Cómo el desarrollo rural sostenible fortalece a las familias sobrevivientes del conflicto en Colombia
» La FAO vino a nuestro territorio para a quitarnos el miedo a nosotros los campesinos”: Ana Herrera, representante legal de una asociación campesina de productos lácteos, víctima del conflicto en Colombia.
En el corazón de la costa Atlántica de Colombia, donde las cicatrices del conflicto son profundas, se está llevando a cabo una transformación inspiradora. Campesinos, otrora desarraigados de su tierra, hoy la reclaman con valentía, reconstruyendo sus comunidades y labrando un sendero hacia un futuro de paz y prosperidad de la mano de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
El sol tropical ilumina con su brillo los fértiles campos de Bolívar, Colombia, donde exuberantes valles y ciénagas se extienden hasta fundirse con la imponente cordillera de los Andes. El paisaje evoca una vida rural idílica, pero bajo esa aparente serenidad late un pasado turbulento y doloroso. Durante décadas, esta tierra fue testigo de un conflicto armado que dejó a su paso comunidades fracturadas y el sustento de sus habitantes reducido a cenizas.
Saray Zúñiga, una orgullosa mujer palenquera, conoce muy bien el costo del conflicto. Las palenqueras son mujeres de las comunidades de San Basilio de Palenque, descendientes de esclavos africanos que lucharon por su libertad y establecieron un refugio cultural único. Son conocidas por su atuendo vibrante y su tradición de vender frutas y verduras, preservando un rico patrimonio reconocido por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).
«Fui desplazada cinco veces; mis hijos crecieron en el desplazamiento», dice, su voz cargada con el peso de la memoria. «Nosotros en Palenque nunca pensamos que esto podría suceder, que habría masacres y violaciones. Fuimos perseguidos y muchos de mis amigos de esa época ya no están vivos».
La historia de Saray se repite en innumerables personas de Bolívar. Los agricultores fueron desplazados de sus hogares, sus tierras arrasadas y sus cosechas saqueadas. Las comunidades agrícolas, antes prósperas, se convirtieron en pueblos fantasmas, con sus habitantes dispersos por todo el país.
Sin embargo, en 2016, surgió un rayo de esperanza. El gobierno colombiano firmó un acuerdo de paz con el grupo rebelde de las FARC, poniendo fin a más de 50 años de conflicto. Como parte del acuerdo, el gobierno se comprometió a impulsar el desarrollo rural, y la FAO está apoyando la implementación de este objetivo.
Un punto de inflexión clave fue la puesta en marcha del proyecto conjunto FAO-Suecia: Transformación Territorial, Resiliencia y Sostenibilidad. Esta iniciativa se centró en mejorar los medios de vida rurales mediante el fortalecimiento de la producción agrícola, la promoción del uso sostenible de la tierra y el fomento de la colaboración entre diversos actores. Además, empoderó a las mujeres a través del desarrollo de habilidades y la creación de oportunidades de liderazgo.