En todos los órdenes de la vida nos encontramos con héroes / heroínas, reales o falsos, pero, también, con mayor frecuencia, con antihéroes / antiheroínas. Y, en las campañas electorales, sobresalen, como vemos, los supuestos héroes / heroínas, los antihéroes y antiheroínas, como comento a continuación.
‘Yo solo’ es el lema que le concedió el rey Carlos III (1716 – 1788), rey de España entre 1759 y 1788, al general malagueño Bernardo de Gálvez Madrid (1746 – 1786), que, al mando de la flota, dirigió su bergantín Galveston (Galveztorn) para su entrada en Pensacola, Florida, en el contexto bélico adscrito a la independencia de las 13 colonias actualmente norteamericanas.
Gálvez, el 18 de marzo de 1781, desobedeciendo las órdenes de José Calvo Irazábal, que comandaba la escuadra de la armada española, y se negaba a entrar con los buques en la bahía, por la fuerte angostura de la misma, y por no disponer, además, de pilotos o cartas que indicasen la profundidad de aquellas aguas.
El tiempo apremiaba, puesto que la operación se estaba llevando a cabo en temporada de huracanes y Gálvez era un gran conocedor de los mismos.
Ese factor, sumado al arrojo del general Gálvez, el 20 de marzo de 1781, rindieron plaza tras plaza, los enclaves más importantes que los ingleses tenían en el Mississippi, gracias a actuar por sí mismo, pues su proeza motivó que el grueso de la escuadra le siguiera, aunque el buque de Irazábal encalló en un banco de arena, pudo salvarse soltando lastre. Así, la actuación de Gálvez, dando soporte a la Guerra de la Independencia de los EUA, fue importante para la configuración de ese país, por lo que fue nombrado gobernador general de Cuba.
(fuente: https://www.abc.es)
La figura del héroe y de la heroína, se caracteriza por habilidades y rasgos de personalidad idealizados que le permiten llevar a cabo hazañas extraordinarias y beneficiosas para salvar a las personas del peligro; así, al confrontarse con su contrario, finalmente muere (ya pierda o gane) de manera gloriosa, para servir de ejemplo.
Ahora bien, en contraposición, surgió la figura del antihéroe, especialmente en la novela picaresca española, de los siglos XVI y XVII.
Esos antihéroes son imperfectos y poseen los defectos der la gente común. Un antihéroe generalmente realiza actos que son juzgados como ‘heroicos’, pero lo hará con métodos, intenciones o motivos que no lo son. Ejemplos de novelas protagonizadas por antihéroes son: La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades; El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha; Memorias del subsuelo; La naranja mecánica; etc.
La figura del antihéroe se caracteriza por ser asocial, amoral, inteligente, poco ortodoxo, poco convencional, atormentado, desagradable, pasivo, lamentable, obtuso o simplemente ordinario. (…) Un antihéroe es un protagonista que vive por la guía de su propia brújula moral, esforzándose para definir y construir sus propios valores, opuestos a aquellos reconocidos por la sociedad en la que vive. (…) Al final, el antihéroe acabará siendo castigado, o alcanzando un éxito irónico y no heroico, o, finalmente, obteniendo la redención.
(fuente: Wikipedia)
Es sabido que el sentido exagerado de egocentrismo, la preocupación extrema por sí mismo, y la falta de empatía, son rasgos que caracterizan la personalidad narcisista.
Y la actual precampaña electoral catalana, que apenas acaba de empezar, ya me ha agotado, me ha dejado grogui, al ver tanto personaje antiheroico, pues me parece vergonzoso que los líderes de los diferentes partidos se nos presenten como ‘Llaneros solitarios’ (Lone Ranger) (*), gritando: ‘¡Hi-yo, Silver, away!’ (arre, Plata, adelante), es decir, como vigilantes justicieros.
(*) personaje ficticio creado en 1933, por George W. Trendle y Fran Striker
Como he dicho, me parece enfermizo que, en sus discursos y mítines, hablen en primera persona: Yo haré, yo me comprometo, yo…yo…yo, es decir, que actúen y piensen como si realmente fuesen y estuviesen ellos solos frente a los enemigos / opositores.
Y precisamente, esos autoconsiderados ‘líderes’ lo son por pura conveniencia de sus respectivos partidos políticos, que actúan como empresas de ocupación, que buscan magnificar su poder.
