Esta mañana, un compañero de la piscina y jacuzzi, me ha comentado que estaba releyendo la novela ‘La conjura de los necios’ (A confederacy of dunces) de John Kennedy Toole (1937 – 1969), publicada póstumamente en 1980 y ganadora del Pulitzer en 1981; y me ha dicho que era una fotografía muy real del momento actual. Hace muchas décadas que leí esa novela, y apenas recuerdo detalles, pero yo creo que, efectivamente, estamos dominados por una conjura, pero de amorales, como intento explicar a continuación.
Hoy, 18 de mayo, en Madrid, se ha realizado una concentración de la extrema derecha internacional, en la que ha destacado la presencia de Javier Gerardo Milei (n. 1970), el presidente argentino, que ha manifestado que su reunión con empresarios españoles ha sido ‘fabulosa’ y que espera que el principal acto previsto para mañana será un gran éxito.
Si bien no está prevista ninguna reunión oficial con representantes del estado español, Milei se ha reunido con los directores ejecutivos de las principales empresas, entre ellas: Albertis, AB Living, BBVA, Consello Group, Día, Ecoener, Iberia, Mapfre, Naturgy, Pypsa, Rothschild and Co, Banco de Santander, Telefónica, Unir, etc.; y, claro, el presidente de la CEOE, Antonio Garamendi. Posteriormente, se ha reunido con Santiago Abascal, líder de Vox, patrocinador del encuentro.
Como vemos, los negocios y la moral nunca van de la mano.
Y eso me refuerza la idea de que precisamente, no estamos ante una conjura de necios (ignorantes, imprudentes), no son meros terraplanistas, si no personas altamente cualificadas y conscientes de lo que hacen y defienden, es decir, la competitividad salvaje del peor capitalismo (si es que hay de mejor, que no lo hay), es decir, del más puro trumpismo.
Este es el caldo de cultivo que, progresivamente, va dominando la política internacional, y la UE no es una excepción, como tampoco lo es Catalunya, pues en las últimas elecciones, el PP consiguió 15 diputados; Vox, 11, y AC 2; es decir, 28 diputados, de 135, un 20,7%. Y, a pesar de esa baja representación relativa, sabemos que tiene una influencia mayor, ya que tiende a atraer a los principales partidos, especialmente al PSOE, hacia la derecha.
Ya vimos, en las legislaturas anteriores, la influencia negativa que tuvo el partido de Ciudadanos, contra la lengua y la cultura catalana. El resultado es el que tenemos, la castellanización de la política catalana, como hemos visto con Salvador Illa (ISLA), castellanizando hasta los nombres de las poblaciones y hablando en castellano, ‘para que le entienda más gente’.
Todo es una vergüenza, una inmoralidad; pero, como dijo el filósofo y diplomático Joseph Marie, conde de Maistre (1753 – 1821): ‘Cada nación tiene el gobierno que se merece’.
Así, vemos que el narcisista Pedro Sánchez (PSOE), no hace otra cosa que flirtear con las ideas que él considera centristas, que, como sabemos, no es más que un eufemismo de la derecha más casposa española. Y, con sus declaraciones, ahora contra el president Carles Puigdemont, al que compara con Alberto Núñez Feijóo (PP), vemos, una vez más, la falta de una ideología, pues sólo se mueve por su conveniencia.
Niccoò di Bernardo dei Machiavelli (Nicolás Maquiavelo, 1469 – 1527) dijo: ‘La promesa dada fue una necesidad del pasado; la palabra rota es una necesidad del presente’; y esa es la premisa que sigue Pedro Sánchez, pues es la base de su política de ‘hacer de la necesidad virtud’, y, la necesidad, al ser variante, le hace ir adaptando su vela según el viento que sopla.
Y ese pragmatismo primario, no es más que un abstruso utilitarismo, con fines personalistas; y, claro, tiene importantes implicaciones: hasta junio del 2023, consideraba a Carles Puigdemont como el enemigo público número uno; después, lo vio como un negociador indispensable, y ahora, vuelve a menospreciarlo.
Por el contrario, muchos independentistas de base seguimos fieles a nuestro principio y deseo independentista, por eso seguimos defendiendo que ‘una rosa es una rosa, una rosa’, como escribió Gertrude Stein (1874 – 1946) en 1913, en su poema ‘Sacred Emily’ (Sagrada Familia), que es la mejor expresión del principio de identidad. Y nuestra identidad se basa en la independencia, en la futura República Catalana.
Y estos independentistas de base seguimos considerando que lo primordial es la unión, pues ‘la unión hace la fuerza, y el conocimiento la mantiene’; y en eso estamos, pendientes de la inteligencia precisa por parte de los partidos autoconsiderados independentistas.
Por todo eso, nos encontramos en una situación bastante estresante, como muy bien señaló Joan Manuel Serrat i Teresa en su canción ‘Me’n vaig a peu’ (me voy a pie), publicada en 1968 (álbum Cançó de matinada), ya que su estribillo decía: ‘el camino hace subida y voy a pie’
Me voy a pie
Hay que olvidar el tejado rojo
y la ventana con flores,
la escalera oscura y la imagen vieja
que se escondía en un rincón,
y la cama de madera negra y agujereada
y tus sábanas tan limpias,
y la llegada suave de una madrugada
que te despierta más viejo.
Pero no quiero que tus ojos lloren: dime adiós.
El camino hace subida y me voy a pie.
Hay que decir adiós a la puerta que se cierra
Y no hemos querido cerrar.
Hay que llenar el pecho
y cantar una canción, si el frío de fuera te hace temblar.
No hay que escuchar a este perro que ahora ladra
atado a un palo seco,
y olvidar de repente tu imagen y este pequeño lugar.
Pero no quiero que tus ojos lloren: dime adiós.
El camino hace subida y me voy a pie.
Hay que cargar la guitarra a la espalda
y volver a hacer el camino
que una tarde gris, remontando la loma
me llevó hasta aquí.
Las olas deben borrar las huellas
que dejo en tu puerto.
me voy a pie, el camino hace subida
y en los márgenes hay flores.
Efectivamente, los independentistas catalanes hace 310 años que el camino nos es muy cuesta arriba, con una gran pendiente, por eso todo nos es tan difícil, pero, como cantó el citado Serrat en ‘Hoy puede ser un gran día’ (álbum ‘En tránsito’, 1981): ‘hoy puede ser un gran día, plantéatelo así, aprovecharlo o que pase de largo, depende, en parte, de ti’.
Es decir, que debemos conocer nuestras debilidades y nuestras fortalezas, plantearnos nuevas estrategias y abandonar los cálculos partidistas de unos ‘líderes’ que nos han mostrado su discalculia (dis-kal-ku-lia; contar mal), que les incapacita para resolver problemas matemáticos elementales, como la simple suma, que muestra que la unión hace la fuerza.