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Narrativa

Martha Nava Argüelles
Imagogenia
@mar_naa

Cómo es su costumbre, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, inauguró obras públicas a contrarreloj, incluso cuando no están terminadas o funcionan a medias. El pasado viernes, llevó a cabo la apertura de la «Megafarmacia del Bienestar» en el municipio de Huehuetoca, Estado de México. El nombre oficial de esta infraestructura es Centro Federal de Almacenamiento y Distribución de Insumos para la Salud (Cefedis); el objetivo que esta farmacia gigante pretende abordar es la atención a la problemática del desabasto de medicamentos que ha afectado al país.

Con cerca de 50 hectáreas, de las cuales nueve están techadas, esta megafarmacia busca aliviar las demandas sociales de abastecimiento de medicamentos. Sin embargo, surge la pregunta de si este enfoque responde verdaderamente a las necesidades del sistema de salud mexicano o si es más un gesto simbólico enmarcado en la narrativa de la administración de López Obrador.Y es que, el presidente es experto en trabajar la percepción de su administración a través de los mensajes que da a su audiencia.

A lo largo de más de cinco años de gobierno, ha quedado claro que para el presidente la imagen y la narrativa son fundamentales. La eficacia real de las obras parece quedar en segundo plano frente al impacto mediático y perceptual que estas generan en la ciudadanía. La «Megafarmacia del Bienestar”, por ejemplo, se presenta no sólo como un centro para abastecer medicamentos, sino como una solución rápida a un problema que afecta una esfera social especialmente delicada: la salud. A través de su discurso, López Obrador busca construir una imagen legado que lo deje plasmado en la historia como un presidente que cumple y resuelve, independientemente de la funcionalidad efectiva de las obras inauguradas.

Ciertamente, la clave de la estrategia de imagen de AMLO radica en la narrativa que construye cuidadosamente. Se dirige a su audiencia con un lenguaje simple y directo, utilizando adjetivos que resaltan la magnitud de la obra y la eficacia de su gobierno. En este caso, señalando a la obra como la «farmacia más grande del mundo» y la asocia con medicamentos “gratuitos” al alcance de todos apelando al factor emocional. Pero, vamos, para AMLO esta no es sólo una respuesta a las necesidades de abastecimiento de medicamentos, sino que también, como es su costumbre para toda obra que inaugura, es una insignia más del combate a la corrupción de su administración, pues López Obrador, al entender lo delicado del tema y lo involucrado que estaba su gobierno con la problemática, lo ha usado como elemento clave para declarar que «Los problemas de México no tenían que ver con el presupuesto, tenían que ver fundamentalmente con la corrupción», es decir, vincula el acceso a los medicamentos -la Megafarmacia- a la lucha contra la corrupción su estandarte de campaña y administración más importante, reforzando la imagen de él y su gobierno como uno defensor y afín al pueblo.

Al final, aunque la narrativa actual pueda presentar a AMLO y su gobierno como héroes que resuelven problemas enormes de forma inmediata, es crucial considerar las implicaciones a largo plazo. Sin duda, este enfoque de soluciones rápidas podría generar desafíos para la próxima administración, ya que algunas de estas podrían no ser sostenibles o requerir ajustes significativos en un corto plazo.


Ciertamente, mientras la atención de su audiencia se centra en la imagen pública, la verdadera eficacia de estas megaobras queda a menudo en segundo plano, planteando interrogantes sobre la sostenibilidad y el impacto a largo plazo en el sistema de salud mexicano, en este caso.