La historia y la experiencia nos muestra que la realización de cualquier tipo de trabajo puede efectuarse con diferentes niveles cualitativos, atendiendo a las características técnicas, formales, personales, etc.; pero, en este escrito me centro en la ética profesional, que, a mi modo de ver, es la característica más infrecuente y la que menos se evalúa.
Todos tenemos vivencias, experiencias, de personas que se limitan a efectuar su trabajo sin implicarse en lo que hacen, simplemente lo realizan de forma rutinaria, como contrapartida del salario o cualquier otro tipo de beneficio. Y esas personas son, efectivamente, profesionales, ya que ejercen una profesión, atendiendo a la segunda acepción del diccionario de la RAE, pues no son aficionados.
Hay otras personas que realizan su trabajo con relevante capacidad y aplicación, y a esos trabajadores se les considera que tienen una profesionalidad.
Evidentemente, todo tipo de trabajo presenta esos matices, ya que un atracador de un banco, puede ser un chapucero o un cualificado y experto, es decir, tener profesionalidad.
Ahora bien, la ética profesional es un plus que, según Lucius Anneus Séneca (4 a.C.-65), requiere diferentes características:
- ‘Transparencia, pues para vivir feliz hace falta ser transparente, mostrando lo que somos y tenemos sin ningún tipo de temor. No hay razones para esconder nada.
- Honestidad, pues ‘la honestidad es seguridad, tranquilidad (…) ningún acto honesto es impuesto o forzado; es sincero y sin mezcla de mal alguno.
- Fortaleza, para no caer en la ‘temeridad imprudente, ni amor a los peligros, ni deseo de terribles experiencias. Ser fuertes éticamente comporta reconocer los propios errores.
- Autodominio para no sucumbir a nuestros propios deseos.
‘Estas cuatro virtudes o excelencias constituyen un fundamento sólido para enfrentarse a las distintas coyunturas y circunstancias que, inevitablemente, acarrea la vida profesional. Lejos de ser rasgos accidentales de la personalidad o reglas morales, las virtudes descritas por Séneca son hábitos que perfeccionan el carácter y hacen más excelente a la persona que las cultiva; la hacen más competente en el plano profesional y más deseada y reconocida socialmente.
A nuestro juicio, la denominada ética de las organizaciones debe integrar en su seno la reflexión sobre las virtudes, pues el desarrollo y la culminación de cualquier proyecto colectivo, como, por ejemplo, el de una empresa, requiere además de las capacidades técnicas, de ciertas capacidades individuales que dependen del ‘ethos’ de cada uno’.
(Francesc Torralba y Cristian Palazzi, ‘Excelencia humana y profesional según la filosofía de L. A. Séneca’; revista d’estudis polítics i socials, 2011)
Yo creo que una de las características principales en toda actuación, es respetar a los otros, al medio, etc., el respeto se fundamenta en valorar a los demás, considerar y reconocer la dignidad de cada persona. El respeto es un derecho y una obligación.
Por contra, la falta de respeto muestra egocentrismo, soberbia, intolerancia, ausencia de valores, etc.; y, desgraciadamente, ese es el mal de estos tiempos (y supongo que de todos los tiempos)
Todos tenemos muchos ejemplos de falta de respeto, y esta actitud me parece que debemos considerarla, de forma prioritaria, para evaluar el grado de profesionalidad, junto a las virtudes señaladas por Séneca.
En la vida laboral he visto que escaseaban los profesionales en la mejor acepción, la más cualificada, del término, y entre este pequeño colectivo, el respeto, la empatía y la ética, tampoco eran frecuentes, más bien, se denostaban, se menospreciaban y ridiculizaban.
En la falsa profesión de la política, como tal, ya que es una función que, generalmente, es concebida como un fin en sí misma, hemos visto de todo; pero la ética, la moral, y, en definitiva, el respeto y la empatía, no son virtudes dominantes; y aún es peor, en otros colectivos dominados por el nacionalismo español (fuerzas de orden público, poder judicial, etc.), pues esas características brillan por su ausencia, como sabemos y hemos sufrido.
Seguidamente pongo un ejemplo que me parece que clama al cielo:
‘La huelga indefinida del colectivo de técnicos superiores sanitarios provoca que miles de análisis de sangre se tiren a la basura, especialmente en Barcelona y provincia.
(…) los técnicos de laboratorio están en huelga. Es por este motivo que miles de extracciones de sangre no se pueden analizar, sólo aquellas relacionadas con casos urgentes, oncológicos e inaplazables. El resto va a la basura.
