El proceso de nombrar una marca, frecuentemente subestimado por muchos emprendedores, es en realidad uno de los ejes más cruciales para el establecimiento de una identidad corporativa sólida y atractiva. Es un acto que va mucho más allá de la simple creatividad o preferencia personal; se trata de una decisión estratégica profunda que debe encapsular la esencia de la marca, reflejar su misión y, en última instancia, conectar emocional y psicológicamente con su audiencia. Es por esto que llama mucho la atención el caso que volvió a tomar revuelo por lo controvertido del nombre que se buscaba registrar.
Escobar Inc. buscó registrar el polémico nombre de «Pablo Escobar» en la Unión Europea, y por cuestiones éticas y de percepción el tribunal General de la Unión Europea negó el registro de la marca.
Primero, es fundamental entender que el nombre de una marca es mucho más que una simple etiqueta, actúa como el primer y más persistente punto de contacto con el consumidor. De ahí que deba ser cuidadosamente elegido para reflejar los valores fundamentales de la empresa, contar su historia y fortalecer su competitividad en el mercado. Sin embargo, en el caso de la marca «Pablo Escobar», debemos fijarnos en el contexto, pues la empresa propiedad del hermano del supuesto narcotraficante, Roberto de Jesús Escobar, lo que busca es proteger el uso del nombre del personaje y sacar provecho de este a partir de las historias que se cuentan de él y por ende del posicionamiento que ya existe de la marca personal.
Para el Tribunal General de la Unión Europea el nombre de «Pablo Escobar» es «contrario al orden público y a las buenas costumbres” y con el cual existe una notoria asociación con actividades criminales y el narcoterrorismo, percepciones que están profundamente arraigadas en la memoria colectiva; y si somos honestos probablemente sea esa notoriedad por la cual el hermano de Escobar busca hacer el registro.
No obstante, para el grueso de las empresas, hablar del uso de nombres vinculados a conceptos colectivamente posicionados como negativos es, sin duda, una mala idea pues su nombre preferentemente debe estar alineado con los valores sociales y éticos de las comunidades a las que sirven, y es que las connotaciones de un nombre impactan en la imagen de la marca y su aceptación en el mercado, por eso muchos artistas cambian su nombre de nacimiento, por ejemplo.
Por otro lado, el caso destaca una tendencia preocupante en algunos sectores del marketing moderno: la glorificación de figuras o elementos controvertidos para captar la atención. Si bien es cierto que este tipo de estrategias pueden generar un gran revuelo mediático y capturar temporalmente el interés del público, rara vez establecen bases sólidas para el crecimiento y la sostenibilidad a largo plazo de una marca. El uso de figuras controvertidas como el fallecido Pablo Escobar, por muy icónicas que sean en ciertos contextos culturales, deben manejarse con una sensibilidad extrema, especialmente en una era donde los consumidores están cada vez más informados y preocupados por los valores éticos de las empresas a las que apoyan. Las marcas deben aspirar no sólo a ser vistas, sino a ser respetadas y valoradas positivamente.
Al final, la decisión de cómo nombrar una marca, debe ser considerada con una meticulosidad que va más allá del puro impacto comercial. Debe reflejar una comprensión profunda de la cultura y los valores del público objetivo, asegurando que la marca pueda ser un participante positivo y valorado en la comunidad global, y a través del tiempo. En el caso de Escobar Inc.con el registro de su submarca “Pablo Escobar”, queda de ejemplo como una llamada a la reflexión sobre cómo las marcas interactúan y afectan el tejido social y cultural en el que desean operar.