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Romper la Imagen

Martha Nava Argüelles
Imagogenia
@mar_naa

Gracias a la era digital, el manejo de la imagen pública se ha vuelto un arte complejo y delicado. Un claro ejemplo de esto es el caso de Blake Lively, una figura conocida tanto por su talento actoral como por su rol como empresaria, y que recientemente se ha visto envuelta en una polémica que pone en entredicho su capacidad para gestionar su imagen en temas de profunda sensibilidad social, como la violencia doméstica. La promoción de “Romper el círculo”, su último proyecto cinematográfico, ha expuesto las fragilidades y errores en la construcción de su imagen pública, y ha evidenciado la desconexión entre el mensaje de la película y la estrategia de promoción adoptada por Lively.

Aunque la película ha sido un éxito rotundo, recaudando más de 200 millones de euros en sólo diez días, la narrativa se ha visto opacada por rumores y especulaciones sobre una supuesta rivalidad entre Lively y el director y coprotagonista Justin Baldoni. Sin embargo, el verdadero problema no radica en estos chismes, sino en cómo Lively ha gestionado la promoción de una película. 

Lamentablemente, la estrategia de Lively ha priorizado su imagen comercial sobre la responsabilidad social, pues en lugar de utilizar su plataforma para sensibilizar al público sobre el tema, la actriz ha optado por promocionar sus marcas personales, lanzando productos y organizando eventos que no sólo no se alinean con el mensaje de la película, sino que lo trivializan. Por ejemplo, el lanzamiento de su línea de productos para el cabello durante la gira de promoción ha sido percibido como un intento de mantener la atención en ella, desviándola del tema central de la película.

Otro ejemplo de esta desconexión que ha sido evidenciada en redes sociales, es un video difundido por Lively en el que anima a sus seguidoras a asistir a la película “con vestidos florales y amigas”, como si se tratara de una comedia romántica. Esto ha sido interpretado como una falta de sensibilidad hacia las víctimas de violencia doméstica, ya que “Romper el círculo” aborda las dificultades de salir de una relación abusiva. La promoción de una película con un contenido tan delicado no puede ser tratada como un mero vehículo para la venta de productos, y los errores en la gestión de la imagen pública de Lively han reforzado la idea de que cualquier tema puede ser mercantilizado, lo cual socava los esfuerzos de quienes trabajan para concienciar y erradicar este tipo de violencia.

Este es un claro ejemplo de cómo la imagen pública puede verse afectada por la falta de coherencia entre el mensaje y la estrategia de promoción, porque no se trata sólo de lo que se dice, sino de cómo se dice y del contexto en el que se presenta. Y es que, uno de los errores de Lively ha sido querer aplicar una fórmula de promoción y postura que ha funcionado en otros proyectos, pero que no resuena para “Romper el círculo”.

Ahora, el silencio que Lively ha mantenido desde que estalló la controversia es, en sí mismo, un mensaje. Aunque puede interpretarse como un intento de no alimentar más los rumores, también deja en el aire la sensación de que no comprende profundamente las críticas que se le han hecho. En un contexto donde la imagen pública se construye tanto por lo que se dice como por lo que no se dice, la ausencia de una respuesta clara y comprometida sólo añade más leña al fuego y alimenta más los rumores y la narrativa en torno a su supuesta rivalidad con Baldoni y ha desvía la atención del mensaje central de la película, lo que ha contribuido a una crisis de reputación que podría tener consecuencias a largo plazo para su carrera.

Al final, es fundamental entender que cualquier proyecto requiere de una comprensión profunda de su contenido y una alineación total entre el mensaje y la estrategia de promoción. En el caso de “Romper el círculo”, la desconexión entre la promoción comercial y el tema central de la película ha resultado en una crisis que podría haberse evitado con una mayor sensibilidad y responsabilidad en la gestión de la imagen pública de sus protagonistas. Porque no es suficiente con ser una figura influyente; es necesario ejercer esa influencia de manera consciente y respetuosa, especialmente cuando se trata de temas que afectan la vida de millones de personas.