Las figuras públicas deben comprender que su imagen son un conjunto de elementos que generan una percepción determinada de su persona. Si bien, la vestimenta y el discurso son unos de los más destacados, no son los únicos, existen entre otros, las extensiones de la imagen, que aportan a la percepción que se tiene de esta: el asistente que siempre le acompaña, el esposo o la esposa, el equipo legal, la familia, entre otros. Y es este último uno de los más complicados, pues no se puede escoger y difícilmente, la figura pública se puede deslindar del personaje.
Este dilema se hace especialmente palpable en los recientes acontecimientos que han sacudido a la candidata presidencial Xóchitl Gálvez, cuya trayectoria ha estado marcada tanto por sus logros, sus discursos y más recientemente por las acciones de su familia.
La situación con Juan Pablo Sánchez Gálvez, su hijo, captado en video en estado de ebriedad y profiriendo insultos discriminatorios mientras realizaba una serie de reclamos a patadas en un establecimiento de Polanco, no sólo va en contra del discurso de humildad que está manejando Gálvez, sino que proyecta una sombra sobre la imagen de la candidata, en plena contienda electoral; y es que esto puede generar desconfianza por la contradicción, aún cuando ella no fue la involucrada. Ahora, el tema es aún más delicado, cuando consideramos la revelación sobre la hermana de la candidata, que fue encarcelada sin sentencia aún por la supuesta comisión de un delito grave -secuestro-, lo que agrega complejidad a la construcción de la percepción pública de la candidata ante una audiencia que pide a gritos se atienda el problema de inseguridad en nuestro país.
Es aquí donde la dicotomía entre lo público y lo privado se disuelve, dejando al descubierto la vulnerabilidad de las figuras públicas ante las acciones de aquellos que llevan su misma sangre. En el caso de Gálvez, su respuesta a estos desafíos ha sido de una aparente transparencia y desapego de las acciones de su familia, enfatizando su compromiso con la justicia y la imparcialidad. Sin embargo, estas situaciones ponen de manifiesto una verdad incómoda en la política: la familia, querámoslo o no, es una extensión de la imagen pública de un político de la que no se puede deslindar.
La gestión de crisis, por tanto, se convierte en un aspecto fundamental para mitigar el impacto de tales escándalos en la imagen de un político. Lamentablemente Xóchitl, enfrenta dos crisis al hilo, y si bien, ambas se atendieron en su momento Juan Pablo pidiendo disculpas a los involucrados y su hermana cumpliendo tiempo en la cárcel -desde hace 12 años-, estas situaciones ponen en la cuerda floja la campaña de la candidata, y en entredicho su reputación.
Al final, la gestión de la imagen pública, debe considerar todos los aspectos de la vida del político, incluyendo aquellos que preferirían mantener en privado, pues en este caso si ambos puntos de crisis potencial se hubieran abordado de manera anticipada, Xóchitl y su equipo, tendrían el control de la narrativa tanto en tiempo como en discurso, evitando que se abordarán durante el proceso electoral y así restándole impacto en su imagen.