El ‘Hermano Lobo (*): semanario de humor dentro de lo que cabe’ (núm. 189), del 2 de agosto de 1975, incluyó en toda la portada una viñeta de Chumy Chúmez en la que se veía un orador, con pajarita arriba de un púlpito de lujo, diciendo a la multitud: ¡O nosotros o el caos! La multitud respondiendo: ¡el caos, el caos! A lo que el orador finaliza diciendo: ‘es igual, también somos nosotros’. En este escrito intento exponer que esa viñeta sigue en pleno vigor.
(*) revista fundada por José Ángel Ezcurra el 13 de mayo de 1972, en pleno franquismo; y entre sus colaboradores figuraron: Forges, Jaume Perich, Manolo Summers, Quino, Miguel Gila, Francisco Umbral, Manuel Vázquez Montalbán, Manuel Vicent, etc.
Es sabido que se atribuye al rey Luis XIV de Francia la frase ‘El estado soy yo’, expresada el 13 de abril de 1655 ante el parlamento de París.
Y la frase alternativa: ‘o yo o el caos’ se atribuye, en primer lugar, a Benito Mussolini (1883 – 1945) y, desde entonces, la han utilizado gran cantidad de políticos, haciéndolo de forma explícita Pedro Sánchez, y de forma implícita, su acólito Salvador Illa.
Pero muchos sabemos que, en realidad, recurriendo a la citada viñeta de ‘El hermano lobo’, deberían decir: ‘yo y el caos’.
Todos hemos vivido experiencias de personajes que, al asumir los cargos de jefe de empresa, de líderes políticos, etc., confirman el principio de Peter (*): ‘en una jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia’
(Laurence J. Peter, en ‘The Peter Principle’, de 1969, en el que describe su ‘hierarchiology’ ‘jerarquiología’, según la cuál, toda persona es promovida a puestos de mayor responsabilidad, hasta llegar a uno en que no es capaz siquiera de formular los objetivos de un trabajo, alcanzando, así, su máximo nivel de incompetencia’.
José Ortega y Gasset (1883 – 1955), en 1910 ya había dicho: ‘Todos los empleados públicos deberían descender a su grado inmediato inferior, porque han sido ascendidos hasta volverse incompetentes’
De todo eso se desprende que todos los puestos de mayor relevancia son ocupados por incompetentes, mientras que el trabajo es realizado por empleados que todavía no han alcanzado su nivel de incompetencia.
Considerando todo lo expuesto, podemos constatar, con suficiente certeza, que las personas que ocupan los puestos de liderazgo, en empresas, partidos políticos, clubes sociales, agrupaciones, etc., son incompetentes y, esa incompetencia la complementan con una elevada dosis de endiosamiento, y un gran afán en sobresalir, sentirse distinguidos y reconocidos.
Y la consecuencia directa, es que esos personajes endiosados requieren de sus subordinados, que les reconozcan su divinidad, que les deifiquen, les sacralicen, les adoren, les idolatren, les exalten.
Y claro, los descerebrados pelotas que, habiendo llegado a su nivel de incompetencia, quieren seguir ascendiendo, cumplen con las exigencias mencionadas, manipulando a cuantos pueden, para encumbrar, todavía más, a los ‘jefes’ directos, para que les dejen la poltrona.
Es obvio que hay personas preparadas y con un nivel de autoconfianza elevado, que les da una gran seguridad, y esas personas van haciendo una carrera ascendente y merecida. Pero, más pronto o más tarde, les llega la ascensión a su nivel de incompetencia, pues la trampa del endiosamiento siempre está presente. Y en ese momento, reproducirán los ´síntomas correspondientes, de acuerdo con las siguientes fases:
- Falsa humildad, impostura, etc.
- La rápida selección de las personas de su entorno que, le satisfagan su ego.