Esta situación ha obligado a los Centros de Atención Primaria (CAP) a modificar sus protocolos y avisar a los pacientes del problema que está provocando la huelga de los profesionales de la salud. Los centros solo priorizan los casos urgentes.
Los técnicos de laboratorio están cumpliendo con los servicios mínimos obligatorios establecidos por la Generalitat. Es por este motivo que solo trabajan en los casos urgentes. El resto de las extracciones solo pueden aguantar 48 horas, lo que provoca que acaben siendo inservibles para su análisis.
Como sólo se están analizando las extracciones urgentes, y muchas ya se han tirado a la basura, los centros de salud están reprogramando las extracciones para más adelante.
La sangre sólo se puede analizar hasta dos días después de su extracción, si pasa más tiempo, no es válida.
Esta situación está provocando graves retrasos en las analíticas y, como consecuencia, provoca también problemas en la salud primaria. Hay pacientes que asisten a sus citas médicas sin los resultados de las extracciones.
Desde el sector recomiendan a la población no hacerse extracciones, salvo que sean urgentes, hasta que la huelga indefinida de técnicos superiores en laboratorio clínico o de anatomía patológica llega a su fin.
Según los sindicatos, la huelga en el sector está teniendo un seguimiento muy elevado, del 90% en los hospitales. Los profesionales han pedido al conseller de Salud mejoras económicas y organizativas para finalizar esta huelga, si no, ya han avisado que mantendrán la huelga’.
(www.principal.cat, 23 de enero del 2024)
Yo soy partidario del derecho a la huelga, no faltaría más. Y desconozco las exigencias y la situación laboral del sector específico de los técnicos de laboratorio, por lo que no pretendo valorar estos temas; pero, sí la forma de llevar a cabo esta huelga.
Efectivamente, es correcto que se cumplan los mínimos y se privilegien los casos urgentes.
Pero, haber tirado miles de muestras de sangre, es imperdonable.
Y es imperdonable por la falta de ética, de empatía, de respeto a los pacientes que fueron al centro cumpliendo la cita previa, que sufrieron el pinchazo, la extracción de sangre y, claro, la dedicación de un tiempo y molestias por el desplazamiento.
Sabiendo el protocolo de los dos días de utilidad de la sangre para ser analizada, ¿no podían haber previsto con la debida antelación la incidencia, para reprogramar los análisis sin el actual efecto negativo?, ¿no podían contemplar en la organización de la huelga indefinida, la realización de todos los análisis en su poder?, etc., pues las preguntas son muchas.
Por todo ello, creo que una buena praxis de profesionalidad exige transparencia, y claro, la responsabilización de esa mala gestión. Es inadmisible que trabajadores con tan escaso nivel de ética, de respeto y de empatía sigan trabajando como si no hubiese pasado nada.
Ellos y sus responsables directos deben ser castigados, sólo así, la ciudadanía veremos que cambian las cosas. No puede aceptarse que, escudados con la coraza funcionarial, o incluso, por tratarse, en algunos casos, de empresas privadas, pero subvencionada, nadie pida responsabilidades. Parece que sean inviolables e irresponsables, como el rey.
Este es un ejemplo menor, claro, pues todos sufrimos la falta de profesionalidad en muchos servicios públicos y en empresas privadas, ya que, desgraciadamente, el único valor es el beneficio. Y en otros sectores, como el judicial, vemos que están prevaricando para tumbar la futura ley de la amnistía, y así en todos los órdenes.
Y ahora, los medios y políticos independentistas critican a la llamada ‘policía patriótica’ que inventó y manipuló todo tipo de pruebas contra el movimiento independentista. Y está bien que se les critique y se les denuncie.
Pero esos ‘policías patrióticos, como los jueces prevaricadores, hicieron, y hacen, su trabajo de forma metódica y disciplinada, especializada, como los atracadores de banco profesionales, pero, claro, carentes de empatía, justicia, transparencia, respeto y ética.
En un país utópico, todos los ciudadanos serían personas éticas y morales, y, claro, los profesionales tendrían estas características de forma inexcusable.
Pero en el purgatorio (o infierno) en el que estamos, ni los ciudadanos tenemos esas cualidades y, claro, nuestros representantes y los profesionales tampoco.
Y para remediarlo, el único medio es la transparencia de lo que se hace, de lo que no se hace y, a posteriori, de las consecuencias que ambas opciones comportan en uno u otro caso. Por eso la transparencia es la primera medida que debería ser asumida en todos los niveles de la vida.
