Ante la compleja situación en la que nos encontramos los independentistas catalanes, y al objeto de intentar superar la fase ‘happy flower’ (en la que muchos participamos con un optimismo paciente, pero no ingenuo ni banal), mi escrito de ayer lo finalicé apuntando la tesis del ‘problema 2 sigma’, del psicólogo y pedagogo Benjamín Bloom (1913 – 1999), sobre la necesidad e influencia de un tutor, y sobre esto, a continuación, traslado mis elucubraciones.
‘El Movimiento Flower Power surgió en los años 60 como una respuesta pacífica y colorida a la guerra de Vietnam. Esta corriente se caracterizaba por su espíritu hippie, promoviendo el amor, la tolerancia y la no violencia’
(Wikipedia)
En ese movimiento, el ‘propulsor’ fue el poeta Irwin Allen Ginsberg (1926 – 1997), y ese movimiento se convirtió en un grito de guerra pacífico, de una revolución pacífica, de una resistencia pacífica, que inspiró a multitud de jóvenes.
Me ha parecido interesante efectuar estas explicaciones, a modo de introducción, para expresar las lógicas diferencias con nuestro movimiento independentista, especialmente, por la transversalidad generacional, en nuestro caso; pero, a la vez, con notables puntos comunes, básicamente, el pacifismo en la lucha contra el poder central.
Uno de los gritos más coreados en nuestro movimiento, fue y sigue siendo ‘els carrers seran sempre nostres’, (las calles serán siempre nuestras), para convertir el espacio urbano en un espacio temporalmente ritual; grito que se convirtió en una canción, con ese mismo título, del grupo Mascarats (2018), que ha pasado a ser icónica.
La letra de esa canción es la siguiente:
Somos el brote de la esperanza andando sin pesar
Somos la voz contra la espada. Somos hiedras del fuego de Almansa.
Afilando bien las herramientas, hemos ido segando cadenas.
Desnudando el yugo del reino, resistiendo el estado de sitio.
Somos diada, somos la huelga. También la urna custodiada.
Somos la acción organizada que el estado más ‘franco’ ataca.
Estudiantes que vacían el aula, haciendo historia sin mesa.
Escultores de la palabra cortando hasta el último eslabón.
Juntos tumbaremos la estaca que estaba camuflada…
Somos el puño mediterráneo. Del fascismo somos el escarnio.
Somos los que queremos al barrio. Somos la palabra más incendiaria.
Somos la fuerza, la revolución, somos el grito con nudos en la gola.
La piedra contra la tijera. La consciencia que ahora es la hora.
La esperanza vence el miedo.
Manos arriba y grita el corazón:
‘Las calles serán siempre nuestras’
La ternura vence al golpe.
Canto unísono de emoción:
‘Las calles serán siempre nuestras’
Somos las noches a la intemperie. Los carteles con más herejes.
El mural de los viejos poetas alimentando nuevas huellas.
El bombero extinguiendo violencia, los tractores de la paciencia,
puertos que estiban resistencia, hijos de la desobediencia.
Juntos tumbaremos la estaca que estaba camuflada…
Viejos lloros de reminiscencia bañando solos,
Regando la herencia.
Abrazos a la urgencia cuando palpamos alguna ausencia.
Somos la semilla, somos primavera.
Somos guardianes en la incertidumbre.
Somos la paz más guerrillera, el colirio a la ceguera.
La esperanza vence al miedo.
Manos arriba y grito al corazón:
Manos arriba y grita el corazón:
‘Las calles serán siempre nuestras’
La ternura vence al golpe.
Canto unísono de emoción:
‘Las calles serán siempre nuestras’
Y este tipo de mensajes, a mi modo de ver, es lo que en este escrito he llamado ‘happy flower’, pues la realidad (formal) es que, de acuerdo con la constitución española, en su título I, se reconocen los derechos de reunión y manifestación pacífica en lugares de tránsito público, previa comunicación a la autoridad, que sólo podrá prohibirlas cuando existan razones fundadas de alteración del orden público, con peligro para personas o bienes.
Cuando se ha de efectuar la comunicación previa a la autoridad, y que, ésta, efectuando lecturas arbitrarias (como las de los rabinos de mi escrito de ayer, hasta puntos ridículos, como el papel higiénico, encender un interruptor, etc., en los shabat), las pueden prohibir a su gusto y forma, saltándose la propia constitución, pues bien, en esa situación, considerar que las calles son nuestras, no deja de ser una mera ilusión.
A modo de ejemplo, en nuestra manifestación de Meridiana Resisteix (resiste), hemos vivido experiencias de esa arbitraria lectura, pues la iniciamos nuestras manifestaciones el 14 de octubre del 2019, como respuesta a la ignominiosa sentencia del Procés, cortando la gran avenida, pero, tras repetidos intentos de prohibición y de traslado a otras zonas menos ‘conflictivas’ y menos visibles; y, tras el paréntesis motivado por la pandemia del Covid, el 22 de mayo del 2020, reanudamos las manifestaciones, pero sin el reconocimiento legal, por lo que la tensión policial fue en aumento, hasta que nos prohibieron cortar, y nos desplazaron a una ‘plaza´ lateral, donde seguimos.
Pues bien, me parece evidente que esta pequeña gran muestra, expresa, perfectamente, que las calles son nuestras, cuando el poder político / judicial / policial cumplen con la constitución, pero, cuando hacen lecturas a su gusto y forma, las calles dejan de ser ‘nuestras’.
Este ejemplo es claro, cuando no tenemos el poder real, no podemos considerar que algo es nuestro. Pasa lo mismo con nuestras instituciones, como la Generalitat, que las consideramos propias, pero, cuando el estado central lo estima pertinente, aplica el artículo 155 y destituyen a todo el gobierno y lo asumen ellos.
Y en ese sentido es el que me parece que tenemos un pensamiento un tanto ‘floreado’, ya que no se ajusta a la realidad.
Toda reivindicación, si no se puede llevar hasta las últimas consecuencias (siempre pacíficas, claro), carece de un poder efectivo.
En esa misma línea, considerar que el independentismo ha de surgir de la base popular, me parece ética, moral y políticamente correcto; pero, asimismo, son necesarios líderes que encaucen ese movimiento.
Tenemos antecedentes revolucionarios en otros países, que se basaron en eslóganes como que ‘el pueblo manda y el gobierno obedece’, y que se ha de ‘mandar obedeciendo’, pero, es evidente, que, sin una comunión de las bases con un determinado líder, no hay nada que hacer.
Está claro que todo tipo de movimiento, si surge exclusivamente de la cúspide, difícilmente tendrá éxito, si no cuenta con la ciudadanía. Pero, como he dicho, saliendo de la base, han de haber, asimismo, líderes que se pongan al frente, para cerrar el círculo virtuoso.
Por lo tanto, es una difícil ecuación, en la que siempre suelen haber muchas incógnitas por desvelar.
En el 2017, en nuestro referéndum, se dio esa comunión entre las bases y los líderes políticos, pero la represión, el miedo y, también hay que decirlo, las rencillas y envidias entre algunos de nuestros líderes, frustraron la implantación efectiva de nuestra victoria. Y así seguimos.
Por eso me parece interesante recordar la ‘Regla 68 – 95 – 99.7’, que:
‘(…) es un criterio empírico utilizado en algunos campos de la estadística para evaluar distribuciones y su normalidad.
En estadística, esta la regla, también conocida como regla empírica, es una abreviatura utilizada para recordar el porcentaje de valores que se encuentran dentro de una banda alrededor de la media en una distribución normal con un ancho de dos, cuatro y seis veces la desviación típica respectivamente. Más exactamente, el 68,27%, el 95,45% y el 99,73% de los valores se encuentran dentro de bandas con semiancho de una, dos y tres veces la desviación típica respecto a la media (…)’
(Wikipedia)
Pido perdón por estos pesados párrafos, pero me parece que son precisos para entender el ‘Problema 2 sigma’, que introduzco a continuación:
‘Benjamín Bloom es conocido por su taxonomía. Pero hay otra aportación, igual o más importante para el aprendizaje, que es poco conocida, pero supuso un gran avance para el estudio de los dominios cognitivos, sobre todo. Se trata del Problema 2 sigma. El resultado más notable de esta investigación es que en las mejores condiciones de aprendizaje (la tutorización individualizada) el estudiante promedio tiene un rendimiento dos sigma por encima de la media de los estudiantes que han seguido métodos convencionales de enseñanza y hasta 40 percentiles por encima de los que reciben solo la influencia de grupo paterno. Este descubrimiento se encuentra recogido en el artículo: (Bloom, 1984) The 2 Sigma Problem: The Search for Methods of Group Instruction as Effective as One-to-One Tutoring (…)
(https://search.app/pw4gBBHDqmXHPnbMA)
Me parece que este estudio no es más que la constatación de la sopa del ajo, pues es evidente que, con los mejores medios y apoyos, se consiguen mejores resultados.
Pero creo que es ilustrativo para nuestros efectos independentistas, ya que evidencia la conveniencia de que la existencia de un tutor (en nuestro caso, un líder) potencia las posibilidades de éxito.
Según el mencionado estudio de Bloom: ‘El proceso de tutorización demuestra que la mayoría de los estudiantes tienen el potencial de llegar a este alto nivel de aprendizaje’; y, volviendo a nuestro movimiento independentista, como tal, tenemos el potencial de llegar hasta el final, pero con el debido líder, como he dicho, se cierra el círculo vicioso preciso, máxime considerando que tenemos enfrente un estado poderoso que aplica sus poderes legales, ilegales y alegales, de forma amoral.
En definitiva, que, como todos sabemos, nos falta la unidad en el liderazgo, que Carles Puigdemont, como president ilegítimamente destituido por el estado represor, sea reconocido por todos los partidos llamados independentistas. Sólo así las bases nos motivaremos para volver a movilizarnos, hasta llegar a ser imparables. Pero sé que esto es un simple sueño diurno.