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El imperio del mal (continuación)

Siguiendo con el escrito de ayer, a continuación reproduzco una fábula que me parece didáctica, ya que permite efectuar un juego asimilando, metafóricamente, los principales personajes de la fábula y de la política del reino español, como explico a continuación; pero que permite otras lecturas.

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

‘El cuento del oso que habla

(de Jorge Bucay)

Esta historia habla de un sastre, un zar y su oso.

Un día el zar descubrió que uno de los botones de su chaqueta preferida se había caído. El zar era caprichoso, autoritario y cruel (cruel como todos los que enmarañan por demasiado tiempo en el poder), así que, furioso por la ausencia del botón, mandó a buscar a su sastre y ordenó que a la mañana siguiente fuera decapitado por el hacha del verdugo.

Nadie contradecía al emperador de todas las Rusias, así que la guardia fue hasta la casa del sastre y, arrancándolo de entre los brazos de su familia, lo llevó a la mazmorra del palacio para esperar allí su muerte.

Cuando cayó el sol, un guardia de la cárcel le llevó al sastre su última cena. El sastre revolvió el plato de comida con la cuchara y mirando al guardia dijo: pobre zar.

El guardia no pudo evitar reírse, y respondió: ¿Pobre guardia?, dijo. Pobre de ti: tu cabeza quedará separada de tu cuerpo unos cuantos metros mañana por la mañana.

Sí, lo sé, pero mañana por la mañana, el zar perderá mucho más que un sastre. El zar perderá la posibilidad de que su oso, la cosa que más quiere en el mundo, su propio oso aprenda a hablar.

¿Tú sabes enseñarle a hablar a los osos?, preguntó el guardia de la cárcel sorprendido.

Un viejo secreto familiar …-dijo el sastre.

Deseoso de ganarse los favores del zar, el pobre guardia corrió a contarle al soberano su descubrimiento: ¡¡El sastre sabía enseñarle a hablar a los osos!!

El zar se sintió encantado. Mandó rápidamente a buscar al sastre y le ordenó: ¡¡Enséñale a mi oso a hablar!!

Con sumo gusto os complacería, pero la verdad es que enseñar a hablar a un oso es una ardua tarea y lleva tiempo … y lamentablemente, tiempo es lo que menos tengo …

El zar hizo un silencio, y preguntó: ¿cuánto tiempo llevaría el aprendizaje?

Bueno, depende de la inteligencia del oso … dijo el sastre.

¡¡El oso es muy inteligente!!! -interrumpió el zar- De hecho, es el oso más inteligente de todos los osos de Rusia.

Bueno, musitó el sastre … si el oso es inteligente … y siente deseos de aprender … yo creo … que el aprendizaje duraría … duraría … no menos de … DOS AÑOS.

El zar pensó un momento y luego ordenó: Bien, tu pena será suspendida por dos años, mientras tanto, tú entrenarás al oso. ¡Mañana empezarás!

Alteza -dijo el sastre- si tú mandas al verdugo a ocuparse de mi cabeza, mañana estaré muerto, y mi familia se las ingeniará para poder sobrevivir. Pero si me conmutas la pena, yo tendré que dedicar el tiempo a trabajar, no podré dedicarme a tu oso … debo mantener a mi familia.

Eso no es un problema -dijo el zar- a partir de hoy y durante dos años tú y tu familia estarán bajo la protección real. Serán vestidos, alimentados y educados con el dinero de la corte y nada que necesiten o deseen, les será negado … pero, eso sí … si dentro de dos años el oso no habla … te arrepentirás de haber pensado en esta propuesta … rogarás haber sido muerto por el verdugo … ¿entiendes verdad?

Sí, alteza.

Bien … ¡guardias!! -gritó el zar- que lleven al sastre a su casa en el carruaje de la corte, denle dos bolsas de oro, comida y regalos para sus niños. Ya … ¡fuera!