Pero todos sabemos, y los partidos también, que esas figuras, no son realmente líderes de nada, ni héroes ni heroínas, en todo caso son antihéroes y antiheroinas, que, como el Lazarillo de Tormes, desarrollan su astucia para aparentar lo que no son.
Y claro, por conveniencia, los partidos políticos, y los medios de comunicación, les hacen crecer su ego, ya de por sí patológico, hasta niveles desmesurados; como el caso del citado general Gálvez, un personaje, que desobedeciendo, salió victorioso, y fue condecorado; si hubiese fracasado, habría sido fusilado, por traidor.
Esa es la delgada línea roja que se aplica también en los partidos políticos, si su candidato sale vencedor, lo encumbran, aún siendo conscientes de su mediocridad; y si fracasan, son abandonados y buscan otro sustituto. Y los actuales ‘líderes’ saben el juego en el que participan, y saben, también, que, si no ganan, serán apartados, con las prebendas de cualquier ínsula de Barataria, como lo fue Sancho Panza, nombrado gobernador de esa ínsula por Don Quijote.
Y en estas estamos, teniendo que soportar distópicos discursos de esos personajes mediocres, y eso es soporífico y desmotivador, desmovilizador. Y entre ese grupo de personajes podemos encuadrar a Salvador Illa (PSC/PSOE), Jessica Albiach (Comunes/Sumar), pero también a Pere Aragonès (ERC).
Por el contrario, hay excepciones, como Carles Puigdemont (Junts) y Laia Estrada, Laia Vega, etc., de la CUP; pues Carles Puigdemont, por ejemplo, en su entrevista al Ara de hoy, (21) argumenta la necesidad de los liderazgos, pero dentro de un equipo; y la CUP, siempre se ha caracterizado por su formación de base asamblearia.
Pero lo que me sacó de quicio fue oír a Jessica Albiach con sus recurrentes mantras contra el independentismo.
Y por eso, ahora me voy a meter en un jardín, que podrá ser considerado fuera de lugar, y criticado por parte de los unionistas españoles.
Y es que no me parece ético ni moral, que una persona nacida en Valencia, por ejemplo, aunque lleve algo más de una década en Catalunya, pueda querer decidir sobre nuestro futuro como nación; que nos quiera negar nuestro derecho a la independencia.
Efectivamente, la democracia, tal como está establecida, contempla que una persona se corresponda con un voto. Y es comprensible, que toda persona que vive en un país, participe votando por la gobernanza de ese país.
El sufragio restringido, censitario, o voto censitario, fue aplicado en los siglos XVIII y XIX, pero estipulado de forma tendenciosa, por los poderes económicos y eclesiásticos, y por eso, las democracias contemporáneas lo rechazaron. Pero, aún así, existen bolsas de población excluidas, como los extranjeros, los menores de edad, etc.
Así, en el reino español, su constitución establece que solamente los ciudadanos españoles tienen el derecho a participar en los asuntos públicos, salvo en los casos en que, atendiendo a criterios de reciprocidad (entre estados comunitarios), pueda establecerse por tratado o por ley para el derecho de sufragio activo de los extranjeros en las elecciones municipales.
No querría que se interpretase mi pensamiento de racista, clasista, ni nada parecido, pues no me considero de esa calaña de personas.
Pero me parece que, para decidir sobre el futuro de un país, se han de cumplir ciertas características básicas: se ha de conocer, compartir y empatizar con su historia y su cultura, y, claro, el lenguaje, como eje vertebrador.
Y esas características no ‘florecen’ por arte de magia, de golpe, sin más ni más, aunque se comparta la lengua, como es el caso de Jessica Albiach.
Y estoy convencido de que no se puede querer un país, si no se empatiza con el sufrimiento histórico de sus habitantes. Por eso, personajes como Jessica Albiach, no entienden la historia catalana.
Esto no quita para que muchos catalanes (como Salvador Illa), tengan todo el derecho a ser unionistas españoles, pues, de una forma u otra, o son descendientes o empatizan con los vencedores de siempre, de 1714 y de 1939. Y, claro, estos catalanes, tienen todo el derecho del mundo a votar contra la independencia, mal que nos pese.
Pero, los inmigrantes, vengan de donde vengan, a mi modo de ver, no deberían poder votar en las elecciones catalanas y menos en un futurible referéndum. Por lo que su derecho de sufragio activo y pasivo debería limitarse a las elecciones municipales.
Obviamente, los hijos de los emigrantes no son emigrantes (es una torpeza la clasificación de emigrantes de segunda generación), son totalmente catalanes, con plenitud de derechos activos y pasivos.