Una transparencia que, inevitablemente, ha de ir unida con la capacitación precisa, para no incurrir en errores como el del marinero del siguiente cuento:
‘El loro que tenía tos (o el espejo roto)
‘Un viejo marinero dejó de fumar cuando vio que su loro tenía tos y que tosía cada vez más. Tenía miedo de que el humo de su pipa, que casi siempre llenaba su habitación, fuese perjudicial para la salud de su animal.
Luego hizo que un veterinario lo examinara y tras un concienzudo examen, determinó que no padecía psitacosis, que el loro no padecía ninguna enfermedad respiratoria, sencillamente imitaba la tos del empedernido fumador que era su dueño’.
Es evidente que la transparencia, iluminar la oscuridad, permite ver con total crudeza la realidad de la situación y de la valía de los trabajadores, y eso, como he dicho es crucial. Y por eso, es tan escasa.
Sabemos que la oscuridad es lo que prima, pues, a modo de ejemplo, no se puede criticar a los jueces, que están endiosados en su endogámica burbuja; e igual los árbitros de fútbol, así como los responsables de este tinglado que mueve tantos millones de euros. Y, claro, vimos hace un par de días la vergonzosa actuación del arbitraje (árbitros de campo y del var ´árbitro asistente de vídeo-) del partido Real Madrid – U. D. Almería; todo manipulado para defender al equipo merengue, el de Florentino Pérez, uno de los personajes más poderosos del régimen.
Y como se han divulgado conversaciones entre los árbitros del var y el del campo, que desprestigian el sistema y desvelan el ‘apaño’, la conclusión: en lugar de analizar, ponderar e intentar regularizar los errores cometidos, lo que se hace es perseguir y denunciar al que ha hecho públicos esos ficheros. Es la clásica táctica de matar al mensajero.
Plutarco de Queronea (46 – 120), en su obra ‘Vidas paralelas’ escribió:
‘El primer mensajero que dio la noticia sobre la llegada de Lúculo, estuvo tan lejos de complacer a Tigranes, que éste le cortó la cabeza por sus sufrimientos; y sin ningún hombre atreverse a llevar más información, y sin ninguna inteligencia del todo, Tigranes se sentó mientras la guerra crecía a su alrededor, dando oído sólo a aquellos que lo halagaran…’
Sigmund Freud (1856 – 1939) consideró que el hecho de matar al mensajero era un caso marginal de mecanismo de defensa para enfrentar a lo insoportable’.
El caso más popular de ese proceso de matar al mensajero lo tenemos con WikiLeaks, pues Julián Paul Assange (n. 1971), editor de ese medio de comunicación y encarcelado desde el año 2010, por haber desvelado documentos clasificados de los EUA, en especial del ataque aéreo del 12 de julio del 2007 en Bagdad; diarios de guerra de Afganistán, emails de la campaña electoral de los EUA, etc.
Y este es el deporte nacional español, criticar y aniquilar al crítico, al opositor, al que piensa de forma diferente. Y claro, si piensa ir contra la unidad de su estado, ya es válido todo, como hemos visto. Y en esa situación, es preciso matar al mensajero, disparar al pianista, y al que haga falta.
La frase atribuida a Óscar Wilde y a Mark Twain: ‘No le disparen al pianista; lo hace lo mejor que puede’, aquí no se tiene en cuenta, se le dispara y se considera como efecto secundario, como daño colateral.
Pues en el reino español, la falta de transparencia, el corporativismo, y los monolíticos grandes tótems: la corona y la unidad, lo justifican y tapan todo.
El tribunal supremo acaba de declarar ilegal la devolución de menores a Marruecos, efectuada en el año 2021, y el ministro Grande-Marlaska, en lugar de dimitir o ser cesado, continúa como ministro de interior, mostrando, así, nuevamente, la amoral actuación de Pedro Sánchez, un personaje que no acepta ninguna crítica, como un buen narcisista. Y claro, todo lo medio ocultan, y después dicen que son transparentes.
Y así, vemos que Pedro Sánchez, Fernando Grande-Marlaska, son unos trabajadores, pero pésimos profesionales en la acepción más positiva. Igualmente, Pere Aragonès y Manel Balcells, conseller de salud, por el ejemplo mencionado.
En definitiva, dada la irreversible situación actual, me parece que la mejor cita con la que puedo concluir este escrito es un mensaje que vi ayer en una pizarra de un restaurante del barrio de las Barceloneta:
‘El que a la vida vino y no toma vino, a qué mierda vino’