El sastre en reverencia y caminando hacia atrás, comenzó a retirarse mientras musitaba agradecimientos.

No olvides -le dijo el zar- apuntándolo con el dedo, si en dos años el oso no habla …

Alteza …

Cuando todos en la casa del sastre lloraban por la pérdida del padre de familia, el hombre pequeño apareció en la casa en el carruaje del zar, sonriente, eufórico y con regalos para todos. La esposa del sastre no cabía en su asombro. Su marido que pocas horas antes había sido llevado al cadalso, volvía, ahora, exitoso, acaudalado y exultante …

Cuando estuvo a solas, el hombre le contó los hechos.

Estás LOCO -chilló la mujer- enseñar a hablar al oso del zar. Ti, que ni siquiera has visto un oso de cerca, ¡estás loco! Enseñar a hablar al oso … loco, estás loco.

Calma, mujer, calma. Mira, me iban a cortar la cabeza mañana al amanecer, ahora … ahora tengo dos años … en dos años pueden pasar tantas cosas, en dos años …

En dos años … ´siguió el sastre- se puede morir el zar … se puede morir el oso … me puedo morir yo … y lo más importante … hasta puede que ¡¡el oso hable!!’

(https://tesoralia.com)

En primer lugar, pido perdón al lector por este largo relato, pero, como he comentado, me parece que permite diferentes capas de lectura, y efectuar juegos interpretativos, a nivel metafórico, por ejemplo, atribuyendo la figura del zar al rey Felipe VI o a Pedro Sánchez (PSOE), pues ambos personajes tienen un carácter: narcisista, un exagerado sentido de egocentrismo, obsesivo, carente de empatía, que reaccionan a las críticas con sentimientos de rabia o humillación, que exageran sus propios éxitos y aptitudes, están excesivamente preocupados con fantasías de éxito, poder, belleza, requieren admiración, menosprecian los sentimientos ajenos, pues persiguen objetivos egoístas, etc. Y, como el zar, buscan que su capricho, que su oso hable, es decir, que el pueblo les sea sumiso a sus intereses.

Por su parte, la figura del sastre podríamos equipararla al president Carles Puigdemont (Junts), por su posibilismo, un tanto optimista, pero práctico. Pero, también, por su forma de dilatar el problema, me recuerda a la perfección a Pedro Sánchez, pues es el genio de ‘quien día pasa, año que empuja’, que ‘después de un día sigue otro’ (y, mientras tanto, él continúa en su poltrona)

Los guardias, a mi modo de ver, podríamos equipararlos a Oriol Junqueras (ERC), también pragmáticos, pero sumisos al zar y que cumplen sus deseos y que, acríticamente, le votan las leyes cuando les requieren.

Y la mujer, muy realista, creo que puede asimilarse al colectivo de los independentistas, que nos escandalizamos al ver que Puigdemont empezaba a negociar con Sánchez, para conseguir imposibles. Pero, como dice al final el sastre, nadie sabe lo que puede pasar, puede que caiga la monarquía, caiga el PSOE, lleguen el PP/Vox, caiga un meteorito … o puede que hasta el oso hable, es decir, que nos autoricen a hacer un referéndum de autodeterminación o que implementemos unilateralmente el resultado del referéndum del 1 de octubre del 2017 e instauremos la República Catalana.

Como todas las fábulas y cuentos tienen su moraleja, la de la asimilación metafórica que acabo de hacer, tiene, como principal eje, es decir, como tema, la astucia del sastre, su optimismo, su inteligencia práctica para sacar provecho del momento, sin desesperarse, sin perder la confianza en el futuro. Y esa astucia, ese comportamiento, podría ser modélico, si fuese acompañado con un trabajo para revertir la situación, que no parece el caso del sastre.

Por eso, los independentistas catalanes deberíamos asumir esa inteligencia práctica, pero reorientándola para modificar el futuro previsible; un futuro previsible e inevitable si nos mantenemos de forma pasiva.