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Elecciones gallegas, ninguna sorpresa

El resultado de las elecciones gallegas de ayer, con una nueva mayoría del PP, nos confirma que, por desgracia, no se produjo ninguna sorpresa, y así estamos, como explico seguidamente.

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

El resultado fue la asignación de 40 diputados al PP, 25 al BNG, 9 al PSOE y 1 al DO; por lo que el PP ha revalidado su quinta mayoría absoluta consecutiva; el partido nacionalista (BNG) ha pasado de 19 a 25, un notable progreso, pero insuficiente, dada la debacle del PSOE, que ha perdido 5 diputados. Y es preciso destacar el rotundo fracaso de Sumar y de Podemos, que no han conseguido ni un diputado.

Ahora se dan muchas lecturas, todas interesadas, especialmente las efectuadas por el PP, que confiesa que esa votación expresa el rechazo a los chantajes de los nacionalismos, tanto del gallego como de Catalunya y del País Vasco; y, en definitiva, el rechazo de la futura ley de la amnistía.

Particularmente me ha parecido espectacular el fracaso de Sumar, pues el pueblo gallego conoce muy bien a su ‘líder’ Yolanda Díaz, por eso, incluso en su localidad natal (Ferrol) únicamente consiguió el voto del 2,2% del censo (un 1,9% global; menos que Vox, que también es residual); y este castigo muestra que conocen muy bien su historia, sus maniobras y su inconsistencia. En una democracia normal, tras ese fracaso, ya hubiera presentado su dimisión, pero, claro, las prebendas de ser vicepresidenta son muchas. 

Igualmente, el fracaso de Podemos, que ha conseguido el voto del 0,25% denota que el ciclo de ese partido ya está llegando a su final.

Así, hemos visto que intentar trasladar a una comunidad autonómica la lucha fratricida y cainita estrictamente madrileña, como han hecho Sumar y Podemos, prescindiendo de la problemática local, denota una falta de visión global, que los descalifica totalmente.

En total, el PP ha conseguido 699.630 votos, mientras que la suma del BNG, PSG (PSOE), Sumar y Podemos fue de 705.951 votos; pero, claro, eso es juntar peras y manzanas, por lo que no me parece correcto el argumento de que la división de la izquierda ha frustrado el cambio.

Por todo ello, se confirmó, nuevamente, la interpretación carpetovetónica de la monja detenida, como apunté ayer; y, aunque sea un mal chiste sobre la etimología del término ‘sorpresa’, me parece oportuno.

Hoy hemos visto la película ‘Pobres criaturas’ (Poor things) dirigida por Iorgos Lànthimos en el pasado 2023, que es una réplica del mito de ‘Frankenstein o el Prometeo moderno’ (1918), según la novela de Mary Shelley (1797 – 1851); y que, en última instancia hacia referencia a la novela ‘El paraíso perdido’ (Paradise Lost) publicada en 1667 por John Milton (1608 – 1674).

Y me parece apropiado aplicar este mito del intento de crear nuevas vidas, a la situación política española, pues vemos que es una metáfora que es rica en contenidos; desde el Golem de Milton, la estatua de piedra reproduciendo un gigante intelectualmente nulo, que,  según la cábala judía, adquiría vida al escribir en su frente la palabra ‘verdad’ en hebreo, y que volvía a ser una mera estatua, al borrársele la ‘alef’, la primera letra de ese término, pasando a significar ‘muerte’.

Así, vemos que en el actual perverso ciclo: los partidos con sus campañas determinan el voto; y éste, a su vez, incide en los partidos que intentan apropiarse de las intenciones de la ciudadanía, como si fueran neutras; pero, claro, sin efectuar la menor autocrítica ni la más mínima adaptación.

Así, vemos que el PP cree confirmado el liderazgo de Alberto Núñez Feijóo, cuando el candidato local era Alfonso Rueda; y, asimismo, consideran confirmada su lucha contra la futura ley de la amnistía.

El PSOE, como es habitual, atribuye su fracaso a la patrimonialización del voto por parte del PP, sin hacer un verdadero ejercicio de autoanálisis sobre su propio pensamiento respecto a los gobiernos autonómicos, ya que, en cada elección ha ido cambiando de candidato, y ha ido perdiendo votos:

  • En 2009, el candidato fue Emilio Pérez Toriño, y consiguió 524.488 votos.
  • En 2012, Pachi Vázquez con 297.584 votos
  • En 2016, Xoaquín Fernández Leiceaga, con 256.381 votos
  • En 2020, Gonzalo Caballero, con 252. 537 votos
  • En 2024, José Ramón Besteiro, con 207.691 votos

Si el PSOE concediera una real importancia a las políticas autonómicas, debería tener un programa transversal en el tiempo, manteniendo un candidato, para que fuera conocido y que pudiera mostrar un conocimiento y aproximación a los problemas específicos de su comunidad. Pero, cuando las decisiones se toman desde la Moncloa, buscando a candidatos fieles y acríticos, que aterrizan como paracaidistas en cada momento, y la campaña está potenciada y diseñada con la presencia del líder del PSOE, como ha hecho Pedro Sánchez en este caso, es obvio que la ciudadanía los vea lejanos, y con objetivos ajenos a sus problemas reales.

