https://consultavelazquez.com)

Efectivamente, como postula el ‘Dictum de Acton’ (1887), acuñado por el historiador británico John Emerich Edward Dalkberg Acton (1834 – 1902): ‘el poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente’.

La motivación humana debe estudiarse y entenderse considerando la ‘teoría del refuerzo’ de Burrhus Frederic Skinner (1904 – 1990), concepto central de la corriente psicológica conductista, en la que estudió el refuerzo positivo y negativo, y su respectiva extinción o castigo.

A tal fin, es interesante reproducir la siguiente fábula:

‘El pescador y la serpiente

Un pescador aficionado vio de repente cómo se acercaba a su barca una serpiente con una rana en la boda. Apenado por la suerte de la rana, liberó a ésta de los colmillos de la serpiente con cuidado para no lastimarla.

La rana se alejó contenta y esto alegró mucho al pescador, pero, después de dejar a la serpiente en el agua, se entristeció por ésta.

Ni corto ni perezoso, sacó una botella de aguardiente que llevaba para soportar el frio de la mañana y le dio unas gotitas.

La serpiente se marchó eufórica y feliz y el pescador quedó muy satisfecho y contento por sus dos buenas acciones.

Pero, al rato, cuando todavía saboreaba la bondad de sus actos, oyó unos golpecitos en el costado de la barca y cuál sería su sorpresa cuando descubrió otra vez a la misma serpiente, que esta vez llevaba dos ranas en la boca’

(https://davidgscom.blogspot)

Me parece que con esta compilación de ideas, queda suficientemente clara la idea del poder, y de la patología que comporta.

Y, para finalizar, creo nuestros políticos, con carácter general, presentan la mencionada patología, especialmente Pedro Sánchez, que, con su prepotencia sádica, hace como el pescador de la anterior fábula, miente y engaña según sus conveniencias, y, desgraciadamente, muchos masoquistas, por conveniencia o convicción, hacen como la serpiente, buscando nuevas y duplicadas dosis.

Por todo ello, es preciso que ponderemos los mensajes y actitudes de todos los políticos, y de toda persona que ostente un relativo poder, para no deslumbrarnos por su erótica; y claro, una primera acción sería evitar que ocupen sus cargos un excesivo tiempo, para que vuelvan a sus anteriores actividades (sin puertas giratorias, como pasa con los que cesa Pedro Sánchez, que los reocupa en puestos mucho mejor retribuidos, como Miquel Iceta, Raquel Sánchez, etc.; pues eso es más corrupción, del que lo facilita y del que lo acepta, al considerar que son propietarios del cortijo y de todos sus pesebres)