Dada la situación actual, me parece que la independencia de Catalunya es un mero sueño, como intento explicar en este escrito.
Pedro Calderón de la Barca (1600 – 1681), en su obra ‘La vida es sueño’ (1635) explicó que la vida es una obra de teatro, como ya habían expuesto los hinduistas, los persas, la filosofía griega, los budistas y la tradición judeocristiana, por lo que resulta ser un tópico.
En esa obra, Segismundo vive al principio dentro de una cárcel, de una caverna, donde permanece en la más completa oscuridad por el desconocimiento de sí mismo; solo cuando es capaz de saber quién es, consigue el triunfo, la luz.
Pues bien, los independentistas catalanes, en este momento, seguimos en la cueva más oscura y, por lo que parece, seguiremos así mucho tiempo.
El sueño de la independencia fue una ilusión, que seguimos manteniendo, de forma meramente emocional, ya que, racionalmente, no hay modo alguno de explicarlo.
Espero que nuestros nietos puedan volver a efectuar un nuevo embate al estado, y que sea exitoso; que aprendan de nuestros errores y lo hagan mejor.
Está claro que, en el momento actual, y a pesar de que algún grupúsculo, como el nuestro de Meridiana, siga manteniendo la ilusión, estamos en un callejón sin salida.
Un buen ejemplo en ese sentido lo vi este miércoles, que nos visitó al colectivo de Meridiana, el representante de un nuevo colectivo que pretende efectuar una candidatura cívica, independiente de la que está elaborando la ANC.
Yo estoy convencido de que todas estas candidaturas independentistas, a pesar de su buena voluntad y predisposición, son un error estratégico, ya que comportan la fragmentación del voto independentista. Y, a mayor división, más debilidad, y, claro, el fracaso asegurado.
Máxime cuando oyes al representante de esa candidatura explicando trivialidades insustanciales, utópicas y sin la solidez ni la base precisas.
Estoy hasta el gorro de tonterías. Así no conseguiremos nunca nada.
Hemos demostrado que somos incapaces de defender nuestros deseos, ya sea por pragmatismo, por miedo, por comodidad, o por lo que sea, pero está claro que no queremos salir de nuestra esfera de confort y, así, nunca se consigue nada.
Por eso, creo que nos conformamos considerando que ‘la vida es un sueño, y los sueños, sueños son’, nos contentamos con lo que hicimos hasta el 2017, creemos demasiado en la predestinación, en el orden establecido; y así, nunca superaremos el complejo de esclavo, ni el síndrome de Estocolmo.
Como dicen los refranes: ‘a buen entendedor, pocas palabras’; ‘a mal hablador, discreto oidor’; ‘a palabras necias, oídos sordos’, etc.; y los independentistas de base seguimos pensando como la zorra de la fábula, que, no pudiendo alcanzar las uvas, dijo que no estaban maduras.
Y, así, ilusamente, sentados cómodamente en el sofá de casa, seguimos esperando que maduren.
Dice un cuento que una vez un criado, por orden de su amo, fue a la tienda para comprar una bujía que valía dos cuartos, y le dio, para pagar, una peseta, equivalente a treinta y cuatro cuartos.
El tendero no le devolvió nada, y trabucó así el ajuste de la cuenta: dos de la vela y de la vela dos, son cuatro, cuatro por cuatro, treinta y dos, y dos de la vela, treinta y cuatro.
Y así, nos van enredando, y nosotros seguimos tan contentos, pensando que estamos ganando el pulso al estado; un estado que, como el perro del hortelano, ni come las berzas ni las deja comer.
En definitiva, que, si seguimos así, nuestros nietos tendrán argumentos de sobra para recriminar nuestra candidez, nuestra tontería.
Está claro que, como dice el refrán ‘zapatero, a tus zapatos’, así que los independentistas de base, si realmente queremos la independencia, no deberíamos desviarnos de lo que sabemos y podemos hacer; pues, si nos dedicamos a meras escenificaciones, no conseguiremos nada. Estaremos entretenidos, pero nada más.
Sabemos que ‘más vale tarde que nunca’, y que ‘no hay tal maestro como el ejemplo’, por lo que, si queremos ser independientes, debemos cambiar nuestra forma de proceder, buscar nuevas fórmulas, más efectivas, pero, siempre, buscando la unidad, no la diferenciación; buscar lo que nos une, e ir coordinados, es la única alternativa mínimamente exitosa, ya que, en caso contrario, ‘por la calle de luego irás, a la plaza nunca llegarás’; y, desgraciadamente, en estas estamos.