Y aquí podemos aplicar la metáfora del Frankenstein, pues Pedro Sánchez, considerándose el nuevo Prometeo, dado su elevado nivel narcisista, cree que paseando su cara bonita y sus descalificaciones, ya es suficiente para reconfigurar al electorado, recrearlo, acompañado, a tal fin, de figuras de paja, criaturas dóciles y sin la inteligencia política precisa. En definitiva, el PSOE se cree autosuficiente para amaestrar un nuevo golem. Pero ese golem, como sabemos, cuando toma vida, es poderoso e incontrolable, y así le va al PSOE.

El PP hace lo mismo, pues mantiene el golem dormido (sin la primera letra mencionada), y para ello utiliza ilegales anestesias como la promesa de elevar los salarios de los funcionarios, dos días antes de las elecciones (sin ser recurrida por la junta electoral ni la fiscalía, como mencioné ayer), o con las tradicionales fotografías de monjas llevando a los ancianos a votar, todos ellos con el voto en la mano (unas monjas que, presumiblemente, más que presas, son carceleras, ya que ese voto, aparentemente es muy irregular y nada garantista).

En definitiva, hasta que los partidos unionistas (PP y PSOE) no asuman plenamente que el reino español está configurado por una pluralidad de poderes a distintos niveles, por lo que deberían olvidarse de la habitual práctica de que el poder vertical asigna y configura las candidaturas locales, en base a sus amistades sumisas y dóciles, en lugar de que cada organización local tenga autonomía para ello en función de sus necesidades y especificidades; y eso, especialmente, en las tres comunidades históricas: Catalunya, Galicia y Euskadi.

Así, vemos que, por ejemplo, en el PSC (PSOE) el candidato Salvador Illa fue impuesto por Pedro Sánchez, pensando que su popularidad, por haber sido ministro de sanidad durante la pandemia, ya era suficiente para ganar las elecciones catalanas. Y, efectivamente, las ganó, pero no pudo gobernar, ya que no consiguió la mayoría absoluta y fue incapaz de pactar su investidura. Pero la ‘utilización’ de un ministro, sacrificándolo en beneficio del partido, muestra cómo actúa Pedro Sánchez.

El problema, también, lo tenemos los partidos independentistas, por su habitual enemistad crónica, por lo que imponen sus propios intereses a los del bien común y, en definitiva, de la consecución de la independencia.

Sin pretender hacer un spoiler, la citada película ‘Pobres criaturas’ (Poor things) de Iorgos Lànthimos, acaba con una situación muy parecida al clientelismo partidista que tenemos en Catalunya.

Por todo ello, hasta que la ciudadanía, y en concreto el movimiento independentista, no nos desvinculemos de los actuales líderes, que nos minusvaloran, considerándonos inanimados; y nos sintamos verdaderamente autónomos para autogestionarnos y poder elegir el camino a seguir, la estrategia y las acciones para llegar a la independencia, no conseguiremos nada.

En Catalunya tenemos el mecanismo para conseguir esa unidad necesaria, y es el Consell de la República.

Este fin de semana se han efectuado las elecciones para ese organismo y, afortunadamente (a mi modo de ver), Carles Puigdemont fue reelegido president, con un 92,4% de los votos (en total 8263); y ese resultado, a pesar de haber participado apenas el 9,94% del censo, nos permite tener una plataforma independiente de los partidos, y cuyo objetivo es buscar la unidad, único medio para poder plantear una confrontación con posibilidades de éxito.

Por eso, todos los independentistas, momentáneamente, deberíamos olvidarnos de las siglas de los diferentes partidos, y apoyar y participar en ese organismo, para potenciarlo, y que, en su momento, pudiera presentar una candidatura unitaria, como se hizo con JuntsXSi, que en el año 2015 demostró ser victoriosa.

Si no volvemos a esa unión, pero verdadera, no como la de entonces, no conseguiremos nada, y seguiremos todos corriendo como pollos descabezados (como Miracle Mike, de Phoenix, 1947)