- Se hace distante.
y así, su soberbia le acaba cegando, no reconocen sus propios errores, pues ya no les llegan voces críticas (que han estado vetadas o censuradas)
Como he dicho, todo lo expuesto no es nuevo, pues todos hemos tenido experiencias al respecto y, también hemos visto que, en algunos pocos casos (muy atípicos) esas personas endiosadas acaban siendo descubiertas y, claro, su prestigio se ha desvanecido tan rápido como el humo ante un huracán.
En este momento hemos visto que, por ejemplo, la ‘estrella’ de Oriol Junqueras, ha palidecido totalmente, ya que la coraza protectora que tenía ha desaparecido, y le han dejado con ‘el culo al aire’, pues ahora, determinadas voces críticas, que hasta ahora le adulaban, ya no le temen. Pero ese cambio de actitud no es debido a una regeneración ética de esos nuevos críticos, sino a la mera constatación de que el futuro de Junqueras ya no es tan prometedor, por lo que consideran preferible apostar por otro caballo con más posibilidades de resultar vencedor y así prorrogar su estatus quo.
También vemos que hay líderes de partidos políticos que, al llegar al poder, se endiosan tanto, que olvidan a su propio partido. Se consideran mesiánicos, reyes absolutistas, designados por la mano divina y, por lo tanto, con la necesidad de defender la implantación de su propia saga genética.
Llegados a este extremo, ayer vimos que Joe Biden, en una entrevista realizada por la cadena televisiva ABC, dijo que:
‘sólo abandonaré mi cargo si baja Dios todopoderoso y me lo pide. Y Dios no bajará’
Por lo que continuará, pues está convencido de que:
‘es el que está mejor preparado para ser el presidente del mundo, ya que EUA gobiernan el mundo’
Es decir, Biden pasa olímpicamente de las voces de muchos de sus partidarios que opinan que es preferible cambiar de candidato. También es verdad que muchos otros, como su propia familia, le piden que siga, confirmando, de ese modo, que los intereses personales priman por encima de todo.
Que los EUA, con tanto potencial en todos los órdenes, presente como candidatos a dos octogenarios, mental e intelectualmente discapacitados, es un grave error, que comporta unos grandes riesgos. Pues vemos que los segundos escalafones, técnicos o de confianza, que no han sido votados, son los que en realidad gobiernan. Y esa clase dirigente, no quiere perder el control, como es lógico.
Así que la decisión debería ser sencilla, ya que, en las próximas elecciones no se ha de determinar si esos espectros (Biden y Trump) tienen la precisa capacidad puntual, sino que han de poder garantizar, dentro de lo posible, todo el mandato de cuatro años.
En definitiva, que deberíamos alejarnos de todos personajes endiosados, y ser pragmáticos, y desoír promesas repetidas de mentirosos compulsivos.
Es preferible ser un mero asteroide insignificante, con escasas perspectivas, que intentar acercarse al sol, y que, al final, se nos derritan las alas de cera, como en el mito de Ícaro.
Según la mitología griega, Ícaro era hijo del dios Dédalo, y éste le había aconsejado que, en su vuelo, se mantuviera a una altura media, pues si volaba muy bajo, la humedad obstruiría sus alas, y si fuera muy alto, el calor las fundiría.
Pero como el hombre es el único animal que tropieza mil veces en la misma piedra, siempre intentamos volar alto, llegar lo más cerca posible del ‘líder solar’, que, como hemos visto, por pura supervivencia, eliminará a todos los que sean mínimamente válidos y puedan hacerle sombra, y promocionará a los más inútiles, prostituidos y prostituibles.
Y a mi edad, apenas me queda confianza en la raza humana, pues los escasos ejemplos que me parecen respetables, son meras luciérnagas en el espacio sideral.
En fin, que soy muy pesimista, está claro. Pero no quiero dejar de soñar, de confiar en no sé qué, pues, en caso contrario, mejor que vuelva a caer otro meteorito y los dinosaurios empiecen de nuevo, pero de mejor forma, tomando otras